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Una enorme lista de agraviados

Cómo el PP se ha dejado comer el terreno más por errores propios que por aciertos ajenos.

A veces me pregunto si el presidente del Gobierno, visto lo que le anuncian reiteradamente las encuestas, ha decidido definitivamente tirar la toalla dando el partido por perdido a manos de Ciudadanos. No se entiende que Mariano Rajoy haga caso omiso a las exigencias de sus votantes y les dé la espalda una y otra vez dejando en manos de sus enemigos naturales, y naturales herederos, el partido de Albert Rivera, la total iniciativa política. Es cierto que este inmovilismo y su teoría liberalista del “laissez faire et laissez passer, le monde va de lui même” (dejad hacer y dejad pasar, el mundo va solo) nos tiene acostumbrados a una forma de actuar que, aunque a veces le dé resultado, casi siempre acaba cabreando al personal.

Pero visto lo visto me da la impresión de que el PP tiene los días contados como partido dominante y tendrá que limitarse a apoyar, no le queda otro remedio, un gobierno de centro derecha encabezado por Rivera que no colma plenamente las expectativas del personal pero que, al menos, propone soluciones más acordes con la ideología de su supuesto electorado. Y, desde luego, mejor vendidas cara al público que las escasas medidas que está llevando a cabo Rajoy.

Si los populares se aprovecharon en anteriores comicios del llamado “voto útil”, ahora este voto útil se ha desplazado a Ciudadanos dejando al PP a los pies de los caballos.

Resulta curioso comprobar cómo Ciudadanos ha pasado en menos de un lustro de ser una muleta del PP a convertirse en las piernas del centro derecha, y cómo el PP se ha dejado comer el terreno más por errores propios que por aciertos ajenos. Si los populares se aprovecharon en anteriores comicios del llamado “voto útil”, ahora este voto útil se ha desplazado a Ciudadanos dejando al PP a los pies de los caballos. Ni siquiera el sector más conservador de la derecha se siente ya respaldado por el partido de Rajoy y prefiere apoyar a otros partidos que, como Vox, plantean en sus programas alternativas más acordes con sus ideas. Pero esa alternativa, con sus aciertos y errores, todavía está muy verde y le queda aún mucho recorrido por hacer. No son todavía muchos, pero pueden hacerle mucho daño a las expectativas populares.

Basta echar un vistazo al actual panorama político español para darse cuenta de la enorme lista de agraviados que el PP está cosechando con sus medidas. Cada día son más y cada día están más hartos de este Gobierno. Y lo peor es que buena parte de estos agraviados pertenecen en su gran mayoría a los propios votantes del partido. A eso se le llama en España tirar piedras contra su propio tejado. Una granizada de piedras que está acabando por destrozar el débil techo de cristal que les ha mantenido en el poder durante los últimos años.

Y es que cada día son más, y más numerosos, los colectivos agraviados por el Gobierno de Mariano Rajoy. De momento sólo los policías nacionales y los miembros de la Guardia Civil son los únicos colectivos beneficiados que le tienen que agradecer a Rajoy las mejorías en sus sueldos. Bueno, ellos, los miles de “colocados” por el partido, los banqueros y los dueños de las autopistas rescatadas. Del resto mejor ni hablar.

Aquí falla el clásico refrán español, no nos sirve ni lo malo conocido ni lo bueno por conocer.

La relación es larga y agrupa ya a millones de posibles votantes: jubilados y pensionista indignados, mujeres marginadas socialmente, jóvenes mileuristas o en paro, ciudadanos de a pie hartos de la corrupción política, españoles que no soportan la desidia y la tolerancia con que se trata a  los nacionalismos independentistas permitiendo astracanadas y tomaduras de pelo como la de los catalanes, gentes hartas del descontrol de la inmigración ilegal y el trato preferencial a unos ciudadanos extranjeros que, en el mejor de los casos, no han aportado nada a la sociedad que les acogió, familias enteras que contemplan estupefactas el caos y el despiporre de una mala educación fragmentada y deficiente que se les da a sus hijos, colectivos que ven como su religión o sus tradiciones seculares son pisoteadas sin que nadie mueva un dedo en su defensa, y, sobre todo, la falta de esperanza en un futuro mejor para las próximas generaciones. Y lo peor es que la alternativa política representada por el PSOE de Pedro Sánchez muestra unos indicios bastante preocupantes (lo del reciente debate de la prisión permanente revisable ha sido sintomático) que no hacen sino ahondar en una fractura guerracivilista entre los españoles. Aquí falla el clásico refrán español, no nos sirve ni lo malo conocido ni lo bueno por conocer.

El panorama por lo tanto es bastante desolador poco esperanzador. Y, según mi corto parecer, la única solución posible pasa por alcanzar un pacto de Estado entre los principales partidos políticos que, al menos, ponga órden en asuntos tan trascendentales como la educación, la sanidad, la unidad del Estado, las prestaciones públicas, la reforma de la actual estructura política de las autonomías, el sistema electoral y el empleo. Pero eso, por desgracia para millones de españoles, sigue siendo una utopía inalcanzable mientras las fuerzas políticas sigan mirándose el ombligo y estén más preocupadas por su propio futuro y el de sus propios bolsillos, ignorando los deseos y las aspiraciones del personal que los vota. Es lo que hay. Ajo y agua…