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Tras el golpe de timón

Pedro Pitarch
Pedro Pitarch

Tras el golpe de timón que derribó al secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, el pasado 1 de octubre, en una inolvidablemente agria y bochornosa reunión del Comité Federal de ese partido, se ha abierto el compás del diálogo institucional. Éste se hace visible en los contactos entre Mariano Rajoy y Javier Fernández (el flamante presidente de la Gestora que ahora gobierna el PSOE).

Sánchez había conducido a su partido a un callejón sin salida. O, en otros términos, no dejaba más salidas que, o formar él un gobierno que necesitaría del concurso de los independentistas, o ir a unas terceras elecciones. Ambas supuestamente rechazadas mayoritariamente, tanto en su partido (especialmente en el poder territorial) como por la población en general. Con Sánchez fuera del ruedo, se ha abierto así un incipiente camino hacia el desbloqueo político y la constitución de un nuevo gobierno.

Transcurrida una semana de aquella apología del despropósito que fue el Comité Federal, muchas cosas se han confirmado. El conflicto interno que veladamente se libraba en el PSOE, casi desde el mismo momento en que el señor Sánchez fuera elegido como líder, en julio de 2014, era en realidad una profunda crisis de liderazgo y una lucha por el poder. La reyerta que estalló sin pudor en el Comité Federal se desencadenó no por supuestas diferencias ideológicas, sino por graves deficiencias procedimentales. Tan desértico se manifestó el PSOE en el campo de los procedimientos que llegó un momento en que ni siquiera se sabía quién era qué.

La reyerta que estalló sin pudor en el Comité Federal se desencadenó no por supuestas diferencias ideológicas, sino por graves deficiencias procedimentales.

 

Tal carencia, medular, se había detectado incluso antes de la reunión. En concreto, después de la dimisión de 17 miembros de la Ejecutiva —verdadero iniciador del golpe—, en la vehemente apelación de la presidenta del Comité Federal, la pizpireta sanjuanera Verónica Pérez: “en este momento la única autoridad que existe en el PSOE es la presidenta del Comité Federal, que soy yo”. Algo tragicómico —muy sevillano—, cuando doña Verónica se veía obligada a hacer esa proclama en la puñetera calle, sumergida bajo una ola de micrófonos y cámaras, y tras dos horas sin que la hubiesen permitido ir más allá del vestíbulo de la sede del partido. Y es que los procedimientos son de importancia fundamental en cualquier organización compleja y deben ser, por tanto, previstos, respetados y seguidos con extrema pulcritud. Al fin y al cabo, el procedimiento es un vehículo imprescindible para evitar conflictos o, en su caso, alcanzar los acuerdos que los resuelvan. Es por esa carencia, que la mayor parte de las trece horas que duró el rosario de disparates del 1 de octubre estuvo dedicada a discutir sobre los procedimientos a aplicar.

Pero en tal viaje el PSOE pudiera romperse. Aunque ahora no se percibe excesivo fragor, las espadas siguen en alto. En todo caso, parece que Sánchez acertó en uno de sus noes: no habrá terceras elecciones.

La Gestora del PSOE no va a tener un trabajo fácil. Porque el partido está efectivamente así: partido. En dos trozos que parecen irreconciliables. Uno que pretende mantener el NO a un gobierno del PP —que preconizaba Sánchez—, y cuya sustancia consiste en malentender que hacer oposición es obstruir permanentemente, a toda costa, cualquier iniciativa del adversario. La otra porción del partido pretende recuperar la normalidad del diálogo institucional y progresar hacia una abstención, que permita la formación de un gobierno del PP como partido más votado. Posiblemente, el PSOE no recuperará la normalidad orgánica antes de mayo-junio de 2017.

Hasta entonces, la Gestora estará en el alambre. Después podría ese partido empezar a prepararse para ejercer una oposición solvente para, en el plazo de por lo menos un año más —lo que nos llevaría al otoño de 2018—, plantearse forzar la convocatoria de nuevas elecciones.
Pero en tal viaje el PSOE pudiera romperse. Aunque ahora no se percibe excesivo fragor, las espadas siguen en alto. En todo caso, parece que Sánchez acertó en uno de sus noes: no habrá terceras elecciones. Aunque, me temo, se alcanzará esa conclusión por un camino bien distinto al que preconizaba. En definitiva, antes de final de octubre habrá gobierno presidido por don Mariano. Bien que no seamos pocos los que tengamos que acostumbrarnos a vivir con la nariz pinzada.