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TRAPERO

Lo más relevante de la semana ha sido la comparecencia de don José Luís Trapero, el mayor de los Mossos durante los hechos del otoño de 2017, que compareció como testigo.

 

 

La magra concentración de separatistas catalanes en Madrid, ayer sábado 16, mostró que el centro de gravedad de la política no está ni en Waterloo ni en Barcelona, sino en Madrid.

Así como que la democracia ampara la libre manifestación de ideas, pero no el golpismo. Yo diría que esa manifestación es lo único legal que los separatistas han hecho en mucho tiempo.

 

No pasará a la historia de lo trascendente

 

Sí es de particular trascendencia el juicio a los golpistas catalanes, también en Madrid. Discurre serena y asépticamente. Sin pasión. Como corresponde. Porque la justicia que se imparte sin desapasionamiento no suele ser justa.

Y, en ese marco, lo más relevante de la semana ha sido la comparecencia de don José Luís Trapero, el mayor de los Mossos durante los hechos del otoño de 2017, que compareció como testigo.

Conviene recordar que, curiosamente, está, como acusado, a la espera de juicio oral en la Audiencia Nacional (AN).  

Don José Luis hizo una defensa cerrada de sus subordinados, los Mossos, afirmando que cumplieron con la ley y los mandatos judiciales. Una convicción, en principio, muy honrosa.

 

Si bien suscita dos matices

 

Uno, que intentando salvar a los Mossos, también se autodefiende e intenta salvarse él mismo, mirando hacia el inminente juicio por sedición en la AN.

Y el otro es que, en nuestras retinas, están inevitablemente grabadas las imágenes de pasividad, cuando no de complicidad, de los Mossos, el 1-O.

Bien ayudando al transporte de las urnas para el ilegal referéndum, o bien mirando al tendido, mientras que los antidisturbios de la GC el CNP se veían obligados a asumir el papel de la policía autonómica, para hacer cumplir los mandatos judiciales.  

De honda trascendencia fue la confirmación que hizo Trapero de lo ya declarado por dos de sus exsubordinados, los comisarios Castellví y Quevedo.

Es concreto, que se advirtió expresamente a Puigdemont, Junqueras y Forn, en reunión del 28 de septiembre de 2017, del riego que conllevaba el intento de celebración del prohibido referéndum: “Les emplazamos al cumplimiento de la legalidad y les advertimos del grave riesgo de violencia que suponía la consulta”.

 

Fue un desgarrón enorme, o letal puñalada trapera (nunca mejor dicho), contra Puigdemont y su exjefe directo, Forn 

 

Y Trapero acabó de vaciarse al descubrir la elaboración de un plan para detener a los miembros del gobierno autonómico, si así se hubiera ordenado: “El 27 de octubre, el día de la declaración de independencia, me puse a disposición del fiscal y del presidente del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, por si teníamos que detener al presidente y los consejeros”. Nada menos.

Pero, claro, no recibió tal orden. Y uno se pregunta: ¿y de quién cabría haber esperado tal orden?

Don José Luis asimismo explicitó su disconformidad con la designación del coronel de la Guardia Civil, don Diego Pérez de los Cobos, como coordinador de las diversas policías para el 1-O.

 

Éste es un punto que, seguramente sin relevancia penal, si la tiene en el orden operativo

 

Porque salvaguardando la incuestionable valía personal y profesional de dicho oficial, tal nombramiento pareció aparcar tres cuestiones que el ministerio del pánfilo Zoido, no debió ignorar.  

Una sería que la pretendida coordinación no era un compadreo entre amiguetes, sino una función directiva básica. Otra, que los sujetos a coordinar eran fuerzas y cuerpos policiales (Guardia Civil, CNP y Mossos), en los que el principio de jerarquía es medular en su organización y funcionamiento.

Y finalmente, que la obvia complejidad del problema a resolver demandaba una coordinación garantizada.

 

Tres razones que desaconsejaban elegir como coordinador de los tres conjuntos policiales a un oficial de rango inferior a los jefes/mandos a coordinar

 

Esto explica las tensiones internas, así como la inasistencia del mayor Trapero a las reuniones convocadas por el coronel Pérez de los Cobos, enviando aquél, en su representación, a un comisario subordinado. 

Y, llegados a este punto, y sin menoscabo del enorme respeto y cariño que uno siente por el Instituto ejemplar, debe sin embargo constatar su incomprensión de porqué se tragara la “anomalía”. Que suponía que un coronel de la Guardia Civil “coordinase”, para cuestiones operativas a, entre otros, al general de división al mando de la zona de la Guardia Civil de Cataluña. 

No lo acabo de entender.