_María Auxiliadora, te veo cariacontecida.
_¿Chunga, no?
_Eso.
_Hija, no gano para disgustos.
_Vierte tus penas en mí.
_María del Carmen, parece que has sufrido la misma mutación que el Rufián del Congreso.
_¿Cuál de ellos?
_El del apellido, chiquilla.
_¡Anda, desembucha!
_¿Tú sabes que he abierto cuenta en el Instagram?
_Creía que era en algún Banco.
_Eso está ya imposible. Tienes que tener como poco una cesantía para abrirte una cuenta. Te sacan hasta los ojos.
_Menos mal que la Susi ha dejado unos pocos cesantes. Así viven los de los bancos, que esa gente también come.
_A lo que voy. Me he abierto cuenta ahí y estaba posando los otros días en la Plaza de España…
_¡Qué cateteo!
_¡Qué peligro!
_¿Y eso?
_Mi Paco, que se quedó hecho un gurruño.
_Cuenta y no acabes.
_Le dije: “Estilízame, Paco. Agáchate y dispara de abajo arriba”.
_”¿Cómo Pablo a Pedro?”, me dijo él, por hacer la gracia.
_Y la emprendió a tiros.
_No; le dije, espera un momento que me ponga de puntillas que es lo más en las influyentes.
_¿Y?
_Que oigo un María Auxiliadora desgarrador.
_¿Pero tu marido no te llama Xili?
_Xili cuando me pide que le haga el salmorejo o le cambie el turno de los nietos para jugar al dominó con los amigotes.
_¿Entonces?
_Que se había quedao hecho un cuatro con el lumbago. Y no había manera de enderezarlo.
_Vamos, que le diste la puntilla.
_No paró de largar por esa boca hasta que llegamos a Urgencias.
_¿Y qué decía?
_Que cómo iba a estilizar a un saco de patatas; que de glamú, nada, que en todo caso yo era un mamú.
_¿El animal ese antediluviano?
_Sí, el de antes.
_Pues una cosa te voy a decir, María Auxiliadora.
_Dime, María del Carmen.
–Que he leído yo que cuando nos enfadamos se dispara la parte del cerebro honrada y decimos la verdad.
_Niña, los tiritos en el Congreso, que aquí me tenéis acribillá.