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Tras el 20D: Hay país

Queda claro que creer, lo que se dice creer, en la política ejercida al estilo de siempre, creemos más bien poco

Lola Álvarez / Opinión.- Decidimos lo que nos parece, desbaratamos planes, cambiamos perspectivas, no por nada vivimos en un país democrático y libre donde nuestro voto decide quién o quiénes queremos que nos gobierne. Ayer nos tocaba, de nuevo, votar… y hablamos.

Y los números (porcentajes, escaños) han venido a decir que entramos en otro tiempo político. Que queremos un país con más dialogo, acuerdos y pactos. Parece que queda claro que nos hemos cansado de ver a las mismas mayorías que se alternan y que creer, lo que se dice creer, en la política ejercida al estilo de siempre, creemos más bien poco.

Ya se ha contado lo excepcional de estas elecciones: el fenómeno de los nuevos partidos batiéndose el cobre y ganando votos y el papelón de los de siempre tratando de aguantar el tipo y no perder demasiado. Pues lo previsto ha pasado. El bipartidismo empieza a ser historia y toca decir y –sobre todo– le toca al PSOE y al PP hacer las cosas de otra manera, porque estos resultados traerán muchos más cambios de los que se piensa y van a determinar las líneas de actuación más allá de la Carrera de San Jerónimo.

[blockquote style=»1″]El nuevo escenario se presenta, a priori, complicado puesto que nadie se lleva, por sí solo, el gato al agua. Pero aquí hay mucho más país del que se piensa.[/blockquote]

Una etapa nueva en la política española, que trae también nuevas caras, hechuras y estilos de ejercerla de lo más variado. Nuevas presencias y también ausencias notorias, como las de Alfonso Guerra y Duran i Lleida, que ya han dejado de ser señorías. El primero ya se jubiló al comienzo del curso político y al segundo se lo ha llevado por delante la vorágine catalanista vivida por su partido. Creo que con Guerra se fue del hemiciclo el último padre de la Constitución que quedaba (sí, “padre”, que no me resisto a anotar que la Constitución del 78 nació huérfana de “madres”, que ya es difícil, pero así fue) y este dato, histórico ya si se quiere, puede ser todo un símbolo de las reformas de la misma que tendrán, necesariamente, que acometerse.

El nuevo escenario se presenta, a priori, complicado puesto que nadie se lleva, por sí solo, el gato al agua. Pero aquí hay mucho más país del que se piensa y frente a los agoreros de turno, que ya llevan tiempo mentando a la bicha, hablando de ingobernabilidad y de tiempos convulsos, quiero creer que sabremos dar una nueva lección sobre cómo hacer bien las cosas, porque tenemos mucho que perder y poco que ganar si a quienes hemos votado se muestran incapaces de ponerse de acuerdo para devolver la esperanza a la gente y sacar el país adelante. Confiemos.