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Talentos y talantes

Si el señor Iglesias osara por fagocitarse al PSOE, tentación próxima y posible, quedaría pulverizado. «¡El PSOE es mucho PSOE!», gritó doña Susana.

 

Tenemos unas diez mil células carentes de líder, las encargadas de decirle al corazón cuando debe latir, autogobierno biológico plenamente democrático para los tres mil millones de latidos durante la vida de un ser humano. Por otro lado, en nuestro cerebro no hay nadie encargado del mantenimiento, no existe un control central, falta un líder. ¿Sabio proceder?

Acaso la singularidad celular haya contagiado a los líderes de Europa, reconocida su escasa formación histórica, indolentes con sus deberes, olvidadizos de las cualidades de los antecesores. Pienso en una generalidad cuyo máximo desaguisado colectivo reciente ha sido el Brexit: la ruptura de la esencia del proyecto común de la Unión Europea.

Sorprende para un observador, linterna de Diógenes en mano, los divorcios entre el líder conquistador del poder y los liderados, su lejanía y hasta desfachateces a granel: «Haced lo aconsejado en mis palabras pero no imitéis mis actos…».  El dilema reside en no saber si pesa más en algunos la maldad o la estupidez. Reconozco no haber asimilado la escasez de talante del líder Pablo Iglesias al elegir la famosa mansión galapagareña. Con toda razón, desde unos coherentes planteamientos igualitarios, el alcalde de Cádiz y su esposa, mantienen una colosal crispación, ruptura ideológica con el señor Iglesias. No es lo mismo vivir en un pisito de un barrio gaditano o hacerlo en un chalet ubicado sobre un terreno de 2.400 metros cuadrados y una vivienda de 250 metros, también cuadrados. Pero dada la tendencia de los hombres a lo irracional, la sinrazón seguirá por sus fueros.

Estos contrastes derivados de la praxis están por doquier a lo largo, ancho y alto de la historia. De aquellas iglesias domésticas en los inicios del cristianismo, grupitos pobres y mal vistos, se pasó a la ocupación de salones financiados por algunos pudientes, dado el aumento de fieles. La llegada de los dineros supuso sumisión al financiero: de ahí arrancan vinculaciones palaciegas y posteriores políticas eclesiales. Encontrar obispos encarnados con el pueblo, previa renuncia a situaciones privilegiadas resultan excepciones. Aunque no creo al señor Iglesias justifique su opción por imitar el devenir histórico del catolicismo.

No obstante, el afecto hacia los políticos ―dada la situación observable― parece brotar de unas emociones o impulsos temerosos, solo así se podría entender ―por ejemplo― el amor hacia el ‘padrecito’ Stalin, sabiendo todo quisque ruso las oleadas de depuraciones criminales surgidas de una mente dañada por  paranoias persecutorias. Don Josef diría con frecuencia: «Soy fuerte porque soy capaz de hacer daño. Entre el amor y el odio apenas existen distancias. Me ocuparé de elegir a un sucesor mediocre para engrandecer mi recuerdo».  En China, la capitalista, vuelve el culto a Mao. Normal.

Las interdependencias entre algunos líderes y la masa pertenecen al misterioso mundo de los mitos. Un señor bendecido por la mitología es, por ejemple,  el honorable señor Pujol. Puede cometer tropelías sin perder su aura. La  justicia se amilana y a los Diógenes nos hace suspirar por otro mundo posible, tal vez situado en lugares vedados para las mentes empeñadas en entender sus creencias. El posible problema lo veo agravado en la decepción para una juventud soñadora, anhelante de construir un sistema honesto.

Con dificultades por el lastre histórico acumulado, la madurez de nuestra especie debería saber del error de encumbrar a sus personajes. La vida personal de Einstein, por ejemplo, no resulta en absoluto modélica, aunque fuese un genio impresionante. El ‘bendito’ de Colón, desesperado por no conseguir las riquezas apetecidas para rentabilizar sus viajes, viendo un día pepitas de oro colgadas del cuello de algunos indígenas, los hizo trabajar sin descanso, aparte de abusos varios propios de un tirano.

El problema de los ídolos consiste en la posibilidad de tirarlos después. Si el señor Iglesias osara por fagocitarse al PSOE, tentación próxima y posible, quedaría pulverizado. «¡El PSOE es mucho PSOE!», gritó doña Susana Díaz, aviso a navegantes y propietarios.