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Trillo: no existe un Dios que pueda perdonarte

Marcial Vazquez
Marcial Vázquez*

Cuando se producen y se reproducen debates sobre la democracia española y su adjetivación de “real” o de “calidad”, nos exponemos a discusiones y teorizaciones que pueden confundirnos aún más dentro de ese estado de insatisfacción política en la cual parece que ya vivimos los españoles como si de un hábitat natural e inevitable se tratase. Existen muchos más españoles indignados con nuestro sistema político pero conformistas, que aquellos que niegan que en España exista una democracia real mientras acaban siempre alabando la figura de Fidel Castro o ilustrándonos sobre la democracia directa, la transparencia y la obligación de exigir el que “nadie decida por ti”.

Esta cuestión es interesante pero supondría un desarrollo que nos alejaría del motivo principal de este artículo. La pregunta, por lo tanto, es la siguiente: ¿sería posible, en una democracia decente y madura, la figura de Federico Trillo como superviviente 14 años después de unas de las mayores tragedias de nuestro ejército y de las mayores infamias gubernamentales de nuestra democracia, que todos conocemos como Yak-42? La respuesta es más que obvia: no, no sería posible. Por lo que nuestra democracia es imperfecta, poco decente pero sigue siendo real.

 

En el supuesto de conocer (Trillo) cuestiones ilegales o irregulares que pudiesen afectar a miembros actuales del gobierno, también de manera inevitable le acabarían arrastrando a él.

 

La carrera de Trillo no ha sido un ejercicio de política pura y abierta donde el valor del político es algo que se puede ver y se puede demostrar a los ojos de toda la sociedad. Precisamente la capacidad política y de supervivencia del ex ministro de Defensa reside en su papel de fontanero judicial al servicio de los intereses del PP a la hora de manejar diversos casos de corrupción propia (para su lavado) y también ajena (para su uso como ariete partidista). Hay quien asegura que todos estos trabajos en la sombra son su seguro de vida para que nadie en Génova 13 tenga la idea de abandonarlo como hicieron con Rita Barberá. Yo, sinceramente, discrepo de este razonamiento, porque en el supuesto de conocer cuestiones ilegales o irregulares que pudiesen afectar a miembros actuales del gobierno, también de manera inevitable le acabarían arrastrando a él.

Pero realmente, aquí nadie se ha referido-por lo menos hasta ahora- a una supuesta responsabilidad penal de nuestro aún embajador británico respecto al Yak-42. De lo que se habla, y de lo que se trata desde el punto de vista de dignidad democrática, es de la asunción de su responsabilidad política aunque llegue 14 años después. Que pida perdón o no es algo que solo corresponde a su conciencia, aunque esto del perdón por el mal causado- así como el arrepentimiento- es una de las bases de la religión y la doctrina cristiana que él, como miembro del Opus Dei, debe conocer casi tan bien como el código penal y los laberintos escondidos del sistema judicial español. Que Trillo no quiera arrepentirse de la gestión, de su comportamiento en aquellos momentos y, además, regrese a España a lomos del tigre de su arrogancia, no supone más que su retrato perfecto como la presunta basura humana que parece. Pero la protección que está haciendo parte del PP tras la publicación del informe del Consejo de Estado sobre el Yak-42, sí es llamativa y atenta, directamente, a la sensibilidad como demócratas y personas que deberíamos de mostrar ante las familias de los 62 familiares muertos en aquel trágico como evitable accidente.

 

Que Trillo no quiera arrepentirse de la gestión, de su comportamiento en aquellos momentos y, además, regrese a España a lomos del tigre de su arrogancia, no supone más que su retrato perfecto como la presunta basura humana que parece.

 

Llegados a este punto, es escandalosamente llamativa la frialdad que mostró el presidente del gobierno al referirse al Yak-42 cuando le preguntaron hace pocos días por el susodicho informe del Consejo de Estado: lo despachó como un simple “eso” ya está “juzgao”. “Eso”, refiriéndose a un suceso donde se han dejado la vida decenas de compatriotas que representan la defensa de España a través de sus Fuerzas Armadas.
Es necesario preguntarse si Rajoy, que parece un ser humano real, tiene realmente sentimientos humanos. Una falta de humanidad que no es exclusiva de él o de Trillo, sino que se extiende a otros miembros del PP que se han pronunciado y a sus diversos mamporreros mediáticos cuyo trabajo es defender cualquier cosa -por miserable que sea- siempre al servicio de los intereses de la derecha.

Es falso que se haya “reabierto” una herida de hace 14 años, porque dicha herida -más que herida- nunca se pudo cerrar. Hubo fallos e irregularidades en el procedimiento de contratación, de identificación de cadáveres, de asunción de responsabilidades tanto políticas como penales, y -lo que es más importante- de respeto obligado y debido ante el dolor de tantas familias y ante la culpa de haber permitido todas esas chapuzas administrativas que provocaron el accidente y aportaron un dolor adicional aún más terrible como evitable al mezclar los cuerpos de los fallecidos para celebrar pronto el funeral y buscar el carpetazo político.

 

Es necesario preguntarse si Rajoy, que parece un ser humano real, tiene realmente sentimientos humanos.

 

Tanto Federico Trillo como aquellos que lo cubren y justifican son indignos no solamente para la democracia sino para la propia especie humana bondadosamente entendida. El Yak-42 y el nombre de Trillo nos recordarán para siempre la existencia pragmática de la miseria del hombre y los enjuagues abyectos que se realizan al amparo del poder. Algo falla en nuestra democracia, en nuestro país, cuando en las siguientes elecciones la lista provincial que él encabezaba logró sendas mayorías (y además crecientes en cada convocatoria) en su circunscripción. Otra cosa es que ciertos demagogos que aún se aferran al antidemocrático eslogan del “no es no” utilicen ahora este caso para agitar de nuevo “sus” razones para no haberse abstenido.

Así funciona este país: entre sinvergüenzas sin escrúpulos, caraduras sin moral y oportunistas sin respeto a la verdad. Habrá que alegrarse lo que cada uno pueda al pensar que si realmente existe ese Dios en el que cree Trillo, será incapaz de perdonarle sus pecados allá en la vida eterna. Y, por supuesto, arderá en el infierno.

 

*Marcial Vázquez es Polítologo.