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Tsunami migratorio en Andalucía

En Andalucía se solapan hoy lo urgente y lo importante.

Hoy, casi finalizando la segunda década del siglo XXI, Andalucía está siendo invadida. No es una invasión clásica de fuerzas militares. Son oleadas sucesivas de migrantes que, procedentes del Sur, llegan a las costas andaluzas en pateras y a Ceuta y Melilla saltando las vallas que delimitan la frontera terrestre entre España y Marruecos. Son seres humanos que escapan de las tinieblas y horrores provocados por guerras, terribles hambrunas o vidas miserables en entornos sin ley ni orden y que, sobre todo, intentan alcanzar la supuesta luz paradisíaca en que, televisiones por satélite y teléfonos móviles, han convertido a Europa para ellos

 

La inmigración no es un fenómeno nuevo, pero nunca antes se había producido la gigantesca y descontrolada avalancha que ahora sufre Andalucía.

 

Lo más novedoso reside en la enormidad y continuidad del flujo, en el entorno político en el que se desarrolla, y las perversas consecuencias que ello tiene para España y especialmente para Andalucía. Hace varias semanas, en estas mismas páginas, tras constatar el estrangulamiento de dos grandes vías migratorias mediterráneas (turco-griega e italiana respectivamente), decía que “España se conforma hoy de hecho en una especie de “meeting point” y plataforma europea ideal para refugiados e inmigrantes de cualquier parte del mundo”. Se calcula que cerca del 40% de los inmigrantes en Europa entran a través de España. Y en ese trasiego, Andalucía, así como Ceuta y Melilla, tienen el dudoso privilegio ―caprichos de la geografía― de sufrir en primera instancia las embestidas del actual tsunami migratorio.

 

El asalto a la frontera ceutí del pasado jueves 26 de julio, rápido, masivo y violento de 800 migrantes se saldó con la entrada en España de alrededor de 600.

 

Escalando o rompiendo las vallas fronterizas con radiales y cizallas, los asaltantes atacaron con cal viva, lanzallamasde circunstancia, ácidos y otras sustancias repelentes a los guardias civiles que trataban de impedirlo. De éstos, 22 resultaron heridos. Hechos que obligan a pensar en cierta pasividad de gendarmes y policías marroquíes para evitar tal asalto a la soberanía española. Actitud posiblemente debida, además de a intereses políticos, a razones de seguridad interna que ahora refuerzan la bullente zona rifeña, y descuidan playas y fronteras con España. Conviene constatar, no obstante, que la mayoría de los asaltantes son musulmanes y que casi el 20% son de nacionalidad marroquí (el número de marroquíes en España ha alcanzado ya el millón entre empadronados, 75%, e ilegales, 25%). El resto se reparte entre subsaharianos (principalmente de Costa de Marfil, Guinea-Conakry, Gambia y Mali), norteafricanos (principalmente de Argelia y Libia) y asiáticos (principalmente de Siria y Afganistán).

El enorme volumen de los migrantes ilegales que llegan a Andalucía está triplicando al de 2017 (Salvamento Marítimo, dependiente del ministerio de fomento, lleva recatados 21.000 en lo que va de año). Mientras, “Frontex” (Guardia europea de fronteras y costas) está ausente del Estrecho y el mar de Alborán; posiblemente porque no se quiere molestar a Marruecos. Y los centros de acogida están proliferando en la geografía andaluza (Tarifa, Algeciras, Barbate, Chiclana…). Y aún así están colapsados. Tanto que “silenciosamente” se ha acudido a las capacidades de las FAS para habilitar campamentos de acogida y clasificación. Supongo que en base al art 15.3 de la L.O. de la Defensa Nacional : Las Fuerzas Armadas, junto con las Instituciones del Estado y las Administraciones públicas, deben preservar la seguridad y bienestar de los ciudadanos en los supuestos de grave riesgo, catástrofe, calamidad u otras necesidades públicas, conforme a lo establecido en la legislación vigente”. Así se ha hecho en Ceuta. Asimismo se ha recurrido incluso a la UME ―principal gran unidad de intervención del Estado, de extraordinaria eficacia y espíritu de servicio― cuyo Grupo de Apoyo a Emergencias, desplazado desde Torrejón (Madrid), está acondicionando en el puerto de Algeciras, en apoyo a la Policía Nacional, dos naves así como su entorno inmediato con tiendas de campaña, literas,  contenedores de ablución, duchas, etc para constituir un nuevo centro de acogida y clasificación con capacidad inicial para 300 personas. Tal instalación estará operativa previsiblemente el 1 de agosto.

 

En el ámbito más político, está influyendo grandemente el “efecto llamada”, que se ha incrementado desde la formación del nuevo Gobierno español.

 

Las fotos con el “Aquarius” seguidas por las del “Open Arms”, así como el pregonar “urbi el orbi”  la gran cantidad de beneficios, apoyos y cuidados a recibir por los migrantes tras pisar suelo español, están pasando una elevada factura. No se puede descartar que muy pronto todo ese follón afecte al turismo en Andalucía. En definitiva, la sensación de descontrol político gubernamental y de seguridad a lo largo de las playas andaluzas es inquietante. Posible y lamentablemente los grandes beneficiados de tal escenario sean las mafias del Campo de Gibraltar ―que parecen estar cada vez más coordinadas―, y que con las FCSE embebidas en lo urgente (tsunami), podrían estar gozando de mayor libertad de acción criminal. El apogeo actual de la “Operación paso del estrecho” (coordinación del paso de emigrantes africanos de vacaciones hacia sus lugares de origen) tampoco debe ayudar mucho para descongestionar el Campo de Gibraltar. Vaya ―y disculpen por la licencia―, solo falta que sus taxistas de declaren en huelga).

 

Al obvio incremento de los riesgos para la seguridad que lo anterior significa, se añade la carga económica que está originando el flujo migratorio, y especialmente el actual tsunami, que es difícil de evaluar todavía.

 

Como dato, el Gobierno acaba de aprobar una partida de emergencia de 30 millones €para ayuda humanitaria. Parece bastante insuficiente, pero marca situación y tendencia. Dejémonos de subterfugios y reconozcamos que es necesaria una fuerte acción del Estado en apoyo directo a Andalucía que, con las gafas de ver de lejos, debería pasar por el desarrollo económico de esa Comunidad.

Y es que de tanto mirar hacia el Norte, parece aquejarnos una tortícolis colectiva que nos impide mirar hacia el Sur. Y hacia el Sur hay que mirar ahora tanto en perspectiva política, como estratégica (Estrecho) y económica. En Andalucía se solapan hoy lo urgente y lo importante.