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El Confidencial

Con los periódicos de papel reinventándose en digitales, ¿dónde queda el periodismo que se hacía las preguntas de «¿sabías que…?»?

Opinión / DANIEL LEBRATO.- Antonio Machado decía a su compadre: «¿Tu verdad? No. ¡La verdad! La tuya, guárdatelá». (Primera vez, que sepamos, que un poeta culto reconocía la acentuación aguda de estas esdrújulas ocasionales que en español forman verbo, complemento indirecto y directo, donde se demuestra además que los pronombres átonos, tan átonos no son, mire usted, pero a lo que íbamos). El poeta o su mentor creen que hay una verdad objetiva y se supone que esa objetividad es la que un lector de periódicos busca al acercarse al quiosco –iba diciendo el profesor en clase de Periodismo–, pero ese lector cuando llega al quiosco y ve que cada periódico da su versión de una misma noticia, percibe que a la objetividad únicamente llegaría llevándose el quiosco a casa y ni aun así: la verdad pudiera no estar en ninguno de los diarios a su alcance. Lo que, desde luego, no podíamos hacer es darle cancha al pensamiento pusilánime: «¿Leer el periódico, para qué?, si cada uno va a contar lo que le dé la gana». Ni tampoco ser tan ingenuos que quisiéramos un único periódico, especie de boletín oficial del Estado: aun con sus defectos, la libertad de prensa es preferible. Otro argumento a favor de la prensa subjetiva, que toma partido, es que la prensa nació como gaceta del Estado absolutista o como órgano de expresión de las ideas políticas, así que no es de extrañar que siga habiendo prensa de derechas, de izquierdas y de todos los colores.

Proponemos una tercera vía entre las dos divisiones clásicas del periodismo, el de información y el de opinión: el periodismo de interpretación. ¿Qué pasa en Siria? ¿Acabaremos todas las mujeres tapadas a la islámica? ¿Es cierto que Estados Unidos apoyó el Estado Islámico?

El profesor cerraba su disertación con el lema del diario Libération el breve tiempo que estuvo entre nosotros: un lenguaje y un estilo que no enmascaren la dominación. Han pasado los años, comprar periódicos es cosa de viejos y, con las nuevas tecnologías, quien no lo era se ha vuelto periodista, los periódicos de papel se están reinventando en digitales y es casi imposible que pase algo en el mundo sin que alguien lo grabe por teléfono, haga fotos o vídeos de lo que antes era una noticia y hoy puede ser un subidón de audiencia (trending topic) o un espectáculo. De pronto adquiere más importancia el periodismo de opinión que el periodismo de información, que consumimos, antes que en el periódico diario, por la radio, por la tele, por el teléfono, por la tableta o por el ordenador. Las columnas de opinión presentan el mismo problema que el periodismo informativo: puedo leer a unas y a otras firmas de prestigio, y seguir con la duda de cuál de todas será al final mi propia opinión.

Lo que sigue valiendo y mereciendo la pena es el periodismo de investigación, aquel capaz de bajar a las cloacas, de analizar con lucidez el presente que pasa y de anticiparse a las jugadas que desde el poder se siguen maquinando contra las buenas ideas y contra la pobre gente. Necio, aprende, que el mozo de un ciego un punto ha de saber más que el diablo, aconsejaba el ciego a Lázaro cuando era su lazarillo. Un punto más que el diablo, que la realidad, que la subjetividad y la objetividad juntas. Proponemos una tercera vía entre las dos divisiones clásicas del periodismo, el de información y el de opinión: el periodismo de interpretación. ¿Qué pasa en Siria? ¿Acabaremos todas las mujeres tapadas a la islámica? ¿Es cierto que Estados Unidos apoyó el Estado Islámico? O, visto desde aquí, desde Andalucía, ¿merecen Ceuta y Melilla seguir bajo bandera española? ¿No se reconoce a Cataluña su derecho a decidir, y a Gibraltar ya se le ha reconocido? ¿Es ético combatir el desempleo creando puestos de trabajo en empresas que matan, como Airbus Military, o dando prestado el suelo de España para operaciones militares, como en Rota o en Morón? Los de arriba, cuando pueden, la información la esconden, y eso justifica un periodismo de información privilegiada, pero a la contra, un confidencial. Sería un periodismo que respondiera a las preguntas ¿sabías que…?, con muchos puntos suspensivos, que nos hacían los libros en el colegio. La respuesta a ¿sabías que…? puede ser un periódico como Confidencial Andaluz. Próximamente, en eLTeNDeDeRo.