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Siria: respuesta política

Los bombardeos se han producido exclusivamente contra objetivos de la estructura química del régimen sirio.

En medios de todo el mundo se habla y conjetura sobre la respuesta militar norteamericana dada esta madrugada al supuesto ataque de Al Assad, hace una semana, con armas químicas lanzadas contra Duma (proximidades de Damasco). Era una respuesta que venía anunciando el presidente de EE UU, Trump, desde hace varios días. Ha sido una acción muy diferente a la de abril de 2017 cuando, también como respuesta al empleo de armas químicas por el régimen sirio, dos destructores portamisiles norteamericanos (USS Porter y USS Ross), basados en Rota, bombardearon desde el Mediterráneo Oriental instalaciones militares sirias con misiles tomahawk.

Siempre resulta muy atractivo para el respetable conocer si en una acción militar se emplearon tales o cuales medios. Pero, en esta ocasión, pienso que eso es poco relevante. La operación militar de hoy ha sido, más que nunca en los últimos tiempos, una respuesta de significado esencialmente político. No hay que olvidar que la fuerza militar no es un fin en sí misma, sino un instrumento de la política.

Esta operación tripartita contra el régimen sirio vuelve a poner sobre la mesa un tema de derecho internacional de largo alcance.

En un análisis de urgencia, se podrían destacar dos aspectos militares esenciales. El primero es que el ataque ha sido una operación conjunto-combinada, ejecutada desde rampas aéreas y navales de EE UU, Reino Unido y Francia. Es decir, con la participación activa y coordinada de tres de los cinco miembros permanentes del CSNU y, a la vez, las tres únicas potencias nucleares de la OTAN. Y el segundo es que los bombardeos se han producido exclusivamente contra objetivos de la estructura química del régimen sirio.  En definitiva, ha sido una operación militar de enorme carga e impacto político, así como extraordinariamente selectiva para evitar daños colaterales, de imprevisibles consecuencias, a las fuerzas rusas destacadas en Siria.

Esta operación tripartita contra el régimen sirio vuelve a poner sobre la mesa un tema de derecho internacional de largo alcance. Es la legitimidad o no del empleo de la fuerza ―sin que medie una resolución del CSNU que lo autorice―,  por parte de una nación o grupo de ellas, contra otra nación soberana, aunque sea por la sospecha del uso criminal de armas químicas. Un tema que no es de orden menor al que debería darse respuesta, para evitar el paulatino descenso que sufrimos hacia la ley del más fuerte y, por tanto, a la selva.

Otro aspecto a destacar es que esta acción militar, exitosa desde el punto de vista exclusivamente operativo, viene a revitalizar a la OTAN. Hoy sus cuarteles generales, medios de inteligencia y demás parafernalia están en un estado avanzado de alerta real, frente a las potenciales intenciones de respuesta de Rusia tras el castigo infligido a su protegido Al Assad. Desarrollado además en un territorio vital para la estrategia rusa hacia la OTAN, el Mediterráneo y Oriente Medio. No es por alarmar, pero no descartaría alguna reacción militar dirigida desde el Kremlin, que habrá que esperar sea también muy selectiva.

Tampoco puede olvidarse que si había alguna duda sobre la acelerada reproducción de la Guerra Fría en el mundo de las relaciones internacionales, tal duda ha quedado hoy despejada.

No hay duda tampoco que con esta operación, para bien o para mal, se consolida la credibilidad de Trump como líder del llamado “mundo occidental”. No solo ha logrado vincular a la operación al Reino Unido ―lo que no habrá sido particularmente difícil―, sino también a Francia ―lo que ya parece más complejo y meritorio de lograr―. Tras la operación, ha ganado enteros la credibilidad de un líder político bastante peculiar que, sorprendentemente, hace lo que dice que va a hacer.

Tampoco puede olvidarse que si había alguna duda sobre la acelerada reproducción de la Guerra Fría en el mundo de las relaciones internacionales, tal duda ha quedado hoy despejada: las dos grandes potencias del pasado reciente vuelven a dirimir sus conflictos en escenarios periféricos. En este caso, en el machacado y sangriento campo de maniobras sirio.