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Videoclubes: el final sigue abierto

A pesar del desolador panorama, Gloria abrió un negocio de alquiler de películas hace tres años y medio. Lo considera su lucha personal por un mundo más humano

G. Hildebrandt/ Redacción C.A.- “¿Qué usted quiere montar un qué…?”, preguntaron incrédulos cuando fue a pedir el crédito. “¡Estás loca!”, le espetaron sus familiares. Gloria soñaba desde niña con abrir un videoclub. Se decidió en 2011, cuando estos establecimientos, que llegaron a ser 10.000 en los años bollantes, sumaban solo 1.150 a principios de aquel año, y bajando. El portal de descargas Megaupload funcionaba aún, y la industria audiovisual se mostraba incapaz de reaccionar al auge de las descargas gratuitas. Eran los años de plomo para el sector. Pero Gloria Ruiz Herrera consiguió los 30.000 euros para la puesta a punto –que aún está devolviendo–, se lió la manta a la cabeza y abrió en un local de su propiedad en San Juan de Aznalfarache (Sevilla) el videoclub Cinco en Casa. Cinco son ella, sus tres hijos y su marido, actualmente en paro.

“Me cuesta muchas lágrimas y hay días que pienso en tirar la toalla, pero luego vuelves a comerte el mundo y a decir: ‘No, no, yo aquí tengo que cambiarle la mentalidad a los chavales”

Es viernes. El local, de unos 40 metros cuadrados, está jalonado de pósters, personajes de cine en miniatura y carteles que anuncian las ofertas o que invitan a tomar un café por un euro “mientras eliges esa peli que tienes ganas de ver”. Ángel y Javi, los hijos pequeños de Gloria, juegan en una Playstation 2 con unos amigos del cole. La madre viene a recogerlos, se queda charlando un rato y compra un par de bolsas de gusanitos antes de irse. Pasan las ocho de la tarde y entran algunos clientes, aunque Gloria confesará más tarde que no ha sido un día bueno. Aunque el negocio da para vivir a ella y los suyos, cuenta que cuando hay cualquier imprevisto hay que sacar papel y lápiz para cuadrar las cuentas. Otros meses saca para reinvertir; empezó con 300 películas y ahora tiene unas de 1.700. Con 738 socios (unos 100 activos), cree que ya se ha afianzado. Y, lo que es más importante, confía en que lo sacará adelante.

Según los datos que maneja la asociación Aevideo (los utilizados para este reportaje), a principios de 2014 –tras el último recuento– había en España 784 videoclubs. Desde el organismo creen que hablar de 500 en la actualidad es ser optimista.

“No. No me arrepiento”, dice Gloria. “Me cuesta muchas lágrimas y hay días que pienso en tirar la toalla, pero luego vuelves a comerte el mundo y a decir: ‘No, no, yo aquí tengo que cambiarle la mentalidad a los chavales”.

Una figura de Homer SImpson sobre una estantería. / G.H.
Una figura de Homer Simpson sobre una estantería. / G.H.

Para ella, más que con el dinero, abrir su negocio tenía que ver con su ilusión de siempre y con una manera diferente de entender los tiempos que corren: “Yo, personalmente, me niego a quedarme en casa y hacerlo todo por Internet, porque si te fijas se puede hacer casi todo ahí. Y me niego a que mis hijos estén conectados todo el día al ordenador y a la Play. Quiero que salgan de eso. Es que si no nos acabará pasando como en Wall-E [en la película de Pixar, los humanos se han convertido en masas fofas incapaces de moverse o hacer nada sin sus ordenadores-sillones]. Nos olvidamos de tocarnos”. Gloria organiza para los niños del barrio –sin cobrar– visionados de películas sobre temas sociales, partidas de juegos de mesa o campeonatos de SingStar.

Según datos del INE de octubre de este año, el 64,3% de los españoles de 16 a 74 años utiliza Internet de manera intensiva (a diario). El 91% de los adolescentes de 15 años y casi el 70% de los niños de 12 tienen teléfono móvil.

