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Solo mujeres

Lola Álvarez, Periodista
Lola Álvarez

He esperado a que pasara la catarata de opiniones y comentarios. Quería dejar reposar los pensamientos antes de darles salida y compartirlos desde este rincón. Y ya es hora.
Me refiero al debate que montó Antena-3 TV hace unos días y en la que, con Vicente Vallés como moderador, invitaron solo a candidatas, en representación de los cuatro partidos políticos mayoritarios. Un dato: solo dos de las cuatro, se presentaban a las elecciones y ninguna encabezaba lista.
Para evitar suspicacias vaya por delante que, aquí, la que suscribe, se siente profundamente comprometida con la causa feminista. Dicho esto: el debate no me gustó.
La primera en la frente. Desde que empecé a ver las promociones (el slogan “Primero, las mujeres”, ya sonaba casi pre-democrático) no entendí a qué venía montar, a estas alturas de nuestra historia política, un debate sólo de mujeres. ¿Cuál era su objetivo? ¿Acaso hay una política sólo para mujeres y otra solo para hombres? ¿Temas que solo pueden debatir uno u otro sexo? ¿No se trata de discutir sobre las propuestas que presentan las distintas opciones para hacer frente a los temas que preocupan a la ciudadanía…? ¿Y si era para hablar de los temas que nos interesan a todos – y a todas-, porqué hacerlo sólo con voces de mujer? Mucho me temo que todo lo que había en el fondo era algo de postureo mezclado con mucho de rancio marketing televisivo.

El debate discurrió tan previsible como penoso. ¿Dónde estaba la diferencia? En ninguna parte. ¿Qué aportaron? Nada nuevo. La educación, la sanidad, la cultura y la economía brillaron por su ausencia (¿cuestiones, solo para hombres?).

Lo vi, temiéndome lo peor. Y pasó. Cada una desde su esquina ideológica, se limitó a repetir, disciplinadamente, los viejos marcadores partidistas y – si me apuran- hasta los mismos viejos tics de palabra y gestos, de sus compañeros varones. El debate discurrió tan previsible como penoso. ¿Dónde estaba la diferencia? En ninguna parte. ¿Qué aportaron? Nada nuevo. La educación, la sanidad, la cultura y la economía brillaron por su ausencia (¿cuestiones, solo para hombres?).
Perdieron la oportunidad de sorprender a la audiencia y hasta a sus propios partidos, si se hubieran atrevido a romper los esquemas, saliéndose del guión establecido para – mirando cara a cara al público catódico – cantarle, unidas, las cuarenta hasta al mismísimo lucero del alba y ofrecer a la gente un compromiso conjunto contra la desigualdad, la injusticia y la desesperanza. Eso sí que habría sido un auténtico campanazo, pero no lo hicieron. Puro sueño.
Todas se limitaron a desempeñar el papel que de ellas se esperaba. Voilá: la vieja política de siempre, con pantalones o con falda. Un debate solo de mujeres para evidenciar aún más si cabe, un techo de cristal que algunos quisieran mantener eternamente inalterable.