The news is by your side.

Solo los locos buscan lo imposible

Sigo buscando a Gregorio. En el cementerio de Sevilla me dicen que esta persona no aparece registrada entre los años 1938 y 1941.

 

Si de algo puedo considerarme culpable es de haber mostrado cierta lentitud y torpeza a la hora de comprender el mundo que me rodea. El devenir de los acontecimientos marcó el ritmo de aprendizaje, la torpeza solo puedo atribuírsela a factores internos. No obstante, nunca me resigné y la autocomplacencia no es uno de mis defectos.

A lo largo de estos años siempre he tenido la sensación de no ver más allá de mis propias narices, de estar ciego o, dicho de otro modo, de estar enterrado en barro hasta las cejas. No entendía lo que ocurría ni el porqué de ciertos usos y costumbres.

 Formas parte del rebaño, es algo   inevitable. Familia, escuela, iglesia, municipio, estado.  Una férrea estructura que te adjudica desde el nacimiento una posición dentro del sistema de clases sociales. Un complejo entramado de compartimentos estancos hace que, según avanzas en tu desarrollo personal, accedas de un cercado a otro a través de   un enrevesado   laberinto que   te lleva a deambular llamando puerta a puerta hasta que finalmente alguna se abre y te permite pasar al siguiente recinto, tan laberíntico como el anterior. Y así sucesivamente en una diabólica rueda que, como todas las ruedas, te devuelve al final de tus días al inicio del recorrido sin que hayas podido ver, tan siquiera, las verdaderas dimensiones del prado donde has estado pastando todos tus años

Hay quienes consiguen saltar la valla. Unos por méritos propios, otros con la inestimable ayuda de los que ya intuían que detrás de la puerta verde se escondía el verdadero secreto de nuestra existencia.

 

Es imposible abandonar el rebaño

Qué habrá detrás de la puerta verde. Otra puerta verde. Lo saben los que han dado ese fundamental paso. Pero desde aquí se ve mejor el horizonte. O eso que pensamos que es el horizonte. Sin embargo, lo que se deja atrás nos parece lejano, simbólico. No entendemos como hemos podido estar tan ciegos y permanecer tanto tiempo entre tinieblas. Ahora estamos aquí, más cerca de la luz. Y esa luz proviene de los que nos guían. Ellos irradian esperanza como el faro al velero durante   la tormenta. El rebaño tiene pastos frescos y agua y ahí deberían acabar sus preocupaciones. El buen pastor cuida a su comunidad. La abastece de lo necesario. Guía sus pasos por los peligrosos caminos de la vida. Detrás del cercado te acechan lobos y víboras. No sabrás encontrar refugio, pastos frescos ni agua. La noche hará que pierdas el sendero y te despeñes en cualquier acantilado. No seas díscolo y sometete.

Es imposible abandonar el rebaño. Solo los locos buscan lo imposible. Quizá sea un loco que busca su propia luz. He saltado muchas vallas. No hay puerta verde. Era un trampantojo. Detrás no hay nada. Es el mismo cercado. Con el mismo pastor. Quiero salir, pero no se donde estoy.

Solo tengo deseos de: “Pisotear hasta pulverizar el prejuicio, la tradición, la antigüedad, el consentimiento generalizado, la autoridad, en una palabra, cuanto subyuga la mente del rebaño”. (Denis Diderot)

Miro hacia atrás. No distingo nada, todo es confuso, no me reconozco entre mis congéneres.

A quién o a qué he estado siguiendo todo este tiempo. He hecho lo que debía, pero ya no formo parte del rebaño.

Qué debo hacer ahora. Saltar más vallas. Abrir más puertas. Recapacitar. Cuestionar todo cuanto he hecho. ¿Acaso fui buen hijo? ¿O buen padre? ¿Hice bien mi trabajo? ¿Fui honesto? ¿Extorsioné a alguien? ¿Acusé falsamente?

 

Sigo buscando a Gregorio

Sigo buscando a Gregorio. En el cementerio de Sevilla me dicen que esta persona no aparece registrada entre los años 1938 y 1941. Me dirijo a la parroquia de San Julián. Una bonita iglesia de estilo gótico mudéjar que procesiona solemnemente el Domingo de Ramos a la virgen de la Hiniesta, patrona del Ayuntamiento de Sevilla. El amable amanuense que me atiende busca en los libros de difuntos entre los años 1930 y 1941 y Gregorio no aparece. El párroco, que asiste ausente a la conversación acaba resoplando que, a los suicidas el canon prohibía que se les diese cristiana sepultura.

