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Teatro de la investidura

Pedro Pitarch
Pedro Pitarch

Desbloqueado el atasco político por Ciudadanos (C’s), este partido y el PP ya están negociando a marchas forzadas para que, a partir del 30 de agosto, don Mariano Rajoy se someta a la sesión de investidura. El candidato, con un mínimo de 170 votos favorables en el bolsillo (137 del PP, 32de C´s y 1 de Coalición Canaria CC), tendrá dos oportunidades de ser investido como presidente del gobierno. La primera, el 31 de agosto, por mayoría absoluta, si lograse 176 votos positivos. La segunda, en su caso, el 2 de septiembre, por mayoría simple, si obtuviera más votos positivos que negativos.
Es cierto que, con esa aritmética, don Mariano no tiene asegurada su investidura a día de hoy. Pero está muy cerca de ella. Le falta un pequeño tramo para que las cuentas cuadren: 6 votos positivos para la primera votación o, en su caso, 11 abstenciones en la segunda.

La política tiene mucho de teatro. Algunas veces es drama, otras comedia y, ordinariamente, tragicomedia.

A la vista de los retos y desafíos que aguardan al nuevo gobierno tanto económicos, como sociales o territoriales, esa distancia puede parecer exigua o imponente en función de la perspectiva que desde la que se la contemple. Si lo que primaran fueran exclusivamente los intereses personales o partidistas, difícilmente el candidato ganaría la investidura. Si lo que prevalecieran fueran los intereses de la Nación tendríamos presidente titular el 2 de septiembre. España, después de 8 meses de gobierno en funciones y de una efímera y estéril XI legislatura, se encuentra ahora a la expectativa de abrir una nueva etapa política, que deje atrás viejos modos y maneras. Antes habrá que soportar mucho teatro (eso que llaman “postureo”).

Efectivamente, la política tiene mucho de teatro. Algunas veces es drama, otras comedia y, ordinariamente, tragicomedia. Pero en el teatro político no suele haber libreto. O, si existe, no se respeta. Frecuentemente se canta, se habla o se declama de forma espontánea. Según toque o quiénes sean los actores. Por ello, la obra que se representará en el congreso de los diputados, a partir del 30 de agosto, se adivina muy tormentosa. Se llegará a ella con posturas muy encontradas. Y en ese marco, aquella espontaneidad política —en realidad, falta de lógica— desorienta al ciudadano, llevándole con frecuencia hasta el borde del aburrimiento. Algo perverso cuando, como es el caso, lo que unos pocos se están jugando es el futuro de los demás.

En una muestra de la mutación del drama en tragicomedia, no sería extraño que en algún momento, antes o durante la sesión de investidura , aparezcan voces de destacados miembros del PSOE desmarcándose de tal delirio.

En una insólitamente nueva visión bipartidista de la política nacional, la sesión de investidura seguramente se parecerá más a una moción de censura que a una de confianza. De una forma u otra, ambos partidos, PP y PSOE, parecen negar la esencia de la política basada en su capacidad de resolver problemas. Por un lado, el PP sostiene que sin la abstención total o parcial del PSOE la investidura será fallida. Y que si tal fuera el caso, el país iría a terceras elecciones generales. Una posición que supone dar por sentado —lo que es mucho suponer— que no hay lugar a la negociación del PP con otros partidos fuera de C’s y CC.
Y por el otro, el PSOE, por boca de su secretario general, señor Sánchez, se enroca en el dogma del triple NO (No, No y No) y encajona al partido en un angosto túnel, del que cada vez le resultará más difícil salir indemne. El líder socialista, tratando de cerrar vías de escape, llega al punto de proclamar inoportuna e imprudentemente que si, a pesar de su “No” a la investidura, ésta se produjese votaría “No” a los subsiguientes presupuestos generales del estado. Esa negación de algo que todavía ni existe es una muestra de sectarismo majadero que, en mi opinión, invalida al señor Sánchez para liderar la oposición “constructiva” a un futuro gobierno.
En una muestra de la mutación del drama en tragicomedia, no sería extraño que en algún momento, antes o durante la sesión de investidura (o incluso inmediatamente después de ésta), aparezcan voces de destacados miembros del PSOE desmarcándose de tal delirio. Voces no solo del antiguo testamento socialista, sino también de los del nuevo evangelio. Creo, en definitiva, que no habrá terceras elecciones. No sé si me explico.