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La transición española, el oximorón democrático

Alberto Vila
Alberto Vila*

Sería bueno precisar conceptos. No hacerlo sería construir un discurso que construya un discurso irreal. Tanto, como parece ser en la nos desean instalar los partidos que provienen de entonces. Es bueno hacer memoria.

En julio de 1974 Franco enfermó y delegó sus funciones como Jefe del estado en el príncipe Juan Carlos hasta que se recuperó nuevamente en septiembre de 1974. A principios de octubre de 1975, Franco hizo su última aparición pública: el balcón de Oriente. Allí rechaza las manifestaciones de los países democráticos de Europa. Días después Franco enfermó y Juan Carlos volvió a asumir sus poderes. Franco muere el día 20 de noviembre de 1975. Dos días después, el 22 de noviembre de 1975 Juan Carlos I es nombrado rey de España por las Cortes y por el Consejo del reino. Se inicia allí la llamada Transición democrática que abarca desde 1975 a 1978. En estos tres años llevarían a la creación de una monarquía parlamentaria y democrática. La Constitución Española, aprobada por el referéndum del 6 de diciembre de 1978, apostaba por un Estado Social y Democrático. Dejando de lado la operación de Adolfo Suarez de incluir la monarquía en su texto.

 

Las etapas de la Transición no se han cumplido, por muchas operaciones de comunicación o control del pensamiento que se hayan aplicado sobre las sucesivas generaciones que han llegado.

 

Por Transición, que proviene del término latino “transito”, se denota acción y efecto de cambiar de un estado a otro diferente. Es así como se entiende pasar de un modo de ser o estar a otro en un cierto plazo. De aquí, sería una contradicción advertir signos de permanencia del estado de origen, en este caso el franquismo. Porque de allí se viene. De una dictadura. De aquí, la transición supone una etapa “no permanente”. Véanse los símbolos y organizaciones franquistas que “permanecen”. Además de mantenerlas en la legalidad, porque se ha evitado legislar para excluir al franquismo del sistema  democrático. Tanto PSOE como PP han contribuido a mantener esa situación. Excepto, todo sea dicho, una ley de memoria histórica, que se ha dejado como a las víctimas, 200.000 según los datos, en las cunetas de la transición.

Las etapas de la Transición no se han cumplido, por muchas operaciones de comunicación o control del pensamiento que se hayan aplicado sobre las sucesivas generaciones que han llegado. Las involuciones en la independencia judicial, en las libertades civiles o en el reparto equitativo de la creación de riqueza son sus indicadores.

 En el año 2016 si las horas extra no pagadas se hubiesen realizado por contrato a nuevos trabajadores hubiesen supuesto 156.000 empleos nuevos. Más de la mitad de los asalariados declara haber realizado horas extra que no ha cobrado. En concreto, el 53,7% que se hicieron en el segundo trimestre de ese año no se pagaron. Ello, según la Encuesta de Población Activa (EPA). Antes de la crisis, en 2008, esto le sucedía únicamente al 35%. El informe publicado por el sindicato UGT “Análisis de las horas de trabajo y jornada laboral en España  en el periodo 2008 – 2014”, revela cómo, aprovechando la crisis, se ha provocado un aumento en el número de horas efectivas trabajadas a la semana por los empleados a tiempo parcial, junto a un incremento del peso de las horas extraordinarias no pagadas.

 

El gatopardismo ha quedado en evidencia. El franquismo siempre deseó que todo cambie para que nada cambie.

 

En cuanto a la pobreza, según la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social, presentó su séptimo informe anual de seguimiento del indicador AROPE -At Risk Of Poverty and/or Exclusion- en España y sus comunidades autónomas nos dice que: “Al respecto, indicar que la Tasa de Riesgo de Pobreza alcanza este año al 22,3 % de la población, cifra que es su máximo histórico. Sin embargo, oscurecida por las magnitudes macroeconómicas positivas, esta grave situación social no está recibiendo la atención que merece. Mientras los éxitos de las políticas de los gobiernos sean medidos en magnitudes puramente macroeconómicas (PIB) y no en términos de bienestar y condiciones de vida de las personas, la eliminación de la pobreza será un objetivo secundario”. En resúmen, en el año 2016, un total de 12.989.405 personas, que suponen el 27,9 % de la población residente en España está en Riesgo de Pobreza y/o Exclusión Social.

El gatopardismo ha quedado en evidencia. El franquismo siempre deseó que todo cambie para que nada cambie. Lo que cuenta es que las minorías sigan aplicando una legalidad que les permite seguir concentrando más y más cuotas de riqueza en desmedro de la mayoría, son las herederas del Estado franquista. Con todo esto, el sistema ha entrado en tantas contradicciones que podríamos afirmar que se ha implantado un oximorón democrático: el que una “transición” sea una vuelta al pasado.

Es un oximorón, por tanto, porque no se ha producido una transformación esencial, porque su concepto debe significar evolución, no involución.

 

*Alberto Vila es Economista y analista político.

@reseneka