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¿Y tras la desventura eclesiástica de una investidura, qué?

Por favor, pónganse a trabajar en la dirección apuntada o en otra.

 

Me adentro en mi particular análisis sobre lo sucedido durante estos días en el escenario de la esperpéntica obra a que hemos asistido sobre la investidura con desenlace fallido, producto de unas negociaciones entre el PSOE y Podemos que nunca creí que llegaran a buen puerto.

La metodología empleada para la negociación y porque era un craso error que Podemos hubiera entrado en el Gobierno, han sido las claves. Sin embargo, he de reconocer que el duelo de aflicción por el deceso aún me perdura -otra oportunidad histórica perdida, con incomprensibles torpezas varias, como la que abrió el 20-D del 2015- por lo que voy a proponer igualmente para consolarme una salida a la situación.

Empezaré no moviéndome de lo que reflexioné tras leer y analizar el resultado electoral acaecido el 28-A, posteriormente ratificado de forma más acentuada por lo sobrevenido en los comicios locales y europeos del 26-M; es decir: caída en pendiente de Unidas Podemos y mayor fortaleza del PSOE.

 

Una derecha desnuda de sentido de Estado al socaire de lo que incomprensiblemente marca Vox en su cabalgar para la Reconquista de España.

 

Como igualmente abordé la dislocada y enrocada actitud de las derrotadas derechas patrióticas de pacotillas, con incendiarios discursos de confrontación e involución sin ofrecer soluciones y en ignorado paradero desde que se tiró al monte sin rumbo alguno, que se vuelve a prolongar hasta el tiempo presente.

Con un PP, manifestando que quiere hacer pactos de Estado con Sánchez pero no ahora sino más tarde una vez que forme Gobierno. Antes, haciendo lo imposible para que no se constituya. O sea, algo kafkiano e incomprensible que no se imparte en ningún Máster político.

Y «el montapollos» de Cs que se desangra por minuto, con un Albert Rivera, maleducado y ajeno a las buenas prácticas en democracia, que anda como para hacerse un psicoanálisis porque oralmente a nadie quiere, negándose incluso a personarse en la Moncloa y empleando un lenguaje barriobajero y faltón impropio del líder de una opción de centro.

Ambas derechas coincidentes en dar sus espaldas a facilitar la gobernabilidad de esta España cuyos electores ya les han desvertebrados, al PP de Cataluña y a los dos de Euskadi. También con objetivos comunes enfocados exclusivamente a disputarse en el resto del país el limitado segmente del voto extremista ultraconservador e intrafamiliar que se fue a Vox.

 

El pacto a la portuguesa que a finales del 2015 protagonizó el primer ministro luso, Antonio Costa, que no ha sido posible hasta ahora en España. 

 

Frente a la desolación anterior, planteé, Pacto a la Portuguesa, con programa común y reformista, abierto a los nacionalistas y regionalistas periféricos, con medidas sociales, de regeneración, de sostenibilidad del modelo energético y económico, incluyendo la formación de una comisión externa al Gobierno de los participantes en el acuerdo para el seguimiento y su cumplimiento obligado, con calendario preciso sobre su puesta en marcha, con publicidad y transparencia una vez cerrado, para que no desencadenara ulteriores líos o interpretaciones a la hora de aplicarse y haya que acudir a un relator.

Y lógicamente como colofón un Gobierno cohesionado y solvente con titulares en los ministerios de capacidad demostrada y experimentada, fueran o no del PSOE, con la entrada de cualificados y leales independientes, políticos, no tecnócratas, pero especializados en las materias de los departamentos a gestionar.

Se trataba con la constitución de ese nuevo Gobierno, que todavía es posible, de emprender una frenética actividad ejecutiva y legislativa para ganar tiempo sobre lo perdido y abordar los cambios estructurales que no admiten nuevos aplazamientos, a la vez que procurar pactos de Estado referidos a la educación, las pensiones y políticas demográficas vinculadas a la España vacía y al envejecimiento de la población.

Pero no, como si no se hubiera aprendido la lección del reciente pasado, sobre todo de la efímera legislatura del 2016, y no exento de mayor grado de ingenuidad si cabe ante la complejidad que el nuevo mapa multipartidista genera, impropio de un partido con 150 años de historia, el PSOE se lanzó, en una estrategia a la defensiva que aceptaba empezar la casa por el tejado, nada de programa, nada de detallarse las políticas a implementarse como paso previo, sino sometiéndose a los dictados de Iglesias con meros repartos de entes orgánicos y de competencias.

Así se inició el rosario de la aurora por el trío socialista, Calvo-Lastra-Montero, aterrizado en el ring de la negociación, para ir evolucionando por horas, conforme era noqueado por los golpes de efectos de Podemos en los criterios para la distribución de áreas de poder y formula gubernamental, erre que erre gobierno de coalición, para llevarlos a cabo, que daba vértigo seguirlo como espectador del combate puertas afuera por las informaciones que iban interesadamente siendo filtradas por distintos portavoces informales de ambos púgiles.

De esta forma, fue entrando el PSOE en un jardín lleno de espinas y de trampas saduceas tendidas por Iglesias y pensadas de antemano para la comunicación interesada del relato, con el vano propósito de satisfacer las demandas, cada día más insaciables y de más altas cotas de poder del hiperbólico líder de la formación morada, asesorado desde la tramoya por quien le gana en sectarismo, que ya es un decir: Juan Carlos Monedero, el único del que ya se fía  ante los social-traidores, revisionistas y renegados que le fueron saliendo desde el interior  y el que tras las mamparas fue moviendo los hilos de las bambolinas de la negociación, mientras el peón Echenique era el mero albañil enfoscador.

 

Muy elocuente la viñeta en lo que se refiere al lío de la negociación en que se metieron el PSOE y Podemos. 

 

Así, de esta forma tan inaudita, empezando a discutir el cartel sin haber empezado a escribir la obra de teatro, siguiendo el guión de Iglesias, el PSOE fue pasando, de admitir la entrada de ministros independientes en el Gobierno de la órbita de Unidas-Podemos, a un siguiente escalón, a la de miembros técnicos de la formación roja-morada, para a continuación tener irremediablemente que frenar, vetando la entrada de Iglesias en el Gobierno, y nada menos que con el cargo de vicepresidente como pretendió.

Y aquí encontraron las negociadoras socialistas, como respuesta desleal, azuzando aún más la desconfianza que siempre existió entre ambas formaciones, que Iglesias acudiera a la consulta de los inscritos de Podemos, siempre pensada y montada para la adhesión inquebrantable e inalterable a lo que plantee el gran líder.

Esta vez, con dos preguntas de bochorno dirigidas a sus socorridos de base, tomados como mamelucos cuando le hace falta al caprichoso y soberbio gran timonel para sacarlo de apuros; bien por un roto, la mansión de Galapagar, o para el descosido que se le ocurra en cualquier momento de cara a cubrirse las espaldas porque haya emprendido, en clara fuga hacia adelante, un temeroso salto en el vacío y sin paracaídas.

 

Consulta a los inscrito de Podemos para que elijan entre «jamón de pata negra de jabigo» o «mortadela la terrosa».

 

En este caso, sin acuerdo logrado que ofrecer para el plebiscito, al objeto de que respondieran los afiliados al obvio dilema: si preferían, «jamón serrano de pata negra de jabugo» (entiéndase, gobierno de Coalición con ministros de Podemos sin veto alguno) o «mortadela la terrosa» (entrar en el segundo nivel de la administración subalterno a lo que dictara un gobierno monocolor de Pedro Sánchez)

Y claro, los escasos activos que quedan con paciencia en la organización morada, amoratados y cabreados de que se les tome el pelo y de dar la cara cuando el Jefe lo requiere, quedaron retratados por el alto nivel de abstención (un 74%), con un porcentaje elevado de un 30% de coléricos y cabezotas que optaron por preferir «mortadela la terrosa», rompiendo los gustos en la gastronomía e impropio de lo que venía siendo habitual en estos referéndums de adhesión. A pesar de ello, tampoco hizo reflexionar al gran Guía.

Como tampoco fue aprovechado por el PSOE, como otro acto más de deslealtad y de no fiarse de Iglesias, para replantearse el erróneo camino seguido y rectificar de cara a comenzar la senda con otra metodología de negociación. Quizás fuera ya demasiado tarde, pensarían. Dejar todo para el final conlleva igualmente realizar grandes chapuzas de última hora.

No estamos ante una clase política de la calidad y la solvencia, con sentido de Estado, de la Transición, cuando en vísperas de decisiones importantes a pactar permanecían hasta altas horas de la madrugada dialogando y formando subcomisiones hasta que finalmente un Alfonso Guerra y Fernando Abril Martorell, incluso a veces con la presencia de Manuel Fraga y/o Santiago Carrillo, Roca y Arzallus, lanzaban la fumata blanca.

 

Octubre de 1977. Parte del núcleo duro de la clase política de la Transición que sí sabia pactar. 

 

Lejos por tanto de plantarse las comisionadas socialistas reconducir el rumbo de la negociación, en la determinación de: o hablamos de política y de programa o rompemos la baraja porque hablar de sillones y de competencias sin solidez alguna no conduce a ningún destino, prosiguieron engordando el error.

En este ambiente de impotencia y bloqueo por la exigencia de Iglesias de estar en el Gobierno, surgió el gesto del dirigente morado de renunciar a una vicepresidencia y a entrar en un Gobierno cuando aún no había sido designado. Con ello se daba otro paso más en dirección al abismo: la aceptación de la formación de un Gobierno de Coalición y hasta con los orgánicos de UP y con cierta parte en su poder de la tarta gubernamental.

Pero ni eso: Iglesias, quería compartir de hecho hasta la presidencia del Gobierno con unas propuestas que ponían el énfasis en el control de los ingresos y del gasto público del Estado: Hacienda y la Seguridad Social.

Dos gobiernos distintos bajo un mermado dios simbólicamente verdadero, Pedro Sánchez, víctima propiciatoria para el desgaste y el achicharramiento, de cara a cambiar la correlación de fuerzas en el seno de la izquierda en un futuro más próximo que los cuatro años que dura una legislatura.

Y hasta aquí hemos llegado, tuvo que decirle el Quijote Sánchez al Pancho de Iglesias, pero siendo ya demasiado tarde.

Le hizo perder a Sánchez no solo la primera votación que era cantada, sino también, el debate y el relato que le precedió.

Como el gran error histórico de Podemos, que figurará hasta en los manuales de bachiller, vino inmediatamente a continuación. Significó no aceptar Iglesias la última propuesta del PSOE para la segunda votación de la investidura, donde el mani-obrero, que no proletario, no midió las fuerzas y se cavó él mismo la fosa.

Aquí quedó roto totalmente la posibilidad de un gobierno de coalición, el primero de la historia de la democracia del 78, y lo que es más que probable: la ruptura del electorado de Podemos con Iglesias. Lo veremos si antes no sucede en la formación morada su funeral político.

Fue de esos debates televisivos que como el que aconteció cuando la moción de censura de Felipe González contra Adolfo Suárez queda marcada en la memoria colectiva. Es de los que no olvida en el tiempo el cuerpo electoral hasta depositar en la primera oportunidad que se le ofrezca su sufragio. Menuda equivocación de Iglesias.

¿Qué partido político con 43 diputados se va a ver en otra ocasión con una vicepresidencia social y con tres ministerios: Vivienda y Economía Social; Sanidad, Asuntos Sociales y Consumo y el Ministerio de Igualdad? La avaricia rompe el saco y la insaciable soberbia.

Y en esa ruptura definitiva que conlleva el rechazo de Iglesias a la última oferta del PSOE, toma la iniciativa Pedro Sánchez, creciéndose y ganando el debate de la segunda votación aunque la perdiera por goleada y algo más.

Dejó noqueado a un Iglesias sumido en una tremenda contrariedad, habiéndose dado cuenta, porque no es tonto, que había metido la pata hasta el corvejón.

 

25.07.2019. Un entierro de tercera, ofrecía como imagen la bancada de Podemos tras el último debate con un Pablo Iglesias derrumbado, el portavoz En Comú Podem, Jaume Asens, igualmente desfondado, y la portavoz adjunta, Ione Belarra, que no quería ni en pintura aparecer en la foto. 

 

Así, desde su escaño, en tanto intervenía el candidato a ser investido, mostraba a las claras sin disimulo el estado de abatimiento de ánimo en que se hallaba.

Lo reflejaba en su rostro, presentando una efigie crispada a la vez que penosa, frunciendo la frente con esas dos arrugas verticales que se le forman por encima del órgano del olfato y en dirección a la frente como si de dos puntazos recibidos se trataran, trasladando una mirada desencajada y fija sin pestañear procedentes de sus vísceras interiores, con cejas trianguladas como canalones para desviar las aguas del chaparrón que estaba recibiendo de cara a que no le cegasen sus ojos.

Además, contenía a la vez la rabia irreprimible por los movimientos habidos en sus filas, entre Ada Colau por una parte y Garzón y López Uralde de otra, para que rebajara sus pretensiones ante Sánchez de cara a culminar satisfactoriamente la negociación con la última oferta socialista y votar a favor de su investidura, y eso socavaba la firme autoridad de su liderazgo en el bloque rojo-morado.

El caso es que el autor del asalto a los cielos, versión actualizada de la toma del Palacio de Invierno de Petrogrado en 1917 por los bolcheviques, había llegado tan lejos en sus demandas y tan corto en su recorrido, tan solo para alcanzar la altura de una nube onírica que al despertar de ese espejismo, por los efectos de la gravedad atmosférica y de los insensatos hechos protagonizados, le llevaba irremediablemente en caída libre vertical y sin paracaídas a darse un golpe de leche en la dura superficie de la realidad, políticamente mortal.

Y ya sin vuelta de hoja. Anunciada luego por la vicepresidenta en funciones, Carmen Calvo, tras el Consejo de Ministros, supliendo en esta misión a la ministra Portavoz, al objeto de que no fuera interpretado por nadie que era desautorizada por su participación como cabeza de la delegación negociadora del PSOE ante los flagrantes errores sucedidos en su cometido.

Y a partir de aquí, si la racionalidad y la asunción de responsabilidades existieran actualmente en la política española solo se esperaría la entrada de Iglesias en coma político profundo por mutuo propio o porque así se lo exigiera su formación, cosa que dudo, a ver quién tiene el valor de atreverse a plantearlo, desencadenando el acontecimiento letal. Si no, las próximas elecciones, ya con un Errejón pisándole los talones, le llevará a la sepultura, a la irrelevancia política.

Y ahora voy a lo ya adelanté en el segundo párrafo. La de considerar un error que Podemos hubiera entrado en el Gobierno.

Para ello no me baso en el criterio que siempre mantuvo Alberto Garzón o Teresa Rodríguez, sino en otras razones, aparte de recordar aquí solo, apuntándolos, los resultados nefastos que como precedentes representó para el PSC y la izquierda catalana el tripartito que gobernó la Generalitat (2003-2010), o el bipartito gallego que ensayaron (2005-2009) los socialistas del PSG con los nacionalistas del BNG, nada que ver con lo que son las cohesionadas y solidarias coaliciones entre partidos en los distintos países europeos, y sí quizás mucho que ver con lo que acontece ahora en Italia, donde un Salvini de la Liga Norte eclipsa la acción de un gobierno que preside Conte pro de la formación 5 Estrellas de la que pretende ser autónomo, osando incluso a montar una rueda de prensa siendo ministro del Interior para adelantándose al citado primer ministro hacer la presentación de los presupuestas aprobados en Consejo de Ministros.

Lo fundamento además en criterios de eficiencia y de solvencia.

Iglesias ha pretendido con su entrada en el gobierno y luego la de los orgánicos de Podemos de su cuerda, blindarse de su crisis de liderazgo que sufre en la formación morada que mal dirige. Por eso en su táctica negociadora ha denostado como ministrables a técnicos y a independientes brillantes y cualificados y ha optado porque fueran cubiertos por dirigentes férreamente afines a él: Irene Montero, Pablo Echenique, Rafael Mayoral e Ione Belarra, la portavoz suplente en el Congreso,  y pare usted de contar. Y ha estado hasta a punto de lograrlo si no hubiera ambicionado más.

Pues bien, sentí vergüenza cuando oí al cándido y verde de Echenique en la SER en un relax de sinceridad, fuera de los espesos argumentarios a que están obligados como introducción a largar como papagayos como respuesta a lo que se les pregunte, decir que durante estos días estaba aprendiendo mucho en eso de los organigramas de los Gobiernos de los que no había tenido antes ni idea.

 

25.07.2019. Pedro Sánchez en el debate de la segunda votación de su investidura donde ya sin estar atado a que pudieran romperse los puentes con Podemos, porque ya habían sido dinamitados, dio u puñetazo de autoridad, en el atril del Congreso que de inmediato rebotó en el rostro de Iglesias y más allá en el Irene Montero, candidata por Podemos a vicepresidenta con aspiración de llevar la cartera de Hacienda. 

 

Y como colofón a esa ignorancia, el mostrado en ese arrebato tan característico de Iglesias en el hemiciclo del Congreso, de salir veloz desde el sillón de su escaño escalones abajo con la cabeza cabizbaja haciéndose el interesante como el que va a exponer un invento nuevo en política, concentrado en la frase a iniciar. En este caso, fue pedir las políticas activas de empleo a cambio de renunciar al Ministerio de Trabajo, sin saber que están transferidas a la CCAA, y desde donde pensaba hacer todo lo más revolucionario del mundo, no sabemos si montando una Escuela Taller o intermediando a nivel laboral en alguna autonomía, sin percatarse además que todo cambio normativo o Decreto-Ley, tiene que ser aprobado no por un ministro sino por el Consejo de Ministros, órgano colegiado, sino que además que pasar por el Congreso para ser aprobado o refrendado, donde la suma de PSOE y Podemos no da mayoría.

En ese momento, respiré porque hubiera fallado la investidura y no hubieran entrado en el Gobierno.

Y reflexioné sobre la cantidad de barbaridades que habrían de oírse en la mesa negociadora para el acuerdo, procedentes de aquellos que encerrados en sus torres de marfil, deformados por postulados de un pasado obsoleto que la historia había dejado enterrado en el túnel del tiempo, que por lo demás ignoran en el presente siglo XXI lo que es la compleja maquinaria de la administración pública española, con sus diecisietes comunidades autónomas con distintos niveles de descentralización administrativa, a añadir a los más de ocho mil ayuntamientos con sus competencias y estructuras supramunicipales presididas por sus respectivas mancomunidades y diputaciones, ciudades autónomas y entes insulares, y para más inri con competencias transferidas a la Unión Europea.

El indocumentado de Iglesias ya ha demostrado hasta la saciedad que no es leal ni de fiar y además no sabe de gestión ni de administraciones. Sus tics no son las propias de una izquierda radical y transversal en la actual Europa, sino corresponden a las de bolas de alcanfor encerradas en un armario para que no se apolillen los grandes dogmas y las torticeras tácticas que presidieron la III° Internacional.

 

19.04.2018. «Los partidos políticos se fortalecen depurándose de los elementos oportunistas» (de autoría de Lasalle, le encantaba a Stalin manifestarlo y aplicarlo). Aquí, Pablo Iglesias anunciando que Podemos había superado la traición de Carolina Bescansa de intentar derrocarlo y que su papel  se limitaba a: «Los y las militantes me encargaron cuidar Podemos, y es un honor seguir haciéndolo». Aprovecha el momento para demostrar la salud y la unidad que reina sin fisuras en la organización morada, fundiéndose con ïñigo Errejón y Ramón Espinar. Un años después, otros dos traidores. 

 

Los partidos se fortalecen depurándose y a los socialtraidores renegados más pronto que tarde hay que darles el sorpasso, han sido sus máximas políticas muy anguitianas, el teórico de las dos orillas, y aprendidas de su maestro y veterano diputado de Podemos hasta hace nada, Manuel Monereo, otrora prosoviético y antieurocomunista,  y que fue contrario al voto afirmativo a la Constitución en los debates en el PCE durante la Transición.

De otro lado, la verdad es que hay que reconocer el esfuerzo de torpeza que ha realizado Iglesias, también Rivera, para que más de un elector añore ahora el regreso al bipartidismo anterior tan denostado. También la provocación de su actitud de bloqueo a que ha llevado por segunda vez al país para que Íñigo Errejón tenga motivos sobrados para que salga a la arena política estatal con su opción “Más País” al objeto de recoger ese voto contestatario y darle utilidad, antes de que pase a los socialistas o con destino a la abstención.

 

«La Montapollos» de Inés Arrimadas cuya devaluación acelerada como política está siendo exponencialmente proporcional a las veces que hace declaraciones.

 

Igualmente, este debate frustrado de investidura ha servido como lección de responsabilidad del PNV y de ERC para restregárselas a las derechas, por ejemplo a la descentrada Inés Arrimadas, huida de Cataluña por destino a Madrid, que ha mostrado, a la hora de no proponer otra solución al conflicto abierto en Cataluña que no pasara por un anticonstitucional artículo 155 permanente, en una actitud de ser más inútil que un cenicero en una moto.

En este sentido, las maneras protagonizadas por los partidos hegemónicos a nivel electoral en el País Vasco y en Cataluña, PNV y ERC, con un Rufián que, renunciado Joan Tardá la responsabilidad de su grupo parlamentario, ha hecho dejación de su “gamberrismo institucional”, que tanto practica ahora, el de “la banda” del Trifachito, Albert Rivera, para explayarse en su demoledora argumentación contra el proceso negociador que se ha llevado a cabo entre Podemos y el PSOE, poniendo su particular artillería en dirección a Iglesias, conminando a que llegara a un acuerdo para que ellos pudieran sumarse sin contrapartida alguna.

 

Con aparente estética y modales de modernidad, con juego de tronos incluidos, es más bien la ruleta rusa lo que le va y de las esencias patrias de una praxis leninista de lo más añeja. 

 

Tremendo también en los razonamientos el peneuvista Aitor Esteban: señores de Podemos, no están ustedes preparados para participar en un gobierno, aprendan y tomen lecciones, adquieran experiencias en los niveles segundos o terceros de las administraciones, antes de llegar a ser ministros, y hagan números porque no suman mayoría con el PSOE y las máximas programáticas que plantean chocan incluso con las políticas del PNV por lo que de incluirse en un hipotético acuerdo PSOE-Ps no contarían con los votos de su formación.

Como ridículas nuevamente el argumentario victimista e infantiloide de pataleta de Podemos, producto de la enfermedad izquierdista que aún le atraviesa, que no cuela, para justificar su desastre, en la dirección de decir que el acuerdo no ha sido posible porque quien manda en España no es el PSOE sino la CEOE y el Ibex.

Si ello fuera cierto, tras las municipales y europeas se habría formado inmediatamente un gobierno PSOE-Cs.

Por favor, no más trágalas y falacias panfletarias señores y señoras de la formación “amoratada”, tal como ha salido de esta frustrada investidura, destinado para su consumo interno, insultando una vez más la inteligencia y el nivel de sus inscritos, y reflexionen cuanto antes con un poco más de rigor y mucho antes de que expire el 23 de septiembre otra efímera legislatura.

Y acabo con lo que debería de ocurrir para evitar nuevas elecciones.

Formación este mes de agosto del nuevo Gobierno, en fecha aun distante de la sentencia sobre el Procés y del conflicto que estallará en la UE con la materialización del Brexit, superando Sánchez su investidura y en primera votación, basado en la presentación de un programa común, contando para ello con una mayoría constituida por la suma: PSOE (123), ERC (14, al hallarse Oriol Junqueras de preso político), En Comú Podem (6), IU (6), Coalición Canaria (2), PRCántabro (1), Compromis (1) y Equo (1) (qué buen secretario de Estado sería Juantxo López de Uralde en Medio Ambiente por su especialización) En total: 160 votos.

¿Imposible? ¿De ciencia ficción? En la política todo puede ser viable cuando es entendida como el arte de lo posible como servicio al interés general, no para el bloqueo permanente como figura ahora. Y téngase en cuenta que en caso de nuevas elecciones sería en Cataluña donde la convivencia civil quedaría más resentida.

En contra, votarían: PP-Cs-Vox (146, uno menos porque se abstendría Francisco de la Torre de Cs, quien ya ha manifestado dejar el escaño en septiembre en desacuerdo con Rivera), los 4 de Junts (al no poder votar 3 por hallarse presos políticos), y los 2 de Más Navarra. En total: 152.

Abstenciones: Bildu (4) y como se ha dicho, Francisco de la Torre (ex Cs). En total: 5.

Y que Iglesias decida con sus 28 diputados de Podemos y 1 de Galicia en Comú, si para entonces sigue manteniendo la disciplina férrea de su grupo, sumarse a esa mayoría incluso entrando a negociar ese programa ya no como socio preferente, lo que representaría 189 diputados a favor de Sánchez, o abstenerse.

O por el contrario, con un voto en contra hacerse el haraquiri provocando nuevas elecciones, cuyo resultado final pendería del nivel de participación de un electorado hastiado, donde irrumpiría Errejón a la vez que es de prever que se formarían en muchas circunscripciones candidaturas trifachitas tanto para el Congreso como para el Senado.

Por favor, pónganse a trabajar en la dirección apuntada o en otra y hagan de este mes inmediato mes de agosto, ya que han llegado hasta aquí sin aprobar el examen, un mes no vacacional sino de lo más productivo a efectos parlamentarios. Hágase.