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¿Por qué suben y bajan las mareas?

Viajar desde el Sur y desembocar en cualquier Puerto, es reconocer que la vida está llena de lindos momentos que no puedes dejar pasar.

Dicen que ha subido la marea y no se puede navegar… canta Owem-G en El circo
de la vida
. Hay que controlar las mareas. En el amor pasa como en las corrientes, todo son complicaciones. La culpable final de que tengamos mareas es la atracción gravitatoria que ejercen los astros que nos rodean, lo sabes, ¿verdad? Pues como resultado están las trayectorias elípticas seguidas por la Luna y la Tierra. Sí, ésta que pisamos y que gira inclinada sobre su eje, hace que te vuelvas imprudente o seducido. Venir del Sur te da la ventaja de mirar la Luna y descubrir que las mareas solares no llegan a alcanzar ni la mitad de la altura que las provocadas por la Luna en tu epicentro. Aunque inequívocamente has sentido que te falta el aliento en algún instante.

¡Qué otra cosa sino un mar es la marea de pasión cuyas fuentes se hallan en nuestra propia naturaleza!Mary Shelley

 

Hay mujeres que son mareas vivas con luna llena o con luna nueva y provocan la suma de las fuerzas gravitacionales de los dos astros que están alienados y tú, retumbas. Otras que llegan durante los cuartos lunares, los menguantes o los crecientes acompañadas de esas fuerzas que se van compensando y te explosionan. ¡Boom! Aunque las que se quedan son las otras, con sus mareas más bajas y sus mareas muertas…

 

Contra viento y marea a la mar, madera

 

Hombres que observamos bajo el 23,27º, la coincidencia geométrica de como dos personas ocupan el mismo plano, como el sol y la Luna en pleno equinoccio, descubren la marea de equinoccio más importante del año. No es nada fácil, pero en pleno mes de enero sucede y en julio se repite, no obstante un poco más débil. Es lo que tiene la distancia, el sol ya estará lejos, si acaso una marea imposible de controlar.

 

Él la miró por primera vez en el tiempo exacto que dura un suspiro

 

Ese momento en el que sufres un viento fuerte y constante en dirección a la costa, a la altura de la marea que te hará tambalear, atravesado por una mirada.

En tu navegar encontrarás cientos de faros pero un único, transfigurado en baliza, te ofrecerá seguridad manteniéndose encendido por si lo necesitas, pese a que tú ni te darás cuenta. Y reaccionarás ante la zozobra, cuando, como barco a la deriva frente a la marea, quieras enviarle señales por aquello que la mar se ha antojado en enviarte la tormenta y entonces, descubres que tu guía se habrá encarnado en la paradoja de la lámpara de Thompson.  No sabrás si está encendida o apagada…solo la verás desaparecer.

Hay hombres que soplan provocando mareas bajas y, otros, venidos de la Bahía de Mont Saint-Michel, ellos y sus diferentes particularidades. Deberían llevar mareógrafos, así mediríamos los fenómenos atmosféricos que provoquen y predecir para poder arribar. Poder colocarlos a la altura de la marea y descifrar, ojos verdes son la mar, ojos azules, el cielo; ojos castaños, la muerte y ojos negros, el infierno.

 

Nos encontramos en una corriente donde debemos remontar la marea. La tristeza también es una ola.Rainer María Rilke

 

Y mientras en alta mar hallas mar bella, mar llana, mar cavada, que ya cita «El Victorial», mar gruesa, mar picada, arbolada o rizada. Las que no llegan al metro, éstas se pueden amplificar considerablemente al propagarse hacia las costas continentales. Donde a son de mar, a son de corriente, a son de puerto, al agua del mar, destapará al que en tierra camina hacía su confín, que es la orilla.

Ellas querrán bañarse en la mar, sumergirse, navegar hacia alta mar o mar en fuera. En busca de esos lobos de mar insolentes aunque para algunos, la honrada clase de hombres de mar. A los que les gusta noruestear, capitanear, almirantear y cómo no marinear, como si treparan por una botavara.

 

Apareció ella como una marejadilla, con esa magnitud de la escala internacional del oleaje perfectamente determinada

 

Ventenada. Salvada. Con arena en los bolsillos, con el fruto de mar y dos castillos en proa y uno en popa. Mujer monzón, cual tornado, ventarrón temible de Guinea, raro y devastador torbellino viento en popa a toda vela. Tras los pasos de un marino a la deriva, metiendo el remo. A palo seco, capeando el temporal tiró por la borda armando un zafarrancho a pique de un romance que naufragará.

Seducidos con mucha envergadura entre las tablas del embarcadero con el corazón, residencia del valor y del heroísmo. Subieron a la lancha cañonera. Era el pañol de la pólvora un continuo latido taquicárdico. Ella con el azul del cielo en sus ojos, se recuesta calladamente. Allí donde el agua golpea salvajemente sobre las rocas. Las manos de su amado recorrieron con paciencia, confianza y lealtad cada palmo de su resaca. En ascenso y caía al nivel del mar.

Intentaron equilibrar el ascenso y la caída del vaivén de las olas. Hasta que el tsunami se interpuso en su camino. Lo dijo Pessoa: navegar es preciso, vivir no es preciso. Al desembarcar sintió el «mal de tierra», todo se movía bajo sus pies. ¿Por qué suben y bajan las mareas? Quien no se embarca, no se marea.