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Stanley G. Payne: del veto franquista al anatema antifranquista

Franco prohibió sus libros, pero hoy vota a Trump y alaba a Pío Moa

Este domingo, 9-S, cumple 84 años Stanley George Payne, nacido en Denton, Texas. A partir de ahora -y como era usual-, diremos Stanley ‘G’ Payne: ‘Stanley yyi Payne’ en la pronunciación española. Desde 1965, el profesor hispanista Payne, catedrático emérito de Historia en la Universidad de Wisconsin-Madison, ha publicado como una veintena de libros sobre la historia de España y Europa contemporánea. De la etapa ‘clandestina’ de Payne, a la que inmediatamente se aludirá, nos quedan joyas historiográficas como ‘Falange. Historia del fascismo español’ (1965) o ‘Los militares y la política en la España contemporánea’ (1972).
Estos dos libros, ambos publicados por la Editorial Ruedo Ibérico (Éditions Ruedo Ibérico, ERi, con fondos del recien fallecido abogado Antonio García-Trevijano), estaban absolutamente prohibidos -‘reseña negativa’- durante el tramo final del régimen franquista.
Sólo por situar. Entre septiembre y octubre de 1975, ya en plena agonía de Franco y entre los disturbios ocasionados en Europa por los últimos fusilamientos de la Dictadura (septiembre de 1975), el arriba firmante adquirió en Amsterdam -además de una equipación del Ajax que Johan Cruijff había dejado en 1973-… estos dos libros citados, en una librería para los (numerosos) exiliados y emigrantes españoles que había en aquellos Países Bajos. Entre ellos, Blas Infante García, hijo del notario Blas Infante Pérez.

 

 

Aquellos dos ‘Paynes’ viajaron a España entre el forro del doble fondo de guata de un tabardo verde oliva de la Wehrmacht, comprado también en Amsterdam, en tiendas de viejo, de ropa usada.

 

Por cierto que el transporte y acarreo de los libros a través de dos fronteras -en tren- le acarreó al firmante (ya a la llegada, claro) una buena reprimenda del familiar que ejercía como compañero de viaje: si las obras de Payne hubiesen salido a la luz en cualquier aduana, muy probablemente habría tomado cartas en el asunto el temible y extinto TOP, Tribunal de Orden Público. Y entonces… cualquiera sabe.
En ‘Los militares…’ fue donde algunos universitarios de los años 70 podían leer -en una clandestinidad que ya se resquebrajaba- descripciones como esta (proveniente de Arturo Barea) absolutamente inaceptables en vida del Generalísimo. Payne citaba estas frases de un legionario de las campañas de África y también usaba con frecuencia el diminutivo jocoso de ‘Franquito’. Veamos esas frases, tremenda descripción que en los años 60 y 70 atraía escándalo y censura:
«Créeme, es un poco duro ir con Franco. Puedes estar seguro de tener todo a lo que tienes derecho, puedes tener confianza de que sabe dónde te mete, pero en cuanto a la manera de tratar… Franco se queda mirando a un fulano con unos ojos muy grandes y muy serios y dice: … ‘Que le peguen cuatro tiros».

 

Payne pisó por primera vez España en 1959, tras haberse reunido con exiliados en EE UU, como Joaquín Maurín. Conoció personalmente a Dionisio Ridruejo y, en París, a José Antonio Aguirre y Rodolfo Llopis. De todos ellos -y de autores como Barea- fue sacando material para sus libros. Cinco décadas después, en pleno ‘revisionismo’ (?) podemos leer párrafos como este, de la historiadora republicana María Rosa de Madariaga:

 

«Desde que se alineó abiertamente con el club de los pseudohistoriadores neofranquistas, cuyo jefe de fila es sobre todo hoy Pío Moa, Payne ha perdido toda su credibilidad, y, sin desdeñar ni mucho menos todo lo que escribió en el pasado con valor científico, es indudable que nada de lo que dice hoy puede tomarse en consideración desde el punto de vista de la historiografía científicamente fundamentada en bases serias y rigurosas».

