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Un ministro en Barajas

¿Pretendía aprovechar la parada técnica de la nave rumbo a Turquía para reunirse con alguien del Gobierno ajeno a su prohibición de entrada?

 

 

El ministro Ábalos fue a Barajas a entrevistarse clandestinamente con la vicepresidenta de la dictadura venezolana. Por eso se desplazó en el coche de su escolta privado/asistente (como la que denunció a Irene Montero) recompensado con su reciente nombramiento en el Consejo de RENFE. Mintió dando distintas versiones hasta ser descubierto y ante la evidencia de la mentira el Gobierno y él tuvieron que reconocer los hechos.

 

Supongamos que la señora Delcy Rodríguez no es vicepresidenta de un Gobierno sancionado por vulnerar los derechos humanos, por torturar y matar a sus ciudadanos. Supongamos que llega a la zona de Barajas para vuelos privados. Al tener prohibida la entrada, sin sellarle el pasaporte porque el sello es autorización de entrada, es devuelta en el mismo avión, si vuela de regreso, o en otro vuelo regular al país de procedencia. Mientras, debe permanecer en la zona de rechazo habilitada en zona internacional donde cada día son  devueltas decenas de personas.

 

Lo que ocurrió con la vicepresidenta del gobierno de una dictadura criminal según la UE, cuyos líderes políticos son amigos de la izquierda populista española hoy en el Gobierno, es que recibió trato distinto de la Policía española por interferencias del ministro de Fomento. Habría que saber a qué venía a España. ¿Pretendía aprovechar la parada técnica de la nave rumbo a Turquía para reunirse con alguien del Gobierno ajeno a su prohibición de entrada? La ruta Venezuela – Turquía es conocida por la CIA estadounidense como “ruta del oro”, por ser el destino para sortear el embargo y sacarlo al mercado. No debe extrañar el nivel de riqueza con el que viven hijos y familiares de altos cargos de la dictadura  venezolana, entre otras cosas porque esto genera dinero negro en grandes cantidades, como otras prácticas corruptas de los gobernantes de la dictadura.

 

Tras las gestiones y la explicación de la Policía de cómo se podía actuar sin vulnerar la legalidad, se decidió que la señora vicepresidenta de la dictadura venezolana, en vez de ser trasladada en un coche policial a la zona internacional de rechazo se podría quedar en la sala VIP de la empresa privada del vuelo alquilado, con control policial en la puerta. En vez de ser devuelta a su país en otro vuelo se le permitió embarcar en un vuelo con otro destino. Y se permitió su traslado a la terminal de salida por pistas internas del aeropuerto, en una furgoneta de servicio de la misma empresa privada contratada. En esto consistió el trato de favor. Técnicamente, los policías no incumplieron la ley. Aplicaron la norma con flexibilidad ante la petición de un ministro del Gobierno de España.

 

Lo que sobra aquí es la presencia del ministro en el aeropuerto y lo que es inadmisible en democracia es mentir reiteradamente. Si España sigue aceptando con normalidad la mentira en la política nuestra democracia no merece tal nombre. ¿Somos un país políticamente amoral? Muchas veces lo parecemos. Ábalos debería dimitir o ser cesado, cerrar 40 años viviendo de cargos políticos, desincrustar los varios enchufados que ha colocado y dedicarse a gestionar alguna ONG bien subvencionada de su familia.

 

Conocí a Ábalos a principios de los 90. El secretario general del SUP y miembro del PSOE en la C. Valenciana, José de Juan Rocatí, nos presentó. Había una delegación de mandos de las FARC en Valencia invitados por el PSOE/Gobierno valenciano de Joan Lerma. Ábalos disfrutaba haciendo de cicerone de los capitanes de la narcoguerrilla. Cabe suponer que su respeto por las normas y la democracia haya mejorado desde entonces.