‘Autosuicidios’
Si todos se empeñan tendremos a nuestra actual Presidenta de Jefe de Estado de banderas blancas y verdes con estrellita roja.
Está el suicidio convencional, decisión del interesado para acabar con su vida. Siempre ha existido y existirá. En 2016 hubo en el mundo más de 800.000 casos. En las colectividades contemplamos en determinados casos el autosuicidio, o sea, uno doble para tomarlo de un solo trago y sin hielo. Ha sido el caso del PP, por ejemplo. Sacaron muchos de sus prohombres un pasaje para un viaje de corrupciones camufladas y les fallaron los maquinistas, siempre necesitados de: «¡…más madera, más madera…!».
Al señor Casado le quedan divorcios sin cuento (disculpas por el recurso), fatiguitas sin píldoras contra los mareos para un largo viaje. Sus amigos se empeñaron en acabar con un partido tocado con una diadema de santidad para convertirlo en un ente de sospechas fundadas y hechos consumados. Solo le faltaba el muñequito de la tarta: el señor Villarejo, figura sacada de los personajes del genial Ibáñez.
En 2016 hubo en el mundo más de 800.000 casos. En las colectividades contemplamos en determinados casos el autosuicidio, o sea, uno doble para tomarlo de un solo trago y sin hielo.
Tal vez nuestra nación posea unas tierras idóneas para la floración espontánea de episodios inauditos. Entre su exuberante flora están de actualidad las extrañas decisiones judiciales: orquídeas deslumbrantes, causa posible al carecer desde nuestro estreno democrático de una independencia de poderes, cuestión fundamental para presumir de democracia. Uno tiene la sensación de tropezar a cada paso con ‘tótums revolútums’. Tal vez en ciertas instituciones debería figurar en el frontispicio un lema: «Señal de peligro, aguas pantanosas».
El nuevo príncipe valiente del PP debería no esperar más tiempo, y a costa de cualquier precio, fichar a algún asesor político del PSOE para averiguar el secreto alquímico. Ha vencido con numerosos remeros democráticos unas tempestades mucho más intensas de las sufridas por la Armada española de Felipe II. Porque el insumergible barco del socialismo andaluz permanece impertérrito aun necesitando camiones mineros para descargar la basura de sus sentinas y llevarlas a los ‘puntos limpios’.
Si ahora el dinero no abunda en las arcas del PP al trincar a los picarones con las manos en los billetes, pues recurra a la colecta, señor Casado, procedimiento siempre a mano para, repito, conseguir asesores. He reflexionado mucho sobre el tema y ninguna explicación me convence, tampoco a los estupefactos europeos. Dicen: «¿Treinta y seis años al mismo con un 23 % de paro (8 puntos por encima de la media) y ser la región con más pobres de Europa?». Tal vez desconozcan lo proclive de nuestra tierra a los milagros, hechos por definición contrarios a las leyes naturales.
El nuevo príncipe valiente del PP debería no esperar más tiempo, y a costa de cualquier precio, fichar a algún asesor político del PSOE para averiguar el secreto alquímico.
No debe desfondarse. Mire el patio y piense. Los socialistas decidieron acabar con el marxismo para administrar un nuevo sistema y no les pasó nada. Don Pablo Iglesias recogió a los hijos de la clase media sin horizontes, perdidos por las calles con mochilas llenas de licenciaturas, los puso a pernoctar y terminó con un magnífico chalet en un pijo barrio madrileño. Y ahora, cuando trabaja, ata con una cadenita a Garzón y esposa a Sánchez. El premio concedido al torero Padilla debería ser para don Pablo y su gente.
No se nos venga abajo, señor Casado, tenga paciencia y escriba una doble felicitación para la señora Díaz: una por ganar las elecciones, claro, y la otra por las Navidades. Aunque espero lo haga en el suntuoso palacio de San Telmo, todavía sin tiempo para quitarse la chaquetita verde, la prenda de las campañas, igual a la pana de sus viejos padres políticos.
Pero la gran cosa se encuentra más allá de algunos años, pocos. Si el PSOE predica un Estado federal, el PP y C’s se inclinan por la recentralización, mientras los nacionalistas catalanes, vascos, gallegos, baleares, canarios, valencianos o cartageneros quieren abandonar la casa común. Si todos se empeñan tendremos a nuestra actual Presidenta de Jefe de Estado de banderas blancas y verdes con estrellita roja.