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Tanto luchar pa ná

Clara Guzman
Clara Guzmán

Miren, la verdad es que a veces no sé si estoy en el siglo XXI o hemos sufrido una regresión o degeneración, a elegir. “Tanto luchar pa ná”, que por lo visto es un dicho muy frecuente en el toreo contemporáneo y que se puede aplicar al ruedo de la vida. Me vengo a referir, frase que perfectamente podría decir nuestra presidenta de la Junta, Susana Díaz, y que no creo que figurara en los discursos de Willy Brant, a la obsesión por tener las manos ocupadas. Activas, vamos.

Verán, me ha venido esta idea apócrifa sociológica al leer a la compañera Beatriz Barral de El País contarnos que en Nueva York el matcha es la bebida de moda. Fíjense cómo seremos nosotros de adelantados que ya Rosario cantaba aquello de “Marcha, marcha, queremos marcha…” Bueno, pues allí lo más moderno ( ya saben que lo de moderno es tan efímero como las decisiones de nuestros políticos actuales) es ir al Cha Cha Matcha, un local recién inaugurado en Manhattan. Llegas, te pides una taza de té verde en polvo, que al fin y al cabo eso es el matcha, y te pones a dar vueltas con la taza en una mano y el móvil en la otra buscando como enloquecido el ventanal abierto a la calle Broome. Y no porque desde allí se vea qué te digo yo, Itálica. No, es que ahí se respira un poco, porque en el local no hay aire acondicionado. Y claro, si vas con la taza de té verde y el móvil, no hay manos para abanicarse.

¿Han observado que cuando no hay alguien azotando, afortunadamente sólo con la mente atolondrada, a un semejante hasta verlo sangrar, no sé si con la mano abierta o con una fusta estilo Sade o el descafeinado Grey y sus sombras, lo hay cogiendo sobres?

El local es de dos jóvenes empresarios que con 23 años han montado el negocio del verano, mientras en España las criaturitas de su edad se pasan el día con las manos ocupadas cazando pokemons. Claro, que uno de ellos es el hijo del millonario cofundador del Hard Rock Café, que, para diversificar o porque está en la edad de matar al padre, ha invertido en té. Verán, me encanta el espíritu emprendedor de los americanos, pero con tela marinera en el bolsillo es más fácil que se hagan realidad los sueños. Vamos, que así se las ponían a Fernando VII.
Pero estábamos con las manos y su original laboriosidad contemporánea patria. ¿Han observado que cuando no hay alguien azotando, afortunadamente sólo con la mente atolondrada, a un semejante hasta verlo sangrar, no sé si con la mano abierta o con una fusta estilo Sade o el descafeinado Grey y sus sombras, lo hay cogiendo sobres? Sobrecogedores se les llama a estos. ¿Y si no son sobres es metiendo la mano en la hucha de las pensiones hasta dejarla tiritando de frío a pesar de los calores? ¿O poniendo correos electrónicos a diestro y siniestro para ver cómo empalma un negocio (fraudulento, claro) con otro…?
Vamos, que no están mano sobre mano, como la mujer aquella del escribano. En todo caso mano + sobre + mano, que es una ecuación siempre positiva. Nunca negativa.
En el pasado reciente, hace unos años, vamos, ante esas situaciones siempre había una voz autorizada que decía eso tan disuasivo de: “Esas manos, que luego van al pan”. Claro que ahora el pan nuestro de cada día suele estar hecho en serie y nadie se lo toma en serio. Por no tener no tiene ni miga…