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Un flashback zapateril

Las escasas pero propagandísticas medidas adoptadas por el Gobierno de Pedro Sánchez me retrotraen al buenismo de Zapatero en una especie de “dejá vu” paramnésico.

Confieso que esto que estamos padeciendo en los últimos días en mi querida España, esta España mía, esta España nuestra ya lo he vivido hace unos años, que las escasas pero propagandísticas medidas adoptadas por el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez me retrotraen al buenismo de Zapatero en una especie de “dejá vu” paramnésico. No en vano la todopoderosa vicepresidenta Carmen Calvo ya anunció en su toma de posesión que admiraba las políticas del ex presidente y ahora fantasmagórico enviado de la ONU a Venezuela, que tanto nos hicieron sufrir a los españoles hace menos de una década, hundiendo al país en la miseria. Visto lo visto, al Gobierno de Pedro Sánchez no hay que concederle los cien días de tregua porque en menos tiempo del que canta un gallo podría incluso superar a su antecesor en el cargo, dejar nuestras escasas arcas tiritando y nuestra debil economía otra vez en la UVI.

 

Y es que pasado el bluf de las mediáticas incorporaciones ministeriales de ida y vuelta que tanta expectación levantaron en su momento, ha llegado el “tio Pedro con las rebajas”.

 

Papeles para todos, sanidad gratis total para todos, sueldos vitalicios para unos cuantos, viviendas para todos, subvenciones a fondo perdido para sus futuros votantes y para mantener calladitos a los sindicatos, manga ancha para que los independentistas catalanes reabran sus embajadas y gasten el FLA en lo que les venga en gana, subida del salario mínimo y subida del IPC para las pensiones,…vamos un derroche que me recuerda demasiado a ese pozo sin fondo en el que Zapatero hundió al país hace no tanto tiempo. Como cantaba Ana Belén, “besos, ternura, que derroche de amor, cuanta locura”. Vamos a ver de donde sacan el dinero para pagar estos dispendios. Bueno, sí que sé de donde van a sacarlo, naturalmente, de nuestros bolsillos. Démosle tiempo al tiempo.

 

Pedro I “El guapo” sigue impertérrito con su campaña de imagen vendiendo humo al personal y motos inservibles a quien quiera comprárselas, que son muchos.

 

Lo del barco Acuarius ha sido de traca, comparable sólo a la apoteosis final de los fuegos artificiales de la Feria de Abril. Que conste que no estoy en contra de que el Gobierno haya acogido a los seiscientos inmigrantes que andaban como puta por rastrojo por las aguas del Mediterráneo, rechazados por Italia, por Malta o por Francia. Al contrario. La acogida en Valencia era algo de lesa humanidad, de solidaridad pura y llana. Lo que me llama la atención, sin embargo, es el despliegue mediático organizado en torno a la travesía y al desembarco. Cientos de periodistas y cámaras de televisión, miles de voluntarios, de miembros de ONGs, de fuerzas de seguridad, de la Cruz Roja, de Médicos Sin Fronteras, horas y horas de televisión con repòrtajes y entrevistas de las que los periodistas llamamos de “interés humano”…Todo demasiado perfecto en un mundo en el que la mentira y el interés egoísta suele primar por encima de causas superiores.

 

Y es que mientras cientos de cámaras nos retransmitían en directo la llegada de los barcos al puerto de Valencia, en las costas andaluzas desembarcaban, otro día más, cerca de dos mil personas en decenas de pateras, y medio centenar de ellas desaparecían bajo las aguas del Estrecho sin que nadie, ni Sánchez ni Susana ni Chimo Puig ni muchas de las ONGs que se pirran por salir en escena, moviesen un dedo para darles acogida. Mi pregunta es ¿qué diferencia había entre los refugiados de Acuarius y lo de las pateras de Cádiz, Granada o Almería? ¿Eran unos mejores que los otros? ¿Por qué los primeros van a ser atendidos y alojados en centros especiales con todos los beneficios de las admnistraciones públicas y los segundos irán a los CIES para ser deportados? Repito, lo del Acuarius está bien, pero lo de las pateras en Andalucía ya no está tan bien. Digo yo que en estos casos se debería aplicar el principio de café para todos, o para ninguno. Algo no me cuadra en estas diferenetes varas de medir la solidaridad. Me da a mi que este uso y abuso de las redes mediáticas y la propaganda por parte del Gobierno de Sánchez nos puede ocasionar más de un dolor de cabeza.

 

Y en esas estamos, vendiendo fotos al personal de niños negritos como hace medio siglo salíamos a pedir con la huchas del Domund.

 

Ya está bien de hipocresías. El pueblo español está harto de demostrar su solidaridad con los damnificados por catástrofes. Nos hemos volcado siempre con las víctimas de los desastres naturales y artificiales sin que nadie se colocara medallas por ese sacrificio individual de los españoles. Así que, ahora, con la grave crisis de los refugados que afecta a toda Europa, que tampoco nadie se ponga medallas salvadoras. Es una labor que nos corresponde a todos y que no sólo tenemos que afrontar los paises que, como Grecia, Italia o España, somos frontera del Tercer Mudo. Los ricos del Norte tendrán que rascarse el bolsillo para hacer frente a esta tragedia humanitaria que cada día va a más. El Mediterráneo y el Estrecho de Gibraltar se está convirtiendo en una fosa común para miles de personas que buscan un futuro mejor. Todos somos responsables de ello y habría que acudir a la raíz del problema para evitar otras miles de muertes más. Y, por supuesto, sin demagogias baratas ni populismos propagandísticos, que de eso estamos más que sobrados.