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Ceuta, del Café de Rick a La Camarga.

Pepe Fdez
Pepe Fernández*

Hace algo más de un cuarto de siglo, cuando viajabas a Ceuta y te quedabas unos días en aquella “España inédita” de principio de los ochenta, los amigos lugareños mejor informados, entre los pequeños matices de la ciudad que te mostraban, además de los del barrio del Príncipe, estaba una pequeña y céntrica cafetería que bauticé entonces como el Café de Rick de Ceuta. No tenía pianista como el de Casablanca, no, solo el Hilo Musical, muy popular en la época que Telefónica de España lo comercializaba.

Sin embargo, entre los habituales parroquianos de aquel café, un alargado local,  solían coincidir unos personajes que pertenecían a los servicios de inteligencia de varios países. Era un punto de encuentro, sin ocultarse, salvo para abordar asuntos delicados, que entonces solían reunirse para esos menesteres en uno de los tresillos del amplio hall del Hotel La Muralla y, si el tema era de especial sensibilidad ocupaban una de las habitaciones del hotel.

 

Los espías solo espiaban

 

No eran muy accesibles ni penetrables para los periodistas estos funcionarios a los que su trabajo no les permitía contacto con la prensa. Sin embargo, cuando se enteraban que un periodista visitaba Ceuta desde la península en misión informativa, era entonces cuando algunos se acercaban y mostraban una aparente receptividad al contacto con el reportero tras varios días de estancia. Querían saber, no fuera a ser que el periodista contase algo que ellos no hubiesen enviado todavía a Madrid. Me sucedió cuando la revista Interviu, de la que fui corresponsal en Andalucía, me envió a hacer un reportaje sobre un extraño movimiento – impulsado desde Tánger por el gobierno­  marroquí– que mediante octavillas se había presentado semanas antes como el MLS, Movimiento de Liberación de Septa.

Resultó muy curioso e inquietante durante aquellos días toparse en diversos lugares de la ciudad, mañana, tarde y noche, con alguno de los parroquianos habituales de aquella cafetería ceutí convertida en nido de espías a determinadas horas. Durante el resto de la jornada algunos de estos funcionarios viajaban al interior de Marruecos y otros recibían a contactos y confidentes que venían desde más allá de la frontera a reportar por un pequeño puñado de dirhams.

Conste pues que la región del norte de África, por razones muy diversas, ha sido durante décadas un lugar donde España y distintos países europeos han desplegado sus antenas informativas para poder testear esta zona socialmente tan sensible y caliente entre dos continentes.

 

Las ‘revueltas del hambre’ de 1984

 

Cuando las manifestaciones masivas de la guerra popular por la subida del pan entre 1981-84 – llamadas revueltas del hambre – el régimen dictatorial de Hassan II se empleó de forma sanguinaria en la represión contra los rebeldes súbditos del norte, especialmente en enero de 1984. Siempre se dijo que el monarca alauita le temía más al Rif que a una vara verde, entre otras cosas porque en esa zona sufrió uno de los primeros atentados que a punto estuvo de costarle la vida. No escatimó pues medios y allí mando tanquetas blindadas, carros, helicópteros, ‘tocineras’ y armas con munición suficiente. El balance fue aterrador con docenas y docenas de muertos enterrados luego en fosas comunes y centenares de heridos por armas de fuego que se dispararon a discreción.

Con muertos y heridos al otro lado de la frontera, en aquellos días, los agentes de la inteligencia europea desde Ceuta reportaban y controlaban con el rigor que las circunstancias le permitian todo lo que estaba sucediendo en Nador, Tánger, Tetuán, Castillejos y otros enclaves rifeños. El hospital español ubicado en Tánger atendió a decenas de heridos por bala que eran disparadas desde helicópteros del ejército. Aquel centro sanitario fue un punto informativo importante para los agentes de inteligencia y periodistas en aquellas noches de ira, fuego y sangre.

Siempre, desde aquellos sucesos, en España tuvimos claro que nuestro Estado ejercía un control informativo estratégico sobre aquellas cuestiones que pudiesen afectar a nuestra soberanía. Cualquier convulsión social al otro lado de los pasos fronterizos, a medio y largo plazo, siempre suele tener consecuencias para España. No dejaba de resultar curioso que casi todos los generales (Manglano, Miranda etc) que pasaron por la Comandancia General de Ceuta, acabaron su carrera militar al frente del CESID de entonces, hoy CNI.

 

 

La invasión de Perejil

 

Como se ha ido viendo con el paso de los años, tras sucedidos como el del islote de Perejil hace quince años que nos pilló por sorpresa en plenas vacaciones y hace unos días la avalancha por la propia frontera, todo apunta a que nuestro país ha relajado la vigilancia y control informativo de la zona, incapaz por tanto de detectar horas antes las consecuencias en territorio español de esas “invasiones”. Los expertos consideran que ha existido una falta de información y previsión, en consecuencia un grave “fallo de seguridad” a corregir sí o sí.

Las imágenes y las noticias que el incidente de Ceuta han generado causan estupor, no ya por la inexplicable actuación de unos policías que se enfrentan sin estar equipados a la manada que los arrolla, pese al empleo de una porra reglamentaria que de nada sirvió. Por no hablar del policía herido tras caerse por intentar zancadillear a uno de los fugitivos y del que inicialmente se dijo que había resultado agredido.

Causan sorpresa precisamente que en una época donde la tecnología y los satélites son fundamentales en la seguridad y defensa de los países, nuestros policías en la frontera con Marruecos, a las cuatro de la mañana, se vean sorprendidos de golpe y porrazo por una avalancha de hombres desesperados, imparables, dispuestos a poner su pie en territorio europeo. Ni tiempo tuvieron para cerrar las cancelas los policías.

Pero al margen de las tecnologías al uso, ¿por qué ha fallado nuestra antena en el norte de África esta vez? ¿tan sigilosamente se fraguó la gran avalancha?

El cierre decretado por España durante una semana de la frontera al transporte de mercancías es una medida más persuasiva que garante de seguridad, que también lo es. Cortar el tráfico comercial entre Marruecos y Ceuta supone una decisión que tendrá sus consecuencias en la economía de la zona, particularmente la marroquí a corto y medio plazo. He ahí el punto de presión que España intenta ejercer para sensibilizar a un vecino que en nada o en poco está colaborando para frenar cualquier movimiento que perjudique a los intereses españoles y europeos. Ahora es el gobierno de Marruecos el que tendrá que lidiar con el calentamiento social a cuenta de la supresión del pequeño trapicheo comercial diario y que da vida a miles de familias norteñas.

Lo cierto a estas alturas es que España debe afinar y ajustar sus micrófonos en Ceuta, Melilla y sus áreas de influencia; los españoles no pueden desayunarse con unas imágenes como las vistas esta semana que trasmiten una lógica inquietud sobre la debilidad de sus fronteras y de su seguridad nacional, de forma particular lo viven los españoles de Ceuta. Con media docena escasa de policías desorientados, en plena madrugada, sin capacidad de reacción, todos indefensos para frenar una avalancha de 300 inmigrantes subsaharianos que los acabaron arrollando.

Desde luego si en algún lugar está más que justificado el despliegue del CNI y otros servicios de información de nuestro país (Policia, GC, Ejercito) es en estos territorios amenazados desde el exterior más cercano. Es decir que hay que apostar por un escenario operativo más parecido al Café de Rick que al restaurante La Carmarga.

 

*Pepe Fernández es Periodista. Director de Confidencial Andaluz

@Pepe_Fdez