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Cambio de guardia en Galapagar

El bolchevique consideraba los escraches justos y necesarios, jarabe democrático del pueblo contra los políticos de la casta.

 

Pablo Iglesias no ha escatimado declaraciones contra la nación. Él no puede decir la palabra España porque le provoca sarpullido; entiende la existencia de ETA porque el régimen del 78 no hizo bien la transición; tiene orgasmos cuando ve patear la cabeza a un policía; pide indemnizar víctimas de Franco hace 80 años, y libertad para asesinos de ETA de hace una década que no han pagado la responsabilidad civil; avanzamos hacia una república federal plurinacional; los policías son matones. El líder bolchevique es un caballo de Troya de la ideología con dictaduras más sanguinarias de la historia de la humanidad.

 

Retratado el personaje, hoy vicepresidente segundo del Gobierno por obra y gracia de Pedro Sánchez que lleva muchos meses sin dormir, podemos recordar sus promesas de residir en Vallecas, lo corruptos que eran los políticos que viven aislados en sus chalets y lo inmoral que era vivir con 4.000 euros mientras otras personas pasaban hambre. Hoy, él y su pareja, elevada al rango de ministra, multiplican por mucho dichas cantidades. Ministra que fue denunciada por utilizar a una empleada como escolta y mandarla media hora antes a encender el coche para que estuviera confortable cuando ella llegara. La viva imagen de la Rusia de Stalin o la Rumania de Ceaucescu.

 

El bolchevique consideraba los escraches justos y necesarios, jarabe democrático del pueblo contra los políticos de la casta. Él participó en alguno en la universidad contra Rosa Diez, jaleó o no condenó otros que se llevaron a cabo en la calle contra Cristina Cifuentes, o en el domicilio de la vicepresidenta del Gobierno entonces, Soraya Sáenz de Santamaría. Vive en su chalet de Galapagar donde los vecinos van a pasear portando banderas, con cacerolas y gritando vivas a España y al Rey porque saben que le molesta. Como no está satisfecho con el servicio que presta la Guardia Civil, porque el domingo electoral no controlaron a una persona que desde un cerro cercano pudo grabar el patio de su casa, ha exigido que sea relevada por la Policía Nacional. Existe una ley orgánica, 2/86, que regula el territorio donde cada cuerpo puede prestar servicio y Galapagar es territorio de la Guardia Civil. Pero como este país cada día se parece más a una dictadura de pachanga bananera, el deseo del bolchevique lleva al ministro de Interior a ceder a su capricho.

 

No estoy de acuerdo con ningún escrache, ni en la universidad ni en la calle ni menos en el domicilio particular, pero es justicia poética que lo reciba quien tanto lo predicó para los demás. El último ha sido a Monedero, en Sanlucar de Barrameda, que ha sido increpado por personas tan violentas que el dueño las mandó salir del local y se fueron. Dice que es una agresión fascista intolerable, como el fusilamiento de Lorca. En cambio, la paliza de Alsasua a dos miembros de la Guardia Civil -uno herido grave- y sus parejas fue una escaramuza que no merece reproche alguno de estos personajes venenosos.

 

La ministra de Trabajo también recibió un escrache en Toledo. PGE 2019: Subvención al mundo del toro, 30.000 euros al Premio Nacional de Tauromaquia, 35.000 a la Fundación Toro de Lidia. Subvención al cine 100 millones, museos y exposiciones 180 millones, teatro, 52 millones. Ingresos del Estado por IVA en festejos taurinos 18 millones, crean 200.000 empleos y recaudó en plazas 139 millones. El cine produce 18.000 empleos y sus ingresos por taquilla fueron 15 millones. De los toros viven muchos trabajadores que cobran 1.000 euros al mes y defienden su pan. Justicia poética.