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Zoido, el Maléfico

¿En qué cabeza medianamente amueblada cabe nombrar ministro del Interior al señor Zoido?.

Don Mariano Rajoy Brey ha sido desalojado de la presidencia del Consejo de Ministros del Reino de España. Los analistas y otros repetidores de las tertulias madrileñas hacen disecciones para enumerar las causas del lanzamiento, resolución judicial por medio, del hasta hace unas horas paladín del desprecio político al resto de los parlamentarios que no ocupan bancada popular. No aciertan con la verdadera y única causa.

El señor Rajoy, sin consultar a los augures de la Bética , nombró el 4 de noviembre de 2016 un nuevo ministro del Interior: don Juan Ignacio Zoido Alvarez. La publicación de tal nombramiento en el BOE anunció el ocaso presidencial del elegido por Aznar para regir el Partido Popular. Ocaso irremediable, predeterminado por las constelaciones celestiales y por Caronte, pese al indeterminismo enunciado por Heisenberg.

 

Debería haber sabido el señor Rajoy Brey que el científico había dejado dicho que “un experto es alguien que conoce cuáles son los peores errores que pueden cometerse en su especialidad y que sabe como evitarlos”.

 

Lo ocurrido hoy demuestra que el saliente presidente del gobierno de España no era un experto en su especialidad.

¿En qué cabeza medianamente amueblada cabe nombrar ministro del Interior al señor Zoido?. Siendo alcalde de la muy noble y mariana ciudad de Sevilla con veinte concejales agrupándose en mayoría aplastante, perdió la alcaldía tras cuatro años de saludos a unos y a otros, denuncias contra sus adversarios políticos de izquierda ante jueces compañeros de su época de magistrado, marrulleras promesas siempre incumplidas y ocios variados que han hecho prescindible su recuerdo en esta hermoso lugar de convivencia bienhumorada.

Y al señor Rajoy no se le ocurre mejor decisión que llevarse al perdedor político de la alcaldía sevillana a su vera como miembro del gobierno de la Nación, nada menos que como ministro del Interior. Don Camilo Alonso Vega sufrió un ectoplasma cerebral en su alma inmortal purgante al leer en neutrinos el BOE con el nombramiento. Martin Villa y Rubalcaba requirieron los servicios de protección civil para superar el choque intelectual que tal lectura les supuso.

 

Tras la toma de posesión de don Juan Ignacio, el señor Rajoy estaba ya condenado a desaparecer de la presidencia del gobierno. Era cuestión de meses. Los que tardara en plasmarse el pernicioso, maléfico y sulfuroso efecto Zoido.

 

El efecto primero fue difundir por el mundo entero las golpizas de policías nacionales y guardias civiles a la ordenes del señor Zoido a ciudadanos desarmados deseosos de votar en Barcelona. El demoledor efecto que tales fotografías, vídeos, fotogramas, transmisiones televisivas en directo ha tenido sobre la imagen, el prestigio y la inteligencia política del señor Rajoy solo puede medirse en Escocja, Suiza, Bélgica y Alemania y en las rémoras que las decisiones del Tribunal Supremo han tenido, tienen y tendrán y están recibiendo por parte de jueces de esos países.

A los tres meses escasos de tal estulta política represiva, al mismo ministro y a su equipo se les presentó la ocasión de mostrar su inane capacidad de análisis político y de imaginación administrativa. Mandaron encerrar en la carcel de Archidona, sin terminar aún, a 500 argelinos llegados a las playas murcianas y almerienses. Transformaron un centro penitenciario en un centro de internamiento de inmigrantes entrados irregularmente en territorio español. Uno de ellos se ahorcó en su celda y fue encontrado varías horas después. De inmediato se logró acomodo a todo el mundo y se vació la trasmutada carcel retornándola a su prístino destino. Impasible el alemán, que cantábamos de chicos en la escuela, pues nadie sabía que el alemán era ademán.

 

¿Como no iba a caer el señor Rajoy? El efecto Zoido no perdona.

 

Le ha mantenido, según la prensa, una condecoración a un conocido funcionario torturador durante la égida de don Francisco, como última muestra de su imparcialidad cerebral. ¿Broma?. Efecto Zoido. Hay que tener vista, don Mariano. Parece mentira siendo de Pontevedra.