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Síndromes y obsolecencias

Benito Fdez 2
Benito Fernández

Se veía venir. Lo del pacto entre el PP y Ciudadanos ha sido como el parto de los montes de Esopo o Samaniego. Muchos gritos, muchos alaridos, muchos bramidos espantosos…para parir un ratón. Algo cantado.

Un teatro cuyo desenlace estaba más que escrito hace ya un mes. Pero bien está lo que bien acaba y ahora, con 170 “síes”, lo lógico es que Mariano Rajoy consiguiera por fin la ansiada investidura. Mientras todos seguimos a la espera, con el corazón en un puño, a que llegue el día D en el que comprobaremos si nuestros dirigentes continuan con el cuento de la buena pipa y nos obligan a ir a votar con la resaca de la Nochebuena o si, finalmente, adquieren un poco de cordura y permiten que se forme un Gobierno de una puñetera vez, sea del PP, del PSOE, de Podemos o de la medre que los parió a todos, mientras eso ocurre, el personal, que acaba de volver de sus vacaciones en las que ha pasado bastante del circo político, se encuentra con que todo sigue igual…de mal que hace casi nueve meses. Este posible parto fallido que puede convertirse en un verdadero aborto si el doctor Sánchez continúa en su empeño de parodiar al Doctor No de las novelas de James Bond no es sino el ejemplo fehaciente de una sociedad enferma, la española, que sigue empeñada en no olvidar aquella Guerra Civil que la partió en dos hace ya ochenta años y que, por desgracia, continúa marcando nuestro presente y nuestro futuro.

Pero bien está lo que bien acaba y ahora, con 170 “síes”, lo lógico es que Mariano Rajoy consiguiera por fin la ansiada investidura. 

Pero esperemos acontecimientos que ya habrá tiempo de analizar lo que ocurra esta semana en el Congreso de los Diputados y pedir responsabildades a quienes se empeñan en colocar sus intereses personales y partidistas por encima del interés general. En estos momentos lo que me preocupa no es otra cosa que el llamado “síndrome postvacacional”.

Se habrán dado cuenta que, como todos los años por estas fechas, todos los informativos de los medios de comunicación se han puesto en contacto con veraneantes que recogen sus avíos en el coche, con psicólogos y agencias especializadas para hacer sus habituales reportajes “humanos” sobre el síndrome postvacacional. Todos los veranos los veo y todos los veranos me dejan alucinados con esta chorrada. Hombre, trabajar, lo que se dice trabajar, no le gusta a nadie y hay que reconocer que se está mejor en el chiringuito de la playa que aguantando al plasta de tu jefe, pero de ahí a contemplar esta vuelta al trabajo casi como una enfermedad traumático, va un abismo. Sobre todo porque cuando sales de vacatas todos sabemos que es algo que va a llegar más pronto que tarde. No digo yo que acudas al curro con una pandereta y más contento que unas pascuas, pero tampoco es como para que te pongan un tratamiento psiquiátrico. Lo dicho, en esta sociedad moderna hay más tontos que botellines.

Hombre, trabajar, lo que se dice trabajar, no le gusta a nadie y hay que reconocer que se está mejor en el chiringuito de la playa que aguantando al plasta de tu jefe.

Otra cosa que me tiene preocupado es lo de la “obsolecencia programada” que siempre suele dar la cara en el mes de septiembre. No sé a ustedes, pero a mí me ha ocurrido todos los veranos. Sabrá que esta obsolecencia programa es la vida útil que tienen los diversos electrodomésticos de su casa y que va de tres a diez años dependiendo de la fábrica que los haya elaborado. Todos sabemos que cuando compramos la lavadora, el lavavajillas, el aire acondicionado, el frigorífico, la secadora, la cocina de inducción, la plancha, la minipimer, el tostador, el ordenador, la tele o el microondas, tienen un par de años de garantía, pero todos sabemos también que, pasado un lustro comienzan a estropearse y a tener una serie de achaques cuyo final no es otro que deshacernos del aparato en cuestión. Toda su corta vida está programada por los fabricantes con el fin de renovarlos y que pasemos por caja. Si usted tiene la suerte de disfrutar de algún electrodoméstico con más de diez años, se puede dar con un canto en los dientes.

Sabrá que esta obsolecencia programa es la vida útil que tienen los diversos electrodomésticos de su casa y que va de tres a diez años dependiendo de la fábrica que los haya elaborado.

Si como muestra vale un botón, les expongo mi ejemplo. He estado apenas dos semanas fuera de casa. A mi vuelta me encuentro la lavadora que no desagua, el teléfono que comunica incesantemente y no da llamada, mi ordenador que cada dos por tres pierde el router e internet se queda colgado, el fregadero que se atasca. Parecen chorradas, pero si haces cuentas y llamas al técnico de la lavadora, al de la compañia de teléfonos, al de los ordenadores, al fontanero y encima tienes que llevar el coche a la revisión annual, la broma te sale por un ojo de la cara sobre todo en estos momentos en los que los bolsillos no andan precisamente muy boyantes tras pagar el carísimo apartamento de la playa y con el inicio del cole a la vuelta de la esquina. Pero es lo que hay. Solo espero que Sánchez (o Susana o quien sea) cobre algo de cordura y permita que se le ponga aunque sea un punto y seguido a toda esta mamarrachada que llevamos soportando nueve meses. Que alguien provoque de una vez el parto aunque sea por cesárea.