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Tres frases y una preocupación

Benito Fernandez
Benito Fernández

Después de más de treinta años trabajando en ABC de Sevilla y habiendo ocupado todos los escalafones desde alumno en prácticas hasta subdirector, hay tres frases que se me han quedado grabadas en la memoria. La primera se la oí decir recién entrado en el periódico a un grupo de lectores que discutían acaloradamente en torno a una Cruzcampo sobre algún asunto de su interés que venía publicado en la prensa. “Lo dice el ABC y por lo tanto es verdad”, decía uno de ellos. Y los demás callaban y asentían como si el periódico fuese la palabra de Dios hecha letra impresa. La segunda circulaba por la Redacción cada vez que  a la dirección de turno ie daba por emprender una campaña de apoyo o denuncia a cualquier polémico tema de la ciudad. “La centralita se ha colapsado”, insinuaba algún redactor con guasa aludiendo a las miles de supuestas llamadas telefónicas de los lectores respaldando las tesis del periódico. Y la tercera se la escuché a un emérito redactor jefe de cierre al observar que el ABC llevaba cuatro páginas repletas de esquelas. “Benito, hoy hemos perdido dos docenas de suscriptores”.

De las tres frases, la primera ha quedado superada por la realidad. Hoy ya nadie se cree a pie juntillas lo que diga ni un periódico ni una radio ni una tele, sobre todo si son los políticos los que hablan. Los medios de comunicación han ido perdiendo credibilidad a pasos agigantados por culpa de una política empresarial que se ha empeñado en hacer de los periodistas meros peones de brega, esclavos mal pagados más preocupados por rellenar páginas como sea que por confirmar los hechos y trabajar la noticia. A la segunda rase han sido las nuevas tecnologías quienes le han dado la puntilla. Ya nadie llama por teléfono a la centralita de un periódico, entre otras cosas porque con la moda de los “call center” te puede salir una chica sudamericana que te pide hasta el número de la Seguridad Social para comunicarte con alguien, y además están los e-mails, los móviles o las tablets que te evitan cualquier paso intermedio.

De Podemos todos sabemos que se trata de una formación política de ultraizquierda con anticuadas y obsoletas raìces marxistas leninistas, financiada por odiosas dictaduras como la iraní o la bolivariana, con postulados cercanos al estalinismo más duro.

Y la tercera es el signo de los tiempos. ¿Quiénes son los que aún leen periódicos impresos en papel? Evidentemente las personas más mayores, eufemismo de los viejos. La mayoría de ellos por encima de los sesenta años. Los menores de cuarenta fundamentalmente utilizan su mòvil, su tablet o su portátil para enchufarse a primera hora a Google y darle un repaso gratis a los titulares de media docena de webs donde puedes echar un vistazo a todo el kiosco de prensa sin pagar un euro. Así que la tercera frase sigue vigente. Hoy día, cada esquela que publica el ABC es un suscriptor menos del periódico, si es que aún le queda alguno.

Viene todo esto a cuento de un asunto que no deja de preocuparme y al que no hago más que darle vueltas. Pese a que la mayoría de los medios de comunicación (prensa, radio y televisiones) han sacado a la luz todos los trapos sucios que rodean a Podemos y a sus dirigentes, me da la impresión de que el partido de Pablo Iglesias aliado con Izquierda Unida se va a convertir a partir del 26 de junio en la segunda fuerza política del país superando en votos al todopoderoso e histórico PSOE. Todos sabemos que se trata de una formación política de ultraizquierda con anticuadas y obsoletas raìces marxistas leninistas, financiada por odiosas dictaduras como la iraní o la bolivariana, con postulados cercanos al estalinismo más duro, que trata de cercenar la libertad de prensa y expresión y da alas no solo a los independentistas sino incluso a los terroristas de ETA. Pese a saber todo eso, el pasado 20 de diciembre cerca de cinco millones de españoles los votaron. Y lo peor es que de esos cinco millones, al menos tres son jóvenes menores de cuarenta años hastiados de una deteriorada clase política que ellos bautizaron como “la casta” que no ha sabido, no ha podido o no ha querido adaptarse a los nuevos tiempos que corren.

Dicen las encuestas que Podemos está perdiendo apoyos y que el próximo 26 de junio no va a llegar ni de lejos a los 69 diputados que alcanzó en diciembre. Yo lo dudo porque, según el CIS, trescientos mil nuevos jóvenes votantes se incorporan ahora y buena parte ya tienen decidido su voto. Al PP y al PSOE le ocurre lo que al ABC con las esquelas, que cada una que se publica es un votante menos de los dos partidos históricos. El electorado de ambas fuerzas se ha envejecido por más que sus cúpulas dirigentes hayan intentado vestir el muñeco de la modernidad colocando en sus ejecutivas a treintañeros y treintañeras para dar el pego. Con estos mimbres, el panorama a corto y medio plazo es bastante preocupante. Nadie escarmienta en cabeza ajena, pero a muchos de los seguidores de Pablo Iglesias les convendría darse una vuelta por Grecia para comprobar en qué han quedado las promesas redentoras del amigo de Iglesias, Alexis Tsipras. Nuevas subidas de impuestos y recortes de las pensiones. Eso es lo que hay y lo que puede que nos espere a la vuelta de la esquina.