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Torra el farolero

Los separatistas vocean que “no admitirán lo que no sea la absolución de los procesados”. ¿Acaso pretenden negar lo que todos vimos?

 

Los tibios y “buenistas” olvidan enseguida. Parecen no recordar cómo, hace solo dos años, España sufrió en Cataluña un ataque brutal, desconocido en muchísimas décadas, contra su unidad, leyes e integridad territorial. Fue una iniciativa de los separatistas que, intentando imponer a la sociedad catalana y al estado de derecho sus objetivos políticos, se encajonó en un camino insurreccional jalonado de violencia y desórdenes públicos.

 

Asimismo, no parecen acordarse de cómo los secesionistas, en el parlamento autonómico ―donde tenían mayoría parlamentaria, que no social―, aprobaron unas leyes que violentaban la Constitución y el Estatuto de Autonomía. Como que, posteriormente, montaron una farsa de referéndum ―ilegal, sin garantías y macarrónico―, que calificaron representativo de la voluntad popular. Y que, finalmente, declararon unilateralmente la independencia de Cataluña.

 

Tal vez los desmemoriados tampoco recuerden cómo el estado de derecho, in extremis, tuvo que atajar tanto desmán. Por un lado, y en aplicación del art. 155 de la Constitución, disolvió gobierno y parlamento autonómicos, y se convocaron elecciones en Cataluña. Y, por el otro, la justicia encarceló preventivamente y procesó a los más significados jerarcas secesionistas, que no habían huido al extranjero. Y los enjuició, con plena trasparencia, televisando el proceso en directo.

 

Ahora, ante la inminencia de las sentencias, los separatistas vocean que “no admitirán lo que no sea la absolución de los procesados”. ¿Acaso pretenden negar lo que todos vimos? Tratan de escalar en la violencia preparando acciones de tufo terrorista de los CDR, como acaban de destapar la Guardia Civil y la Audiencia Nacional. Y el parlamento autonómico, hace pocos días, respaldó a los CDR detenidos, contempló desobedecer al TC y pidió la salida de la Guardia Civil de Cataluña. Resoluciones que no irán a ninguna parte, si bien tratan de tensionar, alarmar e intimidar a la sociedad catalana, y de amedrentar a los jueces. 

 

Roger Martin du Gard, Premio Nobel de Literatura de 1937, decía que “la vida sería imposible si todo se recordase. El secreto está en saber elegir lo que debe olvidarse”. Un secreto inasequible para tantos que, equivocándose al elegir olvidar lo sufrido ayer, facilitan repetirlo hoy.

 

Pero la Diada-2019 (11-S) y la conmemoración “cívica” del segundo aniversario del 1-O han sonado a hueco. Quim Torra ―dudoso presidente de la Generalidad, en tanto que mero pasante del huido Puigdemont―, no tiene ni la categoría ni los “bemoles” necesarios para liderar el proceso “independentista” que proclama. Sus soflamas no son más que bravatas para movilizar a otros, que le hagan el “trabajo” sucio que él no se atreve a ejecutar. Que no cunda el pánico. Va de farol.