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Zapatero: un ser destructivo

El apoyo de Zapatero a la narcodictadura venezolana es el colmo. O el PSOE elimina el zapaterismo o habrá firmado su acta de defunción.

 

”El señor Zapatero definitivamente tiene un problema muy grande de comprensión (…) Mi consejo, es un consejo nada más: que no sea imbécil. Es un consejo importante, es un consejo bueno, que creo que le puede hacer mucho bien (…)”. Tal cual. Así se expresó Luis Almagro, Secretario General de la OEA (Organización de Estados Americanos). En una entrevista para la cadena NTN24. Partiendo de la base de que los insultos, menos aún en las arenas diplomáticas, nunca están justificados, lo cierto es que Almagro verbalizó algo de lo que muchos ciudadanos españoles llevan tiempo convencidos. Empeñando su prestigio -cada vez más dudoso- como expresidente de un Gobierno europeo, José Luis Rodríguez Zapatero se sienta ahora con demócratas de la talla de Alberto Garzón y Pablo Iglesias para trabajar activamente por la defensa de la dictadura venezolana. Las cosas claras. Ni los que en su momento simpatizaron con él se atreven a negar ahora que se trate de una dictadura totalitaria que mata a su población de hambre, que ha provocado el exilio de más de dos millones de venezolanos y, según cifras de Amnistía Internacional, centenares de ‘ejecuciones extrajudiciales’, el eufemismo empleado para definir los asesinatos a sangre fría.

 

Como en cualquiera de estos regímenes, se trata de defenestrar a los opositores tachándolos de golpistas -valiente ironía por cuanto su patriarca espiritual, Hugo Chávez, perpetró un Golpe de Estado militar contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez- y justificando las torturas en las cárceles.

 

Zapatero lleva desde 2016 actuando en estrecha cooperación con el gobierno de Nicolás Maduro, un individuo de una talla moral tal que se atreve impunemente a bromear con Jordi Évole sobre el trato a los discrepantes en el país: “aquí no salen corriendo, salen presos jajajaja…”dijo en una cita cómplice con el periodista a la que se presentó con una guerrera estalinista, que era más apropiada para el momento solemne que el chándal castrista. Menos risas suscitó la insólita afirmación zapateril de que lo que ocurre ahora en Venezuela se debe a las sanciones de EEUU y de la Unión Europea, cuando estas se han dirigido a congelar los activos de los capitostes de la dictadura relacionados directamente con el narcotráfico. Igual querría que se levantaran este tipo de sanciones. Sí, quizás.

 

No en vano, Podemos e Izquierda Unida siempre se han opuesto con uñas y dientes a cualquier actuación contra el régimen, en el que la gente que no tiene ni papel higiénico es la envidia para toda la clase media europea.

 

El Gobierno, liderado por alguien más perverso aún que Zapatero, no podía hacer otra cosa que condenar las palabras de Almagro, Porque las invectivas revestidas de azufre de Maduro contra España está claro que no. Poniendo todo esto en la balanza, uno no puede dejar de lamentar que no se haya desautorizado formal y oficialmente a Zapatero por parte del Gobierno español. Vaya allí a título propio o como enviado diplomático, todo lo que haga este hombre pondrá en entredicho a España por ser quien es, nos guste o no, alguien que ha gobernado el país. Y alguien que ha gobernado el país de qué manera, porque no se recordará, desde Fernando VII, un gobernante más inepto, más destructivo y que haya traído más desgracias España que José Luis Rodríguez Zapatero. No contento con ello, ahora trata de exportar la gesta al otro lado del Atlántico. Pobres. No saben la que les espera.

 

No se olviden. Estamos hablando de un individuo cuya gestión disparó el gasto público incontroladamente generando una crisis que se vio solapada primero y agravada después con la financiera que nos vino de EEUU. De alguien que agitó las peligrosas aguas del precario consenso de la Transición para imponer una visión de la Historia afín a sus intereses y que no cejó hasta que consiguió reabrir las heridas y dividir otra vez a los españoles. De alguien que claudicó ante ETA, negoció con ellos, acercó sus presos al País Vasco, asumió su falso relato victimista que colocó a los españoles como verdugos y a ellos como damnificados. Que impulsó la legalización de las formaciones políticas herederas del entorno etarra. Que fomentó los nacionalismos y las políticas de inmersión lingüística en todas las comunidades autónomas con lenguas co-oficiales para apuntalar su poder y ganar votos. Que apoyó el nacionalismo excluyente catalán y llevó a las Cortes un Estatuto de Autonomía que el Tribunal Constitucional declaró ilegal y que, por si fuera poco, desautorizó a este tribunal para tomar dicha decisión. Que impuso la discriminación por sexo y género a todos los niveles con una Ley de Violencia de Género más preocupada por criminalizar al Hombre que por salvaguardar la vida y la seguridad de las mujeres denunciantes.

 

Y quizás lo peor de todo: que edificó un sistema Educativo que criminalizaba el esfuerzo en el estudio y subvencionaba el adoctrinamiento, la igualación hacia abajo, la vagancia, la mediocridad y los aprobados exprés a gente que no llegaba al nivel para cumplir con los despropósitos de buenismo inquisitorial al que se ha sometido a la sociedad en su conjunto.

 

Unas políticas que han mantenido también los gobiernos del PP y que se propone re-editar en su versión más histérica Pedro Sánchez. Producto de una ideología, el Zapaterismo, que ha eliminado de la Socialdemocracia todo lo que tenía de democracia y que ha empañado el papel enormemente digno que los Socialdemócratas genuinos han tenido en países como Francia y Alemania, a saber, conjugar programas generosos, derechos sociales amplios y preocupación por los sectores más desfavorecidos con los husosdel parlamentarismo liberal. Ahora, el PSOE, contaminado hasta las cejas de zapaterismo, dispuesto a aliarse con quien sea con tal de detentar el Poder, se halla sólo ante una alternativa que lúcidamente apuntó uno de sus propios exmilitantes y luchador anti-franquista, Ernesto Ladrón de Guevara: que el PSOE se hunda y desaparezca completamente de la vida política de España.

 

No anda el hombre muy desencaminado, si tenemos en cuenta que hablamos de un partido guerracivilista que ha apoyado el dominio totalitario de las minorías radicales sobre la clase media española y ha aupado a unos nacionalismos que llevan décadas sometiendo dictatorialmente a los no nacionalistas en sus respectivos territorios. El apoyo de Zapatero a la narcodictadura venezolana es el colmo. O el PSOE elimina el zapaterismo o habrá firmado su acta de defunción. Algo quizás positivo para los verdaderos progresistas españoles, que observan impotentes como el voto de la gente de bien se desplaza hacia los populismos de izquierda y de derecha por culpa de unos partidos políticos institucionales dañinos, destructivos, y lo que es peor, cínicos.