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Susana Sánchez

Javier_Menezo
Javier Menezo*

No, no se me ha ido la mano con las celebraciones navideñas y he equivocado nombre o apellido. Me refiero, con ello, a la posibilidad que más quita el sueño a la futura Secretaria General del Partido Socialista. Que lo será. Lo sabemos desde hace tres años. Parte por impulso propio, ya saben eso de que para quien ambiciona el poder no hay posición intermedia entre la cúspide y el precipicio. Parte empujada por quienes despreciaban al ex secretario general. Como Zapatero, el último jarrón chino -que diría González- en ser paseado en exhibición itinerante.

Lo de Zapatero ha sido la gira de reparación. Hasta el extremo de que en la reescritura de la reciente historia del PSOE, aparece como un triunfador idealista. No lo dudo, pero no puedo evitar recordar la frase de Cioran que empieza así: los idealistas arruinan a los pueblos. Lo cierto es que el declive del PSOE se inició con él, un detalle al que no ha querido aludir y lo entiendo. Yo también echo la culpa de mis errores a otros.

 

Lo de Zapatero ha sido la gira de reparación. Hasta el extremo de que en la reescritura de la reciente historia del PSOE, aparece como un triunfador idealista.

 

Pues bien, tras tres años de darle ánimos, parece que el billete de AVE Sevilla-Madrid está comprado. Aunque tiene desesperados a algunos fans ante la continua dilación en anunciarlo, es lógico. Susana Díaz es alguien que, si tuviera que rellenar un certificado de empresa, pondría en categoría profesional, político. Un fenómeno ni raro, ni exclusivo de España. Hace años Anthony King publicó un pionero análisis, la ascensión de los políticos profesionales. En él comprobaba como los políticos que no eran de carrera, esto es, los que habían hecho alguna otra cosa antes de dedicarse a la política, habían desaparecido de la cúpula del poder británico. Parece que es pues inevitable.
Pues bien, ese conocimiento de la política de partido desde dentro y desde siempre, le permite comprender que cuando le aplauden, sonríen, adulan, no es tanto a ella como al poder que detenta. Pregunten si no a asistentes al acto del 16 de diciembre, ese lluvioso viernes andaluz, en el que el resto andaba de comidas de empresa. En cierto modo también podría considerarse una comida de empresa, visto la categoría ocupacional de muchos asistentes.

Lo que la Presidenta andaluza sabe es que una vez en Ferraz, más temprano que tarde, tendrá que dejar sustituto o sustituta en el partido y en la Junta. Por separado en uno y otro o el mismo en ambos. Pero como ocurre cuando desviamos Ramblas, al final, el agua vuelve a su cauce natural. Consiste en que quien tiene el poder institucional reclame el poder en el partido. Tiene el antecedente de Griñán y Chaves, del que fue participe; el de ella misma y Griñán. O el de Sánchez y ella. Es conocido que la idea inicial era que Sánchez no se presentase de candidato. La líder andaluza ha estado en todas las salsas. Comprende, pues, que quién ocupa el poder no se resigna a ser el representante de otro. Al fin y al cabo asume el desgaste de gobernar y tiene la varita mágica, que en Andalucía se llama BOJA. Así, quien tiene el poder territorial, convertido en barón, exige ser consultado en la toma de decisiones, especialmente cuando el Secretario General no es presidente del Gobierno. Cuando depende, no como Blanche Dubois de la bondad de los extraños, sino peor aún, de la bondad de los conocidos.

 

EL PSOE es un partido de gobierno. La frase indica, por una parte, la voluntad de lograr el poder para aplicar sus políticas. Pero tiene también un componente más prosaico.

 

EL PSOE es un partido de gobierno. La frase indica, por una parte, la voluntad de lograr el poder para aplicar sus políticas. Pero tiene también un componente más prosaico. Un partido de Gobierno también significa que hay una importante estructura de personal que depende de todos esos puestos políticos en la Administración. Los nuevos partidos lo están entendiendo ahora muy bien, lo que contribuye a explicar sus conflictos internos. No es una cuestión menor y causa resentimientos que engrosan las listas de descontentos y por tanto, de enemigos internos. Hay, pues, docenas de cuadros de partido que desearan complacer al que tenga el poder. Empezaran por no mencionar el nombre de su antecesora, como se ha hecho siempre. Para ello no se necesita que se lleven mal, solo que como aquello de que el casado casa quiere, el o la nuevo o nueva tendrá que establecer su estilo. Y parte de ese estilo es convertirse en barón.

De esta forma Susana Díaz podría remedar a su antecesor. Encontrarse, lo sabe, con que ya no sería obedecida. Adiós a lo de templar y mandar que decía Lambán. No por nada, este acaba la frase en el momento de hacerse con la Secretaría General, nada dice del minuto siguiente.

Susana Díaz, Secretaria General socialista, se vería compelida a recabar opiniones de barones con ideas discrepantes; tejer y destejer alianzas internas, transigir muchas veces en lugar de imponer siempre; tener barones que desconfían de ella, y no solo los críticos; contar con decenas de militantes resentidos por las formas como llegó. Nada proporciona tanto poder como el poder mismo. Si no lo tienes, y un Secretario General que no es Presidente del Gobierno no lo tiene, es buena idea contar con la opinión de los barones.

Ese es el temor que le frenó de competir con Madina y el que le ha hecho dudar estos tres años. Es la cuestión que debe solucionar antes de su salto a Madrid, conservar el poder que tiene. Ya ha dicho que puede compatibilizar Junta y liderazgo del partido. No lo es y lo sabe. No hay nada personal, es sólo política. Tan normal como que el sol surge cada mañana y el rocío cae al atardecer. Un salto en el vacío que seguro le encoje el estómago. ¿Se convertirá no sólo en la sucesora de Sánchez, sino en Sánchez mismo?

 

*Javier Menezo es Abogado y Funcionario.