The news is by your side.

El valor de las pequeñas cosas

Benito Fdez 2
Benito Fernández*

Como estamos en pleno mes de agosto y en lo que se llama periodo vacacional, voy a evitar en lo posible escribir de política y dejarles descansar de la matraca secesionista catalana, de la plurinacionalidad sanchista, de los pactos PSOE-Podemos y de las corrupciones varias que jalonan nuestro día a día como una peste que impregna nuestras instituciones. Prefiero, por lo tanto, centrar estos artículos estivales en asuntos sociales, en temas cotidianos que son los que conforman el día a día de nuestras vidas y que, en definitiva, son los que de verdad deberían importarnos por encima de movidas politicas.

 

Vivimos en una sociedad bastante complicada en la que se le da demasiada importancia a nimiedades y no somos capaces de valorar lo que de verdad importa. Hay gente que parece estar permanentemente cabreada con el mundo, que se toman tan a pecho cualquier chorrada diaria que su vida se convierte en un infierno en la tierra perpétuo que pagan con el vecino más cercano logrando así hacerle la vida imposible a quienes le rodean. Todos conocemos a alguien con ese tipo de tara mental al que habitualmente esquivamos para que no nos amargue la existencia.

 

Son entonces esos reveses los que te hacen ver la realidad y son las pequeñas cosas buenas que tu mente ha almacenado a lo largo de tu vida las que te reconcilian con tus semejantes y con la sociedad.

 

Porque amargarse por cualquier pamplina, por fuerte que ésta sea, por tonterías como por ejemplo lo que haya dicho Pablo Iglesias, Mariano Rajoy, Susana Díaz, Pedro Sánchez o Puigdemont no deja de ser una absoluta gilipollez. Más nos valdría no hacer caso alguna de este tipo de inidencias con las que los medios de comunicación y las redes sociales nos bombardean continuamente para mantener la necesaria tensión emocional en la sociedad que ellos buscan. En el fondo no son sino “macguffins”, es decir, avatares inventados, falsas pantallas con las que los poderes fácticos pretenden organizarnos la vida a su antojo y propio interés.

 

La vida está formada por luces y sombras, por momentos agradables y tristes, por alegrías y penas, por éxitos y fracasos, por el ying y el yang. Unos y otros nos marcan pero es preferible que en el fondo de nuestra conciencia borremos aquellos que han dejado una huella desagradable y evoquemos solamente  los que nos retrotraen a situaciones placenteras que muchas veces, la mayoría, han surgido espontánemente, sin haberlas buscado. Al final son esas pequeñas cosas que cantaba Serrat las que marcan hitos indelebles en nuestra corta existencia y hacen que el balance final de nuestra vida sea positivo.

 

De vez en cuando se cruzan en nuestras vidas acontecimientos que te devuelven a la realidad.

 

Si me pongo a pensar, suelo obviar los flashes tristes y sólo recuerdo algunos momentos imborrables que se han quedado grabados en mi memoria para siempre: una puesta de sol en Zahara de los Atunes o en el desierto jordano de Wadi Rum, una silenciosa noche paseando entre las imponentes ruinas de Palmira ahora destrozadas por el Daesh, un amanecer en la sierra del Guadarrama escuchando una sinfonía de Mahler, una velada de amigos en torno a una hoguera o una chimenea evocando recuerdos de la infancia y tatareando canciones de los Beatles, de Serrat o de los Panchos o la contemplación de unas Perseidas en el día de San Lorenzo o un eclipse de luna en la soledad de la noche en el campo, el cadencioso y señorial paso del Gran Poder por las calles estrechas de su barrio en la Madrugá sevillana o esas veladas musicales en los Jardines del Alcázar. Todos ellos han sido para mí momentos únicos, mágicos, irrepetibles, retazos de placer estético que se te quedan prendidos en lo más profundo del cerebro o en el alma si es que ésta existe.

 

De vez en cuando se cruzan en nuestras vidas acontecimientos que te devuelven a la realidad. Un accidente de un familiar o un amigo, el fallecimiento de personas queridas, una grave enfermedad que te toca de cerca y siembra el desconcierto y el dolor en tu entorno. Todas esas circunstancias te ponen los pies en la tierra y te obligan a poner en su sitio las diversas necedades (entre ellas las políticas) por las que nos preocupamos habitualmente. Son entonces esos reveses los que te hacen ver la realidad y son las pequeñas cosas buenas que tu mente ha almacenado a lo largo de tu vida las que te reconcilian con tus semejantes y con la sociedad.

 

*Benito Fernández es Periodista.

@maxurgavo