The news is by your side.

Esos supositorios atómicos que nos meten por Gibraltar

Pepe Fdez
Pepe Fernández

Nueve días después del accidente protagonizado por el submarino nuclear británico HMS Ambush en aguas territoriales españolas, cerca de Gibraltar, nadie sabe absolutamente nada de lo que verdaderamente ocurrió ni el alcance en materia de seguridad del choque del sumergible de propulsión atómica con un desconocido mercante que cruzaba por aguas del Estrecho.

A las pocas horas de la colisión, el gobierno español en funciones, lanzó las campanas al vuelo y nos contó que el ministro de Defensa inglés le había trasladado a su homologo español, Pedro Morenés, que “sorry”, que sentían mucho «el roce» del submarino con el mercante. Unas disculpas que, inicialmente, sonaron raras porque nunca antes el Reino Unido se había mostrado tan rápido y sensible ante situaciones similares. En todo caso fueron bienvenidas, dando la sensación de que los británicos del postbrexit se tomaban más en serio su política de vecindad con España, desde luego por lo que pueda ocurrir con los llanitos, previsiblemente enrejados otra vez a medio y largo plazo.
Ahora bien, ha pasado más de una semana y mientras media España está tumbada al sol, los habitantes del Campo de Gibraltar, cerca de 500.000 en esta época repartidos en los escasos siete kilómetros cuadrados de la comarca, se han convertido en la avanzadilla ciudadana ante un escenario de potencial peligro como tanta y tantas veces en estos años.

 

No es la primera vez

Desde luego no es la primera vez que ocurre, por desgracia, pero sí es el primer accidente de estas características que presenta síntomas de que no se nos está contando toda la verdad.
Uno de los aspectos más llamativos es que, a estas alturas, nadie ha hablado con el capitán del buque mercante que sufrió el “roce” (así lo definió el Ministerio de Defensa británico) a las 13,30 del martes día 20. No conocemos ni siquiera el nombre del mercante, ni su bandera, ni donde puede estar a estas alturas. ¿Tan difícil está resultando para los grandes medios de comunicación localizar en cualquier puerto del mundo ese testimonio tan importante? Oficialmente las autoridades británicas han señalado que «Estamos en contacto con el barco mercante y las indicaciones iniciales son que no sufrió daños”. Punto, nada más.
Informativamente hablando, el suceso, se ha quedado en la breve y puntual presentación de disculpas – «sorry» – seguido del más puro hermetismo de las autoridades competentes. Eso sí, de forma machacona, se ha dicho que lo sucedido no presenta ningún riesgo para la seguridad de los andaluces del entorno.
Exactamente lo mismo que se dijo en junio y marzo pasado, cuando submarinos  nucleares, entraban y salían del puerto del Peñón  como Pedro por su casa. Los submarinos clase Astute de la Marina Real son las embarcaciones británicas de este tipo más grandes y avanzadas. HMS Ambush tiene 97 metros de eslora y está cargado con torpedos y misiles crucero tipo Tomahawk.

 

Andalucia, el faro de Occidente de la OTAN

Los ecologistas de Verdemar, ante la pasividad inicial de las autoridades competentes, optaron por embarcarse a las pocas horas del accidente y realizar mediciones en las aguas afectadas por si hubiesen restos de radioactividad. El resultado fue negativo. También los realizados por el Consejo de Seguridad Nuclear y la Armada, según ha tranquilizado Antonio Sanz Cabello, delegado de Gobierno en la comunidad.
Andalucia se ha transformado, por razones geoestratégicas, en un escenario defensivo fundamental para la OTAN.
Rota, Morón y Gibraltar convierten nuestro territorio en una gran base militar de operaciones de primer orden; riesgo que con resignación asumimos los andaluces, especialmente los que viven cerca de dichos enclaves militares.
En octubre del año 2000, hace dieciséis años, otro submarino se averió y recaló en Gibraltar para su reparación. Se trataba del famoso HMS Tireless de la Marina Real, todo ello tras descubrirse una grieta en un tubo de refrigeración cerca de su sector nuclear.
El entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, se permitió decir en Moncloa, ante su colega de las Azores, Tony Blair, con cierta ironía, que la avería del Tireless “evidentemente, era más divertido cuando cantábamos submarino amarillo”.
«A Aznar puede que la haga gracia el asunto, a nosotros no», apostilló tajante el entonces portavoz socialista Jesús Caldera.
A la gran tormenta política desatada en Madrid a cuenta de este asunto, en Andalucía las descargas eléctricas fueron de las que se recuerdan al cabo de las décadas.

