El fascismo hoy en España
No existe noción con más maltrato a cuestas que el término “cambio” referido a la actividad política donde la confusión y la posverdad han convertido el cinismo.
Hay conceptos que han sido deshuesados por el abuso en su utilización, ya que abusar de algo no consiste en convertirlo en un permanente ritornello, sino emplearlo inadecuadamente, Y no existe noción con más maltrato a cuestas que el término “cambio” referido a la actividad política donde la confusión y la posverdad han convertido el cinismo y la mentira en instrumentos dialécticos habituales en la vida pública. El cambio era el gran estandarte de la izquierda: cambiar la sociedad hacia metas de emancipación e igualdad, transformar las instituciones democratizándolas, reforzar y salvaguardar la soberanía ciudadana ante las minorías organizadas, combatir la pobreza como una lacra inaceptable en una sociedad civilizada y no de la manera que es provocada por el poder económico extractivo, en forma de artefacto autoritario conducente a la explotación intensiva del individuo y, en definitiva, la concreción ideológica de un nuevo humanismo con una cosmovisión igualitaria y solidaria de la sociedad.
Empero, hoy contemplamos como la derecha española, una derecha históricamente, y hogaño también, recalcitrante, retardataria, trabucaire y carpetovetónica, se ha adueñado del término para que comprobemos que en muchas ocasiones el envés de la verdad resulta que es una caliginosa confusión suplantando a la mentira.
El arquetipo del concepto cambio como transformación de progreso se encapsula groseramente en el acto de desalojar del poder al adversario político para la regresión si algo cambió y, sumariamente, para que nada tenga la posibilidad de cambiar: el cambio para el no cambio. La crisis espesa de la Transición y sus insalvables contradicciones estructurales –los fuertes intereses de las minorías y su poder fáctico no se compadecen con una democracia plena- ha propiciado que la nueva y radicalizada versión de la derecha, una y trina, estime que la superación de la crisis del régimen del 78 esté en la reinvención del fascismo.
“La primera verdad es que la libertad de una democracia no está a salvo si la gente tolera el crecimiento del poder en manos privadas hasta el punto de que se convierte en algo más fuerte que el propio Estado democrático. Eso, en esencia, es el fascismo la propiedad del Estado por parte de un individuo, de un grupo, o de cualquier otro quecontrole el poder privado.” Estas palabras no las dijo un conspicuo marxista, ni un aventajado anarcosindicalista, ni tan siquiera un tímido socialdemócrata, sino el presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt. Ese es el gran peligro de la precaria democracia en España: el poder privado que procede de los años del caudillaje y que heredó intacto el Estado franquista, sin que hubiera un compromiso histórico de redistribución de poder y sí una renuncia expresa por parte de las fuerzas de izquierda, mediante el llamado consenso, a una regeneración profunda de los intersticios constituyentes del Estado del Movimiento y los intereses privados que conllevaba. Si esta reinvención del fascismo castizo por parte de la derecha sólo encuentra a una izquierda moderada y trabajando con los cañamazos de la hegemonía cultural conservadora, los intereses de las mayorías sociales estarán en el aire y, lo que es peor, pensando esta mayoría que el cambio lo puede representar la derecha más radicalizada.