La unión (a través de Whatsapp) hace la fuerza

“¿Podría alquilar Batman Forever? No, la tiene que devolver tomorrow”. Bromas como esta o las que buscan la parte jocosa de ser autónomo en este país aparecen en el grupo de Whatsapp de Gloria llamado Videoclubs. En él, 35 resistentes de toda la geografía nacional comentan cómo les ha ido el día, informan de novedades y se dan ánimos. Paradójicamente, un grupo de nostálgicos como ellos se vale de esta herramienta tecnológica para contrarrestar la desprotección que sienten. Muchos no pertenecen a Aevideo (de los cerca de 20 que hay en Sevilla, no hay ni un solo asociado), al entender que esta no les protege.

El nuevo pacto de Aevideo con la SGAE produjo la salida de algunos asociados. Muchos aseguran que ya no pagan dinero a la sociedad de autores.

En 2011, la asociación asturiana ASASVI tumbó en los tribunales un acuerdo de Aevideo con la SGAE, en virtud del cual esta última se llevaba un canon según la superficie del establecimiento, y no por número de copias, como había sido hasta entonces. Una medida que perjudicaba a los negocios más pequeños. Algunos dentro del grupo confiesan que fue entonces cuando salieron de Aevideo, y que ya no pagan dinero a la SGAE. Otros sí siguen asociados y defienden labores el trabajo de la asociación, como la de cobertura jurídica.

Los mensajitos de Whatsapp se cuentan qué tal está alguna de las novedades, o cómo está el tiempo en cada lugar (un día de lluvia puede suponer el doble de caja que uno soleado). Las descargas y el streaming en Internet, sigue siendo un tema recurrente entre ellos. Desde Estudio 54, en Algeciras, Aitor saca una noticia sobre centros públicos en los que se ven películas sin pagar por los derechos de autor.

Gloria despacha a un cliente. / G.H.
Gloria despacha a un cliente. / G.H.

Aunque entienden que respuestas de la industria como Wuaki TV o Netflix vienen a quitarles lo que aún les queda del pastel, las reciben positivamente y con dignidad: “La gente que consume gratis lo seguirá haciendo. Es beneficioso para nosotros que haya más plataformas legales. Ellos cuidarán de sus intereses y, al ser más poderosos, harán que la ley se cumpla”, escribe Remedios, sevillana pero titular de un videclub en Tudela (Navarra). Según la Coalición de Creadores e Industrias de Contenidos, el porcentaje de consumidores que accedió sin pagar a contenidos en Internet subió desde el 51 hasta el 58 % en 2014, lo que habría dejado a la industria del cine (entre la que se incluye a los videclubs) sin cobrar 571 millones de euros.

Gloria, por su parte, teclea que su colectivo no está para luchar contra lo ilegal, sino “para hacer ver a las nuevas generaciones que hay un mundo más alla de sus tablets y móviles. Que cada persona es un mundo, pero Internet los trata a todos por igual, mientras que en nuestros establecimientos se trata a cada cliente de manera personal y cercana, creando vínculos que no hay en las redes”.

¿Poca demanda o poca oferta?

Después de consultar con su “asesora particular, bastante entendida en la materia”, Alejandro se ha llevado una de terror. “Tuve una pareja que era más adicta al tema de las descargas”, recuerda, “pero aquí contribuyo a que se mueva el mercado y colaboro un poco en el barrio. Lo prefiero al frío de la pantalla. Además, luego la mitad de las veces no se ve bien, no se escucha o no tiene subtítulos”.

“La gente está contenta de tener aquí el videoclub. Aunque no todos se lleven películas, vienen a echar el rato y compran refrescos y chucherías, o recargan el móvil. A veces tengo la sensación de que hago una labor social, esto se parece por momentos a un consultorio de psicología”, ironiza Gloria.

“Lo que yo pienso”, continúa, “es que cuantos más videoclubs haya cerca, más acudirá la gente. El fallo es que ya no hay”. Como queriendo suscribir sus palabras, unos minutos más tarde aparecen Jacobo, Teresa y su hija Ylenia, que vienen casi todos los fines de semana porque son “de peli, manta y palomitas”. Ellos dejaron de ver películas en Internet cuando llegó Cinco en Casa, actualmente único videoclub en San Juan. “Es un tema de comodidad, si la economía no te da para ir al cine, ¿qué opción te queda para ver una película, si no hay un videoclub cerca?”. “Cuando cerró el último tuvimos que empezar a bajar a Sevilla para alquilar, hasta que me nos cansamos, claro”.

El lema 'yedi' despide al cliente de Cinco en Casa. / G.H.
El lema ‘yedi’ despide al cliente de Cinco en Casa. / G.H.