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Tenemos que reconquistar lo nuestro

Una de las virtudes del activista político es no dejarse llevar por el desánimo y continuar creyendo que el futuro sigue estando en nuestras manos.

Llevo bastantes semanas preocupado por el estado de las cosas, por la salud de la democracia, por el retroceso de derechos y libertades. Lo he dejado escrito en varios artículos como, por ejemplo,  La única receta para salvar la democracia, No vamos bien, Hay que retomar las calles, Sin libertad de expresión la democracia es imposible, o el que hablaba sobre la necesidad de Volver al activismo político.

Este mismo fin de semana, he tenido la ocasión de leer dos estupendos trabajos que creo que van en la misma dirección y que son de lectura obligada. De una parte, el firmado por la exdiputada Kechu Arámburu en el Confidencial Andaluz, titulado El pacto de silencio y en el que escribe “las cloacas cada día desprenden un hedor más nauseabundo, pendiente de una limpieza a fondo de toda la mugre, que arrastra décadas de prácticas camorreras”.

Y de otra, el del siempre brillante Carlos Elordi, que en eldiario.es titula Nos están embruteciendo a conciencia, en el que hace una afirmación, que sirve al menos para dar unas pensadas, cuando se refiere a todos, y digo todos, los actuales dirigentes políticos y señala que “no tienen nada que decir sobre las dramáticas crisis, políticas e institucionales, que vive España. Y que la suerte de las elecciones se vaya a dirimir en base a eso da miedo. Porque sugiere que vamos a seguir igual por mucho tiempo. O peor”.

En los textos citados se expresan realidades objetivas y argumentos irrefutables, al igual que lo hace el profesor Federico Mayor Zaragoza en su reciente libro “Recuerdos para el porvenir, referentes y valores para el siglo XXI” y que glosa la periodista Rosa María Artal diciendo:

 

“En un momento el que los Derechos Humanos están siendo seriamente vapuleados -y lo que es peor, obviados, ignorados-  es incluso saludable escuchar a quien ha hecho de su defensa razón de vida”.

 

Una de las virtudes del activista político es no dejarse llevar por el desánimo y continuar creyendo que el futuro sigue estando en nuestras manos, en la voluntad colectiva de toda la ciudadanía, en el poder del voto y de la movilización en la calle. Tenemos ejemplos muy recientes de lo que aquí se dice, como son los casos de pensionistas o feministas.

Esta sensación de decepción colectiva, de incapacidad para resolver las cuestiones y retos que de verdad tiene planteados la sociedad española, debe ser superada y no dejar que el árbol nos impida ver el bosque. Tenemos que recuperar lo nuestro.

Y parece que la única forma para avanzar hacia ese objetivo es seguir trabajando en la concienciación de que los graves problemas planteados, no se resolverán de la mano de una varita mágica. Todo lo contrario, la solución pasa por la acción colectiva de todos los sujetos sociales que tienen como denominador común las ideas de progreso y de la izquierda.

Hoy vuelvo a plantear como más necesario que nunca el debate, el diálogo, el acuerdo y la movilización que pueda conducir al conjunto de los españoles a recuperar la ilusión por un proyecto colectivo para la gran mayoría de los ciudadanos. Estas circunstancias ya se dieron en otros momentos de la reciente Historia.