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Defensa hiperbólica de la defensa

La ministra de Defensa, Margarita Robles se examinó en un “talk show” de la Cuatro conducido por el histriónico Risto Mejide. Fue un examen plagado de hipérboles y trampas del que ella salió suspendida.

 

Con pena y sin gloria. Ésta es la síntesis de la “semana de tres días” (27-29 de enero pasados), en la que autoridades de Defensa analizaron el Presupuesto de Defensa, del proyecto de ley de PGE-2019 (para no extenderme excesivamente, obvio al Secretario de Estado de Defensa y al Subsecretario).

La ministra de defensa, Margarita Robles, el 27 (domingo) por la noche, se “examinó” en un “talk show” de la Cuatro (TV), conducido por el histriónico Risto Mejide.

Fue un examen plagado de hipérboles y trampas del que ella salió suspendida.

El presentador se la metió doblada (simbólicamente hablando). Logró que la Ministra se produjera torpemente en las respuestas a cada una de sus preguntas. Por ejemplo, sacando a colación lo de las ventas de las 400 bombas GBU a Arabia Saudita (lo que provocó hace unos meses una gran polvareda mediática, así como que el presidente del Gobierno la desautorizara), Mejide la llevó del ronzal hasta un bochornoso debate naïf, sobre si el armamento que vendía España en el exterior era para matar o no (no se rían, que así sucedió; véanlo en internet). 

En otro momento, el presentador expuso un gráfico comparativo de tres partidas de los PGE-2019:

•Defensa (8.537 M€)  •Sanidad (4.292 M€)  •Educación (2.722 M€).

Y preguntó a doña Margarita “si eso era normal en un país como España”. Y la Ministra volvió a enseñar salva sea la parte. En vez de rebatir la trucada comparación, doña Margarita no solo trató de justificar el presupuesto de Defensa por los puestos de trabajo a generar (no se rían), sino que evidenció su ignorancia básica de las cuentas del Gobierno (lo que resulta particularmente grave).  

Porque ¿cómo puede ignorarse que la Defensa es exclusiva del Estado, mientras que las competencias de Sanidad y Educación están transferidas a las Comunidades Autónomas? Y así, mientras los gastos de defensa presentados eran completos, los de los otros dos ministerios eran residuales de lo no trasferido.

Las cifras de Mejide no comprendían partidas como la destinada a “Organismos Autónomos, Resto de Entidades y Seguridad Social”, donde solo la rúbrica de “Prestaciones asistenciales sanitarias al INGESA e IMSERSO”, incluida entre los 164.673 M€ destinados a la SS, anotan 5.338 M€, gran parte de los cuales va a financiar la sanidad de las ciudades autónomas.

Aquellos números eran “fake” al faltarles la parte correspondiente (que siempre es la del león) de los 52.249 M€, que las cuentas estatales del 2019 transfieren a “Otras Administraciones Públicas”.

En definitiva, las cifras exhibidas por don Risto trasmitían artera e impunemente la escandalosa impresión, de que España gasta en Defensa más que en Sanidad y Educación juntos.

Como guinda del disparate, el presentador preguntó reiteradamente: “¿Estás dispuesta a reducir el presupuesto de Defensa en beneficio de Sanidad y Educación?” Y la atolondrada respuesta ministerial fue: “Sí”.

Así es que, por favor, que alguien en Defensa le explique a la Ministra que, salvo error u omisión, las cifras que deberían haberle expuesto serían del orden de: Defensa (0,9%-1% del PIB); Sanidad (6,5% del PIB); y Educación (4% del PIB). 

Por su parte, el JEMAD compareció, el 29 (martes), ante la comisión de defensa del congreso de los diputados. Sus cuentas se sintetizan en que, a pesar del acuerdo de todos los aliados, alcanzado en la Cumbre Atlántica de Gales (2014), de ir hacia el objetivo de un gasto mínimo en defensa del 2% del respectivo PIB, sin embargo, el presupuesto español, que suponía entonces el 0,92% del PIB, hoy ha bajado al 0,91% del PIB.

Asimismo, cuando en Gales solo 3 países de los 28 aliados cumplían con el objetivo del 2%, hoy ya lo cumplen 13 países. Y el remate es que, en 2014, España era el tercero por la cola en gastos de defensa sobre el PIB, y hoy ha bajado al segundo por la cola. Son números que gritan. 

El general Alejandre dijo cosas que había que decir, algo frecuentemente hurtado al Parlamento por otros que le precedieron. Recordó que la reducción de financiación se traduce en disminución de la operatividad y, por tanto, en la capacidad de las FAS para cumplir su misión.

Asimismo, admitió crudamente que “hay que canibalizar para lograr la operatividad de unos, dejando fuera de servicio a otros”. Pero, a pesar de ello, habló repetidamente de una “luz al final del túnel”, que uno no ve. También estuvo especialmente hiperbólico cuando, tras afirmar que “el presupuesto es insuficiente”, añadió que “es el presupuesto que podemos tener”.

¿Qué quiso decir? ¿Con qué finalidad lo dijo? Porque la cuestión medular es si la operatividad de las FAS está o no garantizada. Porque si no lo estuviera, todo lo demás sobra. Lamento decirlo así, pero eso se llama lanzar la piedra y tratar de esconder la mano vergonzantemente. 

Con respecto al personal militar, el general se quedó muy corto; al fin y al cabo, por ser el más antiguo, es el único militar con voz ante el Congreso. No entró en la sustancial diferencia a la baja, de los sueldos militares (especialmente suboficiales y tropa), respecto al resto de los de la función pública.

Algo casa muy mal.

Porque solo horas después él y la Ministra oirían decir a Felipe VI a las tropas desplegadas en Irak: ”siento orgullo por la labor que desempeñáis”.

Claro que, como dice Lope de Vega, fénix de los ingenios, “obras son amores y no buenas razones”. O, en respetuoso castizo, menos jabón y más cera, Señor.

Lo más lamentable es tener que reconocer que, en general, el problema de nuestros políticos con respecto a la defensa nacional es que no saben para qué quieren las FAS.

En la comisión de defensa hay 50 diputados y 7 grupos parlamentarios pero, salvo error u omisión, solamente 7 diputados, representando solo a cuatro grupos, tuvieron interés en escuchar al JEMAD (una diputada del PSOE, inicialmente en la sala, incluso se ausentó de ella antes del turno de intervenciones).

Al respecto, me comenta un general (no raso) que “parece como si los ciudadanos españoles y sus representantes llevasen inserto en su ADN un peligroso genoma: que el respeto solo puede ser consecuencia del temor”.

En fin, rememorando la hipérbole de Miguel Hernández, yo diría: “Tanto dolor se agrupa en mi costado que, por doler, me duele hasta el aliento”. 

 

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