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Última oportunidad para el andalucismo

Joaquín Fernández 
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Con el punto y final de la actividad política del Partido Andalucista se ha roto la relación de correspondencia entre el andalucismo y el PA. Porque, si bien la sociedad andaluza nunca ha respaldado mayoritariamente al PA ni realmente el PA ha sido capaz de conseguir que la sociedad andaluza se identificara con el Partido, no cabe duda de que para una gran parte de los andaluces el andalucismo era el PA y el PA era el andalucismo.

Yo, que fui de los pocos que defendí en el 17 Congreso Extraordinario de Torremolinos la continuidad del Partido Andalucista como herramienta política, que defendí su validez y que la marca política tenía futuro, frente a la opinión mayoritaria de la militancia y de la propia Dirección Nacional, encuentro ahora en su desaparición una nueva oportunidad para  el nacionalismo andaluz.

Porque, por mucho que nos duela a los que hemos militado en el PA e incluso seguimos participando más o menos activamente en el trabajo diario de los Grupos Municipales andalucistas en los Ayuntamientos en los que obtuvo representación en las pasadas Elecciones Municipales, esa relación de correspondencia única a la que me he referido al principio no ha sido buena para el andalucismo ni para Andalucía.

Así las cosas, llegados a este punto los andalucistas deberíamos aprovechar la oportunidad como si fuera la primera y la última (que puede que lo sea). Y no es fácil, no. Porque algunos ya han intentado hacer de esta oportunidad para el andalucismo una oportunidad para sí mismos intentando que, en definitiva, lo único que cambie del perro sea el collar, y el dueño de ambos. De la misma forma que otros pretenden vaciar el andalucismo de contenido para ganar un puñado de votos llamándose andalucistas, y sin serlo ni pretenderlo.

Es cierto que con más de un millón de parados y más de tres millones de personas en riesgo de pobreza y exclusión social, Andalucía no puede permitirse el lujo de no tener una voz propia con influencia y con capacidad de decisión en sus propias instituciones y en las instituciones del Estado. Y no es menos cierto que no nos podemos quedar descolgados del debate territorial para no perder lo que por derecho nos ganamos. Pero tampoco nos podemos permitir equivocarnos otra vez. No podemos volver al andalucismo en el que los andaluces no se reconocen. No podemos volver al andalucismo que se encierra en las instituciones y se aleja de las personas. Al andalucismo personalista. No podemos volver al andalucismo que nos divide entre los malos y los buenos y que antes que soluciones está buscando culpables de sus propios males. No podemos volver al andalucismo que no es ni andaluz ni andalucista y que no tiene absolutamente nada que ver con la realidad social de Andalucía y de los andaluces.

Siempre me ha gustado la fábula del incendio del bosque y el colibrí que intenta apagarlo llevando gotas de agua en su pequeño pico. El andalucismo necesita que todos, como el colibrí de la fábula, hagamos nuestra parte. Ojalá el bosque no se queme.