Busco el Código Canónico de 1954. Libro tercero: De las cosas. Parte Segunda: De los lugares y tiempos sagrados. Sección Primera: De los lugares sagrados. Capítulo III: de aquellos a quienes se ha de conceder o negar la sepultura eclesiástica.

Canon 1240. 1: Están privados de sepultura eclesiástica a no ser que antes de la muerte hubieran dado alguna señal de arrepentimiento: 3º Los que se han suicidado deliberadamente. 6º Otros pecadores públicos y manifiestos.

Canon 1241. Al que haya sido excluido de la sepultura eclesiástica, se le negarán asimismo tanto cualquier Misa exequial, aún las de aniversario, como otros oficios fúnebres públicos.

Canon 1242. Si puede hacerse sin grave incomodidad, al cadáver del excomulgando evitando que, contra las prescripciones de los cánones, sea enterrado en lugar sagrado ha de exhumársele, observado lo que prescribe el canon 1214, y se enterrará en lugar profano de que habla el canon 1212.

Canon 1212. Además del cementerio bendecido, habrá, si es posible, otro lugar cerrado también y custodiado, donde se entierren aquellos a quienes no se concede sepultura eclesiástica.

 

Lo tiraron por la tapia

Esto nos dice que, a la mayoría de las muertes violentas, pero especialmente a los suicidas, la iglesia e incluso el pueblo, no sólo les negó la sepultura cristiana, sino también cualquier tipo de duelo y oraciones o misas.

Sabemos incluso que para evitar que la muerte pudiera detener el curso de la justicia, se llevaba al muerto a los tribunales. Si se trataba de un suicida el cadáver era arrojado fuera del cementerio.

A Gregorio lo debieron tirar por la tapia del cementerio en alguna fosa a medio escavar. Era medio día, sin testigos. Nadie preguntó quién era o como se llamaba. Solo un trozo de carne que se tapó con una fina capa de grava. Y sobre ésta, mas cadáveres y más grava. Nadie apuntó su nombre. Al deshacerse del cuerpo de este modo tan inhumano y tan poco piadoso se consigue eliminar cualquier vestigio del crimen. Gregorio dejo de existir para la vida y para la historia. No hay memoria para los infelices.

 

Imposible que los malos no comentan maldades

Durante años mi trabajo me llevó a perseguir a los malvados. Lo hice con energía, con la fuerza que da saberse en el lado de los buenos. La fuerza de la razón. Solo los locos persiguen lo imposible. Imposible es que los malos no cometan maldades. He debido estar persiguiendo una quimera.

Malos hay de muchos tipos y los encontramos en cualquier parte; en la calle, en tu barrio, entre tus vecinos, entre tus amigos, en la administración. Ahora toca buscar a los responsables de la muerte de Gregorio. Parece que no será fácil. Ya contaba con eso. Pero no decaeré en mi ánimo. Lucharemos contra la desidia de la administración, la displicencia y la apatía de los malos funcionarios que, desde sus poltronas piensan como el ladrón, que todos son de su condición. Incluso piensan que el que roba a un ladrón tiene cien años de perdón. Todo se justifica si es por el bien del rebaño.

Unas veces he   sido lobo y otras cordero. En mi papel de lobo he entrado a degüello en las entrañas de alguna organización y varias administraciones públicas. El buen pastor defiende su rebaño con el garrote y la ayuda de sus mastines. El líder político, en cambio, intenta evaluar la situación y no duda en abandonar a su suerte a las cabezas heridas, apartándolas del resto. Imagina que el lobo se saciará con dos o tres buenas piezas y dejará a salvo el grueso del rebaño y que, de ninguna manera, llegará a la cabeza del líder.  En algún caso acertó el político, pero fueron muchas las cabezas puestas a los pies del lobo para salvar la suya propia.

Cuando cumples con tu obligación, te debe ser indiferente tener frio o calor, dormitar o haber dormido bien, oír hablar bien o mal de ti, morir o hacer cualquier otra cosa. Porque incluso el acto en el que morimos forma parte de los actos propios de la vida, y también en ese momento es suficiente hacer buen uso del presente. (Marco Aurelio)

 

Memoria selectiva o amnesia colectiva (y III)