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Tras el 20D: El PP ha ganado claramente las elecciones

Si este juego tan poblado de partidos resulta deficiente para los españoles, en las próximas elecciones volverán mayorías sólidas como reacción

Marcial Vázquez / Opinión.- La política española se enfrenta a un panorama electoral y partidista inédito en nuestra democracia. Lo más parecido lo encontraríamos en la II República, y antes de que nadie diga “ya sabemos cómo acabó” es necesario advertir que aquella coyuntura histórica no tiene nada de parecida con esta. Sin embargo, ante esto los analistas políticos y los todólogos tendrán tres opciones: intentar forzar una pose de gurú, dar rienda suelta a sus intereses personales o ser honestos intelectualmente en sus escritos y sus juicios. Y aunque es cierto que yo tengo sesgos ideológicos e intereses personales en mi faceta de politólogo, intentaré ser lo más honesto posible, como siempre (por otra parte) lo hago.

[blockquote style=»1″]Y aquí llega lo complejo para mí: hablar del Partido Socialista. Complejo no porque tenga dudas acerca de mi criterio, sino por el riesgo que asumo al exponerlo públicamente, en un partido donde se ha instalado la caza de brujas y la asfixia absoluta de la crítica interna.[/blockquote]

En primer lugar hay que aceptar un diagnóstico indiscutible: el PP ha ganado claramente las elecciones. Después de cuatro años terroríficos en todos los sentidos, con un país sumido en la precariedad y un partido hundido en la más pura y dura corrupción, Rajoy ha ganado al segundo por casi siete puntos y más de 1,6 millones de votos. Esto en un escenario donde han competido de manera muy intensa hasta cuatro partidos. En cualquier otra democracia el Gobierno aún existente habría perdido claramente las elecciones, pero aquí sufre un desgaste y un desplome evidente pero, comparado con lo que habría sido de justicia ciudadana, sobrevive. ¿Por qué? Sin duda por varios factores, pero el principal es porque el votante medio español está más cerca del PP que de cualquier otro partido. Dentro de cuatro años quizás no sea así, pero el partido de Rato, Bárcenas y Aznar ha soportado la embestida de Ciudadanos mucho mejor que el PSOE la de Pablo Iglesias.

Y aquí llega lo complejo para mí: hablar del Partido Socialista. Complejo no porque tenga dudas acerca de mi criterio, sino por el riesgo que asumo al exponerlo públicamente, en un partido donde se ha instalado la caza de brujas y la asfixia absoluta de la crítica interna. El resultado del PSOE ha sido nefasto, sin paliativo alguno. Es cierto que esta camarilla en torno a Pedro, y el propio candidato, jugaban con esa amenaza de apocalipsis para el socialismo que ciertas encuestas apuntaban. La realidad es que frente al victimismo y el juego tóxico de palabras, los sondeos más serios se han acercado bastante al porcentaje de votos y de escaños del Partido Socialista, dentro del escenario tan incierto al que nos enfrentábamos. Pero Podemos se ha quedado a 21 diputados, a 1,6 puntos y a 350.000 votos del partido histórico fundado por Pablo Iglesias, el tipógrafo. Si el Pablo Iglesias candidato se hubiera juntado con IU la suma de sus votos habría superado al PSOE de Pedro Sánchez. Ni más, ni menos. De ahí que cause perplejidad cuando en su comparecencia poselectoral el líder socialista afirmase que el socialismo había hecho historia esa noche. Se referirá a historia de la mala, la que sirve para aprender y no volver a repetir. Mucho me temo que en este caso están dispuestos a seguir repitiéndola.

[blockquote style=»1″]Y, como no podía ser de otro modo, el gran perdedor de la noche es Albert Rivera, que llegó a creerse con posibilidades de ser presidente del gobierno y se ha quedado cuarto, muy lejos del tercero.[/blockquote]

En este sentido el gran triunfador del 20-D ha sido Podemos, y Pablo Iglesias en particular. Posiblemente existía una sensación de cierto vacío al no superar finalmente al Partido Socialista, pero los resultados conseguidos por el partido fundado hace poco más de un año son espectaculares. En Madrid, por ejemplo, ha relegado a la lista del mismo candidato Pedro Sánchez a la cuarta plaza, consiguiendo situarse ellos detrás del Partido Popular. Esto, sinceramente, es un hito. La duda consiste en saber si podrán mantenerlo a corto plazo y afianzarlo a medio, ya que aquí reside la clave en un futuro hegemónico de Podemos como fuerza mayoritaria de la izquierda española.

Y, como no podía ser de otro modo, el gran perdedor de la noche es Albert Rivera, que llegó a creerse con posibilidades de ser presidente del Gobierno y se ha quedado cuarto, muy lejos del tercero. Obviamente, para un partido que no tenía implantación nacional hasta hace bien poco, conseguir 40 diputados es un gran éxito, pero una vez más las expectativas sobredimensionadas y las encuestas interesadas juegan muy malas pasadas a partidos nuevos que cuentan con el factor de ilusión y posibilismo como dos pilares básicos para crecer y convencer a los votantes.

Lo que pasará de aquí a unas semanas es difícil de saber. Podemos, eso sí, hacer quinielas, y seguro que alguno acertará. Pero seguridad, lo que se dice seguridad, nadie en estos momentos la tiene. Hay gente muy feliz porque por fin se abre una etapa pluripartidista donde se impondrá el “dialogar”, pero esta ecuación actual no se resuelve así como si fuese algo automático. No siempre se puede dialogar y no siempre el pluripartidismo es la mejor solución a una crisis política. Porque algo debemos tener presente: si este juego tan poblado de partidos resulta deficiente para los españoles, en las próximas elecciones volverán mayorías sólidas como reacción. No es una predicción, sino algo casi matemático en ciencia política.