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Un ministro de altos vuelos

Me sorprendió su nombramiento como ministro, dado lo reñida de la mentalidad científica con la praxis política.

Difícilmente será rechazado  por alguien, dada su aureola de hombre valiente, culto, trabajador y de excepcional sencillez, y además nacido en Extremadura, tierra de gente aguerrida, noble y muy acogedora.

Me sorprendió su nombramiento como ministro, dado lo reñida de la mentalidad científica con la praxis política. Diría encontrarse en universos incompatibles por usar métodos de trabajo muy diferentes.  Sin duda, en el caso de Duque la visión de la pequeñez de la Tierra desde el espacio le habrá imprimido carisma para relativizar postulados sacrosantos. Algún astronauta en su regreso lo hizo con hipersensibilidades religiosas, aunque no creo sea el caso de Pedro Duque.

Por lo demás, como los milagros económicos no existen, solo habas contadas a repartir tras el forcejeo de un tirar de la manta sobre la ovalada mesa gubernamental, no sabemos la fuerza desarrollada en la ingravidez por el astronauta español para triplicar ─es su deseo─ la inversión en D+I+i y aspirar en varios años a parangonarnos con los países avanzados.

 

Complicada ilusión cuando otros cuatro nuevos ministerios reclamarán su ‘habas’ porque sin ellas cualquier proyecto va derecho al garete.

 

Los políticos, incapaces de afrontar juntos un propósito común, actúan desde la inmediatez de la inversión, en absoluto con proyectos largos por no afrontar los riesgos de darle el trabajo al adversario una vez cumplido su mandato. Y los científicos saben del error político al presionarles unos resultados inmediatos. Solo ordeñando la vaca con apretones sin piedad a las ubres se podrían atender a una parte de los requerimientos, con las protestas del poco boyante respetable público, tan tuberculoso como la estabulada.

Recuerdo lo siguiente: La señora Díaz tenía un currículo exiguo comparado con su principal oponente, el señor Planas; colocados en una balanza las diferencias deteriorarían el instrumento. Sería un placer para adormecer la curiosidad una entrevista sincera con el señor Planas, cicatrizadas las viejas heridas, para escuchar los porqués de su derrota cuando aspiró a la presidencia de la Junta. Cultivado en las ciencias y tecnologías, poseedor además de varias condecoraciones, tal vez se distrajo en los camarotes del trasatlántico y olvidó navegar por los canales donde circulan los chulapeos de la política.

 

Si de una empresa privada se hubiese tratado, la elección sería un placer para cualquier director de recursos humanos (horrible eufemismo).

 

Hasta le comentaría a su superior: «La candidata, a pesar de su juventud y buen ver, de saber los méritos del contrincante no se hubiese presentado por evitar la vergüenza consiguiente». No obstante, redimido ahora el señor Planas por el señor presidente, ─solo lo difícil es estimulante─ tiene otra oportunidad para contrastar actitudes, y la oportunidad para escribir un buen libro donde la realidad constituya una construcción hasta cierto punto ‘inventada’ por quien la observa.

A ambos, con todo mi respeto les diría: En la Edad Media, para ser un buen creyente se necesitaba adormecer el pensamiento;  antes y ahora lo inquietante no radica en la irracionalidad de los rebaños, sino lo contario: en la sumisión y obediencia ciega.