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El gran chasco

Es aconsejable buscar ediciones con notas aclaratorias, en especial en los lances caballerescos donde las parodias y burlas pueden confundir al más entusiasta.

 

En el Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha hay muchas situaciones difíciles de entender, más para la juventud actual, zambullida una gran parte en la cultura de la imagen. Por ello, es aconsejable buscar ediciones con notas aclaratorias, en especial en los lances caballerescos donde las parodias y burlas pueden confundir al más entusiasta.

No es procedente reírse de nadie al sufrir alguna humillación, y sí resulta un placer saborear esa ambigüedad de sabores agridulces, puro arte literario de don Miguel.

 

A ratos, solo a ráfagas de huidas contenidas he visto escenas del gran juicio supremