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Yo me acuso

Jaime Gómez García
Responsable Oficina

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OPINIÓN.- Sr. Director: Resulta recurrente el tópico de que “es una buena noticia para la democracia que se cree un medio de comunicación” aunque debo decir que, en el caso que nos ocupa, sé que se van a cubrir con creces las expectativas tanto por la trayectoria como la profesionalidad de su creador y director, Pepe Fernández, quien ha tenido el atrevimiento de darle carta blanca a este humilde lector y tuitero para escribir de lo que quisiera y como quisiera en este Confidencial Andaluz al que le auguro tan grandes momentos de gloria como dolores de cabeza. No es fácil hoy en día dar la palabra a quien resulta incómodo y no tiene pelos en la lengua para casi nada, que todo critica y todo cuestiona, el terror de los community manager como dice con sorna uno de mis seguidores en Twitter.

De ello va el primer “yo me acuso”, de la ligereza con la que aun dando nombre y apellidos nos ponemos a tuitear desde la comodidad de nuestro sofá, con la tranquilidad de creer que estamos a salvo y sin calibrar las consecuencias, que criticamos a veces sin saber, que opinamos gratuitamente, entramos en consideraciones personales o llegamos al insulto, injustificable incluso en un momento de calentón. ¿Quién no lo ha hecho alguna vez, quién no tiene prejuicios, quién no pone etiquetas, quién no generaliza, quien no despelleja sin medida a quien quizás si conociera en el trato de tú a tú ni siquiera se atrevería a contradecirle? Vivimos tiempos convulsos en los que quieren atrincherarnos porque interesa la política de bandos y los ciudadanos nos dejamos, ya no somos críticos, analíticos, no sopesamos las cosas. Los medios nos bombardean con titulares que mañana ya son pasado, vivimos en la era de la información en la que, por exceso, se ha convertido en la era de la desinformación o lo que es peor: la información teledirigida por intereses económicos inconfesables, que es uno de los males de esta época. No corren buenos tiempos para casi nada, es verdad, pero debemos volver a creer en los valores universales y fomentarlos: la honestidad, la honradez, la bondad, la sensatez… Dirigirnos con educación al prójimo, saber escucharle antes que aburrirle con ideas preconcebidas que solo nos interesan a nosotros.

Es tiempo de valorar a las personas por como son, por sus hechos, por sus actitudes y no invalidarlas porque expresen opiniones con las que no estamos de acuerdo. Hace falta debatir, argumentar, entender que hasta de quien creemos que está en nuestras antípodas ideológicas siempre se aprende algo nuevo porque cada trayectoria vital es personal e intransferible y todos tenemos algo interesante que contar, algo que enseñar. Y digo esto porque por mi trabajo y por esa curiosidad innata que hace meterme en tantos berenjenales, trato con personas de todo tipo y condición: políticos, periodistas, barrenderos, fontaneros, administrativos, profesores, gerentes, limpiadoras, vagabundos, amas de casa… ¿Y saben qué? Si yo soy algo en esta vida, si mucha gente cree que tengo carrera cuando en realidad sólo hice el Bachiller y la FP, es porque mi yo -ese que nos hace tan egoístas y supone uno de los cánceres de este mundo- está formado por trocitos de esas vivencias ajenas. Desde que lo sé lucho por tender puentes, por dialogar, por conciliar, por intermediar cuando presencio un problema aunque no sé si lo consigo. Por eso hoy yo me acuso, por mis errores pasados y futuros, y porque con la bandera de la ley y la palabra al menos podamos expresar aquí durante mucho tiempo lo que en conciencia consideremos oportuno.