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Una gran nación y sus políticos trileros

Nuestros políticos nunca predican con el ejemplo.

 

Que haya gobierno o elecciones no afectará en nada a la cloaca política que habitamos. Sea cual sea el rumbo, la política española está impregnada desde hace décadas del maloliente olor que despiden comportamientos éticamente inaceptables, que afectan a la salud democrática de la sociedad y que no merece la ciudadanía.

 

Una clase política que miente, cínica, instalada en la pompa, el boato y el privilegio, que ha implantado un sistema político donde la ciudadanía no puede ni elegir a qué político vota. Una partidocracia cuyos políticos obedecen al líder como en cualquier secta, nada que ver con procedimientos democráticos. Regiones ricas y pobres; ciudadanos ricos y pobres; Estado asimétrico (no igualitario); regiones privilegiadas sobre otras; independentistas rompiendo la nación desde instituciones del Estado utilizando sus recursos; millones de personas en el umbral de la pobreza; diecisiete sistemas educativos ahondando en la desvertebración de la historia y la idea de nación… y los políticos jugando al trile entre ellos.

 

Desde que Felipe González se subió al yate Azor que utilizaba el dictador Franco, los dirigentes políticos de la democracia asumieron que el respeto a lo público diferenciándolo de lo privado, la austeridad en el uso de los bienes de todos, no era un principio ético a tener en cuenta. El terrorismo, las falsas razones de seguridad y cualquier excusa para residir en grandes mansiones públicas, coches oficiales, todos los gastos pagados, aviones, helicóptero, séquitos… lo normal en una dictadura pero muy alejado de los valores de comportamiento aceptables en una democracia, el gobierno del pueblo. Nuestros políticos nunca predican con el ejemplo. Son los que disfrutan de más privilegios de todas las democracias occidentales. El sectarismo ideológico, fanatismo que nubla las mentes, anula la ética individual y el rigor informativo atacando o defiendo según la ideología del afectado y no los hechos analizados. En España es práctica habitual el nepotismo, colocación de familiares y amigos que Francia y otros países democráticos dignos de tal nombre tienen prohibido. (“Ley de confianza en la vida pública”, 2017).

 

Un comportamiento inmoral, Rinconete y Cortadillo, instalado en la sociedad y auspiciado por la clase política y sus medios de comunicación. Másteres copiados, carreras lanzadas al conseguir algún cargo político, mamandurrias a dedo,  financiación desde dictaduras extranjeras comunistas o religiosas… no afectan en este país a sus líderes, cuando en cualquiera de nuestro entorno su sistema de valores  impediría que ninguno de ellos siguiera ejerciendo la política. Vivimos en una cloaca y nos hemos habituado a su pestilente olor. Políticos del centro y norte de Europa se sorprenden de que un país con la ingente cantidad de ayudas recibidas tenga una clase política con tal despilfarro de gastos, comodidades, palacios… mientras ellos viven en sus viviendas de siempre y pagan sus gastos. Icónica la foto de Ángela Merkel, canciller alemana, haciendo la compra de su casa con su dinero en un supermercado. Moncloa siempre tuvo varios presupuestos para mantener viviendas y comidas de numerosos funcionarios con sus familias que pagamos todos.

 

España debe comenzar con urgencia un rearme ético. Honradez, transparencia, no mentir, no robar. Nadie que perciba un salario público puede ser anónimo protegido por la ley de Protección de Datos. Es un trágala a la democracia. Asesores del Congreso anónimos. Amigos y familiares. Desde la jefatura del Estado, presidencia del Gobierno, ministerios, Congreso, Senado, Tribunal de Cuentas, Consejo de Estado… en todos hay numerosas personas contratadas por afinidad política y familiar con quienes ocupaban el cargo que permitía contratarlos. Es la cloaca y cada día huele peor. Las cloacas de una gran nación.