 

Y así justifica Madariaga sus palabras: «En 2003, publicaba Pío Moa su libro 1934: ‘Comienzo de la Guerra Civil. El PSOE y la Esquerra emprenden la contienda’, con un Prólogo de Payne, en el que éste realizaba un encendido elogio del pseudohistoriador al que consideraba ‘el historiador español que está hoy mejor calificado para analizar la insurrección de 1934”.
En 2017, Payne ganó el Premio Espasa, ‘desmontando mitos y leyendas negras’ (‘El País,16-9-2017), con la obra ‘En defensa de España, desmontando mitos y leyendas negras’. ‘El País’ también destacaba las obras ‘Franco, Biografía personal y política’ y ‘El camino al 18 de julio’ y se refería a las condecoraciones del hispanista de Texas, catedrático en Wisconsin-Madison: por ejemplo, la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica y Doctor Honoris Causa por la Universidad Rey Juan Carlos. Pero también citaba estas palabras de Payne, que aparecian en ‘Franco, mi padre’, las memorias de la ya desaparecida Carmen Franco Polo:

 

«La insurrección y la Guerra Civil fueron provocadas deliberadamente por la izquierda, y habrían tenido lugar igualmente con la participación de Franco o sin ella”, afirma Payne (con Jesús Palacios) en esas memorias de de la hija del Dictador, antes de hacer observar: “Debe tenerse en cuenta que fue el Frente Popular, y no Franco, el que creó unas condiciones de Guerra Civil haciendo un uso arbitrario del poder en 1936».

 

«La de España es una historia que a menudo se ha distorsionado y, sin duda, es la más distorsionada de Occidente. Las dos polémicas más importantes del presente en España, como son la relativa a la nación y la que se centra en la Guerra Civil y en el franquismo, quizá no tengan una solución… España es el único país occidental, y probablemente del mundo, en el que una parte considerable de sus escritores, políticos y activistas niegan la existencia misma del país», declaraba Payne al tomar posesión del Premio Espasa.
En ‘El Español’, en 2017, Stanley G. Payne se declaraba ‘votante de Trump’ y lo explicaba así: «Sería más fácil destituirle a él que a ella (Hillary Clinton)… Franco presidió una gran época de paz en el país… durante los últimos años del franquismo lo pasábamos muy bien… hay historiadores extremistas que imponen una visión de pensamiento único izquierdista». Tras presentar su libro ‘365 momentos clave de la historia de España’, Payne se definia de este modo: «Yo me sitúo en la búsqueda del equilibrio objetivo entre los dos puntos de vista… No hay cuestiones sin resolver (de la Transición), han surgido nuevas demandas y exigencias. Pero son propias del siglo XXI y no existían en los setenta».
Sobre la Memoria Histórica, esta era la opinión del ‘nuevo’ Stanley G. Payne… ya sobradamente octogenario:

 

«En la campaña electoral de 1993 y por primera vez, Felipe González, para mí el presidente socialista más positivo, rompió con los acuerdos de la Transición y utilizó la Historia como arma política. Dijo que no se podía votar al partido conservador porque son los mismos franquistas. Fue un intento de estigmatizar y de evitar que Aznar ganara… (la Ley de Memoria Histórica) es un arma política muy negativa. Los gobiernos democráticos no pueden hacer leyes de Memoria Histórica. La Historia es obra de los historiadores, no de los políticos. Hablar de Memoria Histórica es un oxímoron, una contradicción en términos, no puede existir, la memoria es personal y subjetiva».

 

Eso, aunque también admitió: «Me parece lógico que con el paso de los años, el callejero de Franco no se quiera mantener. Es inevitable. Pero que sea forzoso eliminarlo todo es antihistórico».

Y… así se escribe la Historia: pocas veces ha resultado tan apropiada una frase hecha. Ángel Viñas, otro mito de los historiadores, arremetió así contra el reciente temario de Payne: «Cómo dar gato por liebre a base de banalidades». Citado por ‘El País’ cuando el Premio Espasa de 2017, Stanley G. Payne resumía: «En la España formalmente democrática desde 1977 se ha instalado un sistema de corrupción sin límite que afecta a todas sus instituciones… pero Franco podría considerarse no solo el gobernante individual más poderoso de la historia de España, sino también el modernizador definitivo de su país y el líder que alcanzó mayor éxito de todos los aspirantes a las ‘dictaduras de desarrollo’ del Siglo XX”.

Cada cual es libre de pensar lo que quiera. Pero uno recuerda aquel viaje con la ropa del Ajax y los dos libros de Ruedo Ibérico en el doble fondo del viejo tabardo verde oliva de la Wehrmacht… y la adrenalina vuelve a dispararse como en aquellos días de halcón de octubre de 1975. Eso fue gracias a Stanley G. Payne, el viejo profesor mutante de la Universidad de Wisconsin-Madison. Asi se escribe la Historia. Del veto franquista al anatema antifranquista. Ese sería otro libro: ‘La Prodigiosa Mutación de Stanley G. Payne’.