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Tras el 20D: Esto no va de dos

El refrán «Después de la tempestad viene la calma» no va a ser aplicable a nuestro ruedo político una vez analizados los resultados electorales

Pedro Pitarch / Opinión.- Cuando todavía no se han contado todos los votos de las generales del 20-D, en análisis de urgencia se puede avanzar que:

– El Partido Popular (PP) ha sido el más votado, con un diferencial de alrededor del 6% de votos con el segundo. También ha obtenido el primer puesto en número de escaños (122). Por tanto, el PP y Mariano Rajoy han ganado las elecciones. A ellos, en principio, corresponde intentar formar Gobierno con el concurso y los apoyos que puedan lograr. No obstante, la victoria del PP se adivina algo amarga.

– El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) se mantiene como segunda fuerza política tanto en número de votos como de escaños (91). Un resultado algo mediocre. Ha sido el más votado solamente en Andalucía y Extremadura, lo que levanta alguna sombra sobre el liderazgo de Pedro Sánchez.

– Podemos (P’s) pasa a ser la tercera fuerza política tanto en número de votos como de escaños (69). Un resultado que ha de leerse con cautela, ya que en esa suma se incluyen varias marcas y agrupaciones distintas. No obstante, es un gran triunfo para esa coalición de izquierda radical.

– Ciudadanos (C’s) se ha confirmado como la cuarta fuerza política nacional con 40 escaños. Un buen resultado, aunque algo inferior a las expectativas.

– La suma de votos de PP y PSOE supera ligeramente el 50%, y la de escaños en el congreso de los diputados supera ampliamente (213) la mayoría absoluta, que está cifrada en 176. El bipartidismo aritmético sigue vivo.

– Ni la suma de escaños del grupo PP+C’s (162), ni la del PSOE+P’s (160), alcanzan la mayoría absoluta. Una investidura de cualquiera de los respectivos líderes necesitaría del apoyo de otras fuerzas presentes en el nuevo Congreso.

– España enfrenta a partir de hoy una legislatura con un parlamento muy fragmentado. Una legislatura que nos tiene que poner a aprender y practicar la cultura del pacto. En caso contrario, el escenario político podría derivar hacia una ingobernabilidad que abortara la incipiente recuperación y la solvente salida de la crisis. Porque ésta, para materializarse, demanda estabilidad gubernamental.

Aunque el refranero proclame que después de la tempestad viene la calma, me temo que ese refrán no va a ser aplicable a nuestro ruedo político. Casi cerrando el 2015, año de inclemente bombardeo electoralero, es claro que no va a llegar la calma. Para empezar, porque está pendiente de materializarse el Gobierno de Cataluña, que debería haber salido del 27-S ¡hace ya casi tres meses! Ponzoñoso asunto que, a estas alturas, se resume en un dilema de mala salida: o bien hay investidura del señor Mas antes del 10 de enero, con un gobierno de la Generalidad tiranizado por la CUP, o bien hay una nueva convocatoria de autonómicas anticipadas para marzo de 2016. Y en segundo lugar, porque el resultado del 20-D no solo no aclara el escenario político sino que lo complica tremendamente. Somos un pueblo poco asequible a la estabilidad política. Vaya, inasequible a lo que por ahí fuera llaman normalidad democrática. Ésta, en estos pagos, no pasa de la mera intuición. Con la votación del 20-D, de un mar de dudas hemos pasado a un océano de incertidumbres. En definitiva, esto ya no va de dos.