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Virgencita, que me quede como estaba

Benito Fernandez
Benito Fernández

Todos ustedes conocen el chiste del paralítico que va a Lourdes a ver si la Virgen hace el milagro de curarle y antes de llegar al santuario en su silla de ruedas, ésta se le escapa a quien la llevaba y se precipita por una pendiente cogiendo una inusitada velocidad. Pese a sus esfuerzos no puede dominarla ni frenar y, viendo que se iba a pegar un castañazo de padre y muy señor mío el paralítico en cuestión comienza a rezar un rosario y, a voz en grito, clama: “Virgencita, virgencita, no hace falta que me cures, pero, al menos, déjame como estaba”. Pues aquí, en España, estamos como el protagonista de esta jocosa historia. Pese a lo mal que nos encontramos, pese a la crisis y al paro estamos pidiéndole a todos los santos del calendario que nos dejen como estábamos. Y es que no salimos de una para meternos en otra bastante peor.

Escribo este artículo en plena jornada de reflexión, doce horas antes de que se abran las urnas y sin saber qué va a ocurrir a las diez de la noche del día 26, aunque me temo lo peor. Y lo peor no es que gane Podemos, que ya sería malo, sino que se repitan con matices los mismos o parecidos resultados que el 20 de diciembre. Y es que tal y como están las cosas, las urnas las carga el diablo y el ir a votar se está convirtiendo en un deporte de alto riesgo. El ejemplo paradigmático de que no todo vale a la hora de darle voz al pueblo como quieren muchos políticos de corte populista lo acabamos de comprobar en Inglaterra con el tonto el haba de su premier Cameron de la isla.

Todo el mundo sebe que los referéndum sólo se hacen si se sabe con seguridad qué se va a ganar. Por eso las dictaduras son muy dadas a este tipo de consultas. Valga el ejemplo de Franco que convocó dos referendums, uno en 1947 sobre la Ley de Sucesión en la Jefeatura del Estado, y el segundo en 1966 sobre la Ley Orgánica del Estado. Ninguno de ellos le hacía falta al dictador dadas las condiciones políticas españolas, pero era una forma de vestir un muñeco psudodemocrático que nos diera una pátina de modrnidad ante los aliados. En ambos, como era `previsible ganó con un 93 y un 95 por ciento respectivamente.

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Elemental, querido Watson que era lo que diría actualmente Sherlock Holmes a su premier de haber estado presente en la consulta del brexit. Cameron es tonto, tonto con balcones a la calle. como decimos por quí abajo. Ha metido a todos innecesariamente en un enorme lío y ahora se quita de enmedio dejándole el marrón al que venga y el pufo a media Europa. ¿Por qué será que a mí David Cameron me recuerda una hartá a Rodríguez Zapatero con su buenismo y sus alianzas de civilizaciones?

A mí, personalmente, me la trae al pairo que los ingleses se vayan o se queden, como si se operan, pero claro, comprendo que los mercados estén temblando no por la huída hacia ninguna parte de los hijos de la Gran Bretaña, sino porque me da la impresión de que temen que a corto y medio plazo otras naciones de la Unión Europea como Portugal, Italia, Francia o España puedan caer en manos de gobiernos más o menos populistas y repetir la jugada del un, dos, tres, al escondite inglés del señor Cameron. Y es que la incertidumbre es la peor de las enfermedades que pueden afectar en estos momentos a las sociedades occidentales. La incertidumbre y el que caigan en manos de salvapatrias demagogos empeñados en hundir paises aplicando fórmulas que ya demostraron tristemente su inutilidad y su desastrosa y a vaces hasta criminal gestión. No es de extrañar que las tres bolsas que más batacazo se dieron el viernes fueron, por este órden, la de Milán, la de Madrid y la de Lisboa.

En fin, qué quieren que les diga, que visto lo visto lo mejor que puede pasar es que el PP vuelva a ganar las elecciones y que no se hunda en la miseria el PSOE bajo el previsible sorpasso de Unidos Podemos. Y, por supuesto, que el tal Sánchez no emprenda una huída hacia adelante para salvar su culo y se ponga a disposición de Iglesias. Porque si esto ocurriera (Susana y Felipe no lo permitan) aquí podríamos entrar en un paligroso bucle similar al corralito de Grecia con los ahorros intervenidos y haciendo cola en los supermercados para comprar papel higiénico como ocurre en la admirara Venezuela del camarada Maduro. Ante esta tesitura más nos vale que se vuelva a repetir el día de la marmota de los cuatro candidatos y vayamos a unas terceras elecciones generales, a ver si esta vez aprendemos algo. Mientras tanto, pidamos lo del paralítico: “Virgencita, virgencita, al manos déjame como estaba”.