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Una de chorradas laicas

Benito Fdez 2
Benito Fernández

Que conste de antemano que me la trae al pairo que en los colegios públicos, en los ambulatorios o en cualquier otro centro oficial tengan símbolos religiosos de la creencia que sea, ya sea una cruz,  una media luna o un totem. Uno se acostumbró de niño a ver en clase la foto de Franco y José Antonio y no por eso comulgué con su dictadura, al contrario, quizás esas imágenes oficiales y el canto obligado del Cara al Sol o Montañas Nevadas me condujeron a que llegase a odiar la dictadura a la temprana edad de doce años y a dirigir mis futuros pasos y mis esfuerzos a luchar por la libertad de ideas y de expresión. Digo todo esto porque a la nueva progresía podemista, heredera del más rancio comunismo, le ha vuelto la antigua manía de erradicar cualquier símbolo católico y, a ser posible, quemarlo en la hoguera.

Ya les he dicho que no soy religioso ni me interesan las discusiones teológicas, pero reconozco que España es un país mayoritariamente católico y que símbolos como la cruz no creo que dañen sensibilidad alguna, ni siquiera la musulmana ahora tan reivindicativa. Creo que nuestra cultura europea es heredera del judeocristianismo y nuestras bases de convivencia social proceden de las enseñanzas filosóficas de Aristóteles, Platón, Séneca y Santo Tomás de Aquino, trufadas por aportaciones humanistas, nihilistas o marxistas aportadas por pensadores europeos de los últimos siglos.

Últimamente nos estamos acostumbrando a bufonadas que son sólo botones de muestra de una intolerancia religiosa que se va generalizando poco a poco conforme los nuevos cachorros de progresismo imperante van accediendo a puesto de poder. Como una espesa mancha de aceite, el laicismo se va extendiendo por todas partes como el gran triunfo de una sociedad que vuelve a resucitar  la frase marxista y a considerar la religión como el opio del pueblo. Y así hay que retirar los símbolos cristianos de escuelas, de consultas médicas y centros oficiales y, a ser posible, arrebatarle a la Iglesia todos aquellos bienes cuya propiedad ha detentado durante los últimos quince siglos y cuya buena conservación ha garantizado muchas veces sin apoyo oficial alguno.

Últimamente nos estamos acostumbrando a bufonadas que son sólo botones de muestra de una intolerancia religiosa que se va generalizando poco a poco conforme los nuevos cachorros de progresismo imperante van accediendo a puesto de poder.

Si como muestra vale un botón, les cuento lo que ha ocurrido hace escasas semanas en un ambulatorio del sevillano Polígono de San Pablo, concretamente de El Greco. Muchos de sus facultativos tenían expuestos en sus consultas un crucifijo sin que nadie se hubiese dado cuenta de ello y, por supuesto, sin que nadie protestase. Hasta que llegó un talibán del laicismo y sintiéndose ofendido por la cruz, como si fuese el mismísimo Drácula, presentó una queja ante el llamado Observatorio del Laicismo, un organismo amparado por la Junta de Andalucía que vela para mantener viva la llama del anticlericalismo de izquierdas. Y, claro, la denuncia tuvo inmediatamente el debido eco entre las autoridades y el pasado Lunes Santo éstas pidieron a los médicos que retirararan los símbolos religiosos cristianos (nunca sabremos qué hubiera ocurrido si en lugar de crucifijos las consultas hubiesen estado adornadas, como en Santa Sofía, con frases del Corán). Como resulta que los médicos se negaron a obedecer al SAS y a la directora del ambulatorio y muchas pacientes no solo aplaudieron esta desobediencia civil sino que además acudieron a sus citas llevando estampitas de santos y de Vírgenes para aumentar la decoración católica de las salas, el asunto cobró pronto la importancia de un ejemplo de resistencia y obligó a la intervención del Colegio de Médicos, del Sindicato Médico y del arzobispo de Sevilla en defensa de la libertad de creencias y culto de esos profesionales.

La cosa no tendrá mayor importancia si no estuviésemos asistiendo a un imparable carrusel de chorradas laicas que van desde la procesión del coño insumiso a la propuesta de retirar los nombres religiosos de las calles, cambiar la festividad de la navidad por la del solsticio de invierno y la de Semanas Santa por el de verano o hacer bautismos laicos. Supinas idioteces que algunos consideran como verdaderos hitos de la libertad de conciencia. Y son esos mismos los que después nos quieren hacer tragar ruedas de molino denunciando como cruciales esas pajas en ojos ajenos y no queriendo ver las vigas que pueblan sus anticuadas y decimonónicas retinas marxistas. Es lo que hay y lo que nos queda aguantar.