 

Chaves y el PSOE en contra y a favor del Tireless

Aquí, Manuel Chaves, lideró una campaña popular y política para que el submarino abandonase Gibraltar cuanto antes. Se creó una muy activa Plataforma Antisubmarino del Campo de Gibraltar y todo concluyó en una gran manifestación, liderada fundamentalmente por las figuras más relevantes del socialismo andaluz y la izquierda andaluza en general.
Ni que decir tiene que los del PP de entonces, con la gaditana Teófila Martínez como presidenta regional, estuvieron todo el tiempo achantados en el rincón, sin que el ejecutivo Aznar les dejase un resquicio de salida digna, un respiro, en un asunto tan sensible para la población como aquel. Chaves ordenó incluso la presentación de una querella contra el presidente José Maria Aznar, algo que se hizo en un juzgado de La Linea y que fue finalmente rechazada por razones de territorialidad jurídica.
Pasarían tan solo cuatro años, el 9 de julio de 2004, para que el famoso submarino Tireless volviera nuevamente a la dársena de Gibraltar.
La batalla política que se desató por segunda vez fue muy similar a la de cuatro años antes, pero esta vez con un gobierno socialista presidido por José Luis Rodriguez Zapatero y con Manuel Chaves tirando balones fuera frente al PP que, ahora, les acosaba por sus contradicciones.
Juan Ignacio Zoido, entonces Secretario General de Javier Arenas en el PP-A, fue el ariete político contra el presidente pancartista de la Junta, comparando la beligerancia del presidente andaluz solo cuatro años antes con estas palabras «Chaves abanderaba las manifestaciones» en las que profería «insultos» y «continuas ofensas a Aznar», mientras que hoy «mantiene un silencio cómplice y sumisión partidista a los intereses de Zapatero» y aseguró que «no lo veremos al frente de la pancarta».

 

Puro electoralismo

Este dejá vu que tuvo que soportar la ciudadanía, con el bipartidismo instalado en el y tú más, dio pié a que tomase cuerpo la idea general de que nunca existió verdadero interés por el poco o mucho miedo o riesgos de los campogibraltareños. Todo fue electoralismo, puro teatro.  Y todo se confirmaría años despues.
Tendrían que pasar una docena de años, ahora mismo, para confirmar que, efectivamente, aquellas dos broncas con el submarino nuclear al fondo de la Bahia de Algeciras, formaron parte de estrategias partidistas, nunca en favor del interés general.
No se explica, por tanto, que la Junta de Andalucía, cuya presidenta es la máxima representante del Estado en la comunidad, no tenga ni arte ni parte en este problema. Quizás dos o tres declaraciones de manual para salir del paso con obviedades, pero ni siquiera una llamada al embajador británico – cosa que sí hizo Chaves– para decirle, una vez más, que ya está bien y que se llevaran tan peligroso «puro».
Si la presidenta de la Junta tiene información directa desde el gobierno de la situación real, malo. Porque no la está trasladando a la opinión pública. Y si, por el contrario, no existe esa fluidez de información institucional pues peor, porque demuestra el desprecio que, cuando interesa, le tienen algunos en la Villa y Corte al Estado de las Autonomías. Desde luego lo que no ha existido desde la Junta y el PSOE-A es una actitud combativa contra el hecho, ilegal por los tratados internacionales, de convertir Gibraltar en un taller de guardia de reparaciones nucleares.
Pero Susana Díaz está en lo que está y no se manchará políticamente invadiendo competencias tan sensibles del Estado. Ella, que finalmente parece aspirar, aún agazapada, a tomar el control federal de su partido. Además, la crisis política en Madrid y la intensificación de los ataques yihadistas en Europa, son asuntos lo suficientemente potentes como para que a los ciudadanos deje de preocuparles el parking habitual de submarinos nucleares que tenemos junto a Algeciras, San Roque, Los Barrios y La Línea.
Oficialmente el mensaje que se transmite es el de “tranquilidad”, que todo está bajo control, pero una semana después del accidente nos desayunamos con imágenes de la descarga, mediante una grúa de pluma móvil, de los misiles de crucero Tomahawk, los torpedos Spearfish o los misiles antibuque Harpoon con los que está equipado el submarino HMS Ambush. Desde luego ahora sí que tenemos sobre el territorio que compartimos armamento nuclear. Técnicamente podrían serlo pero es tanto el secretismo reinante. Ahí se recoge en la imagen publicada este miércoles por El País.
Mientras la Andalucia oficial sestea en un asunto tan delicado, la oposición no existe. Ni siquiera la izquierda más radical ha levantado la voz para protestar por la cantidad de supositorios atómicos que nos están metiendo a los andaluces por el peñón de Gibraltar. Hoy se nos anuncia que Inglaterra se lleva el submarino «sin reparar». Confiemos en que no se dejen esos supositorios tan letales y los vuelvan a cargar en el submarino.