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Un otoño caliente con urnas a la vista

Todo parece indicar que la presidenta está decidida a adelantar las elecciones autonómicas y convocarlas el próximo otoño.

Me insisten que son varias las Consejerías de la Junta que pueden quedarse sin vacaciones de verano. Todo parece indicar que la presidenta está decidida a adelantar las elecciones autonómicas y convocarlas el próximo otoño y para ello necesita que la relojería de la Junta esté a punto. En condiciones normales, la cosa no tendría más historia, pero tal y como andan los principales partidos del espectro político nacional, con un PSOE cogido por la entrepierna por nacionalistas, populistas y proetarras, con un PP en plena crisis de liderazgo e ideología, con Ciudadanos en franco retroceso y con Podemos en busca de una identidad regional que su líder, Pablo Iglesias, se niega a reconocer, la cuestión supera los límites andaluces y podría condicionar la política estatal futura de ese figurín del postureo, adalid de márqueting político y “bello estoplacma” sin fondo en el que se ha convertido Pedro Sánchez.

Pongamos que hablo del PP

 

Como ya adelanté hace unas semanas, Susana tiene en sus manos, no sólo revalidar la victoria conseguida en las urnas hace algo más de tres años, sino lograr una mayoría absoluta de la que no ha gozado desde que tomó posesión, en septiembre de 2013 sustituyendo a José Antonio Griñán al frente de la Junta. De seguir la cosas como están en estos momentos, con el PP-A en caída libre, Ciudadanos en retroceso y Podemos en crisis, el PSOE, por más EREs y condenas por corrupción, por más paro y por peor estado en que se halle la Sanidad pública, podría obtener unos resultados comparables a los mejores de Manuel Chaves con una amplia mayoría absoluta que le permita a Susana cuatro años de tranquilidad mientras su íntimo enemigo, Pedro Sánchez, se rompe los cuernos estos meses para mantener un Gobierno cogido con pinzas y apoyado por sus presuntos enemigos.

 

Lo dicho, sería como matar dos pájaros de un tiro y resarcirse del enorme varapalo que le supuso la derrota de hace un año en las primarias del PSOE.

 

Hace escasos días acudí a una cena de despedida de verano con diversos amigos y contertulios, la mayoría de los cuales son votantes habituales del PP y, en algún caso, afiliados con cuota pagada al día. Ninguno de ellos representaba desde luego a las Nuevas Generaciones sino que son profesionales y ex políticos con una amplia trayectoria de reconocida solvencia y gran experiencia en los avatares que han rodeado al principal partido de la oposición en los últimos treinta años. Esa misma noche se votaba la primera vuelta de la primarias que supondría la pírrica victoria de Soraya Sáenz de Santamaría sobre Pablo Casado y la eliminación de María Dolores de Cospedal en esa carrera por el liderazgo en el Partido Popular. La inmensa mayoría de los comensales apostaba por la renovación e incluso la refundación del partido conservador de manos de Casado como la solución menos mala, aunque alguno, cercano a las tesis de Javier Arenas y del presidente regional del PP, Juanma Moreno, defendía que “la chiquitita” era la mejor opción de cara a unos comicios a corto plazo si Sánchez decidía no acabar la legislatura.

 

Porque esa es otra. Todos los que llevamos en esto del análisis político periodístico más de tres décadas, sabemos que Arenas siempre ha sido una especie de flotador, de corcho que ha sobrevivido a la peores etapas de su partido.

 

Como decía hace poco mi admirado Alberto García Reyes, el “niño Arenas” que ya no es tan niño porque está a punto de cumplir los 61, siempre ha jugado a “caballo ganador” en las crisis del PP, sabiendo, incluso, cambiar de bando a última hora con el fin de mantener su puesto de líder en Andalucía. Por eso me sume en un mar de dudas su tácito apoyo a Soraya, un apoyo masivo en Andalucía que, a la postre, le ha supuesto a la ex vicepresidenta de Rajoy  la victoria en la primera vuelta de las primarias. Algo no me cuadra en esta situación en la que Casado parece contar con los suficientes apoyos de los compromisarios (los suyos, los de Cospedal y los del resto de candidatos) para impedir que Soraya se alce con la victoria en el Congreso de finales de julio. Podría ser que Javier estuviera chocheando y hubiese perdido sus admirables facultades acomodaticias que tanta veces le han salvado, pero no lo creo.

 

Como decía Shakespeare por boca de Marcelo en Hamlet, “algo huele a podrido e Dinamarca” y aquí, en el próximo congreso del PP, con algo de más calor que en el pais escandinavo, tampoco huele demasido bien.

 

El caso es que cuando usted vuelva a Sevilla tras disfrutar sus merecidas vacaciones veraniegas en Matalascañas, Punta Umbría, Isla Antilla, Chipiona o El Puerto de Santa María, se va a encontrar un panorama bastante curioso. En España estaremos dándole vueltas y más vueltas al conflicto catalán con el que el “Chistorra” y compañía seguirán dando la matraca independentista y en Andalucía nos prepararemos para afrontar unas elecciones que consoliden definitivamente a Susana Díaz como la reina del sur. ¿Se puede pedir más? Menos al que a finales de mes algunos podremos cobrar los atrasos de la subida de las pensiones que tanto nos negaron nuestros paisanos andaluces, Montoro y Fátima. Doscientos euros que habrá que agradecérselos a Sánchez y a sus amigos del PNV. Nos tomaremos una cerveza a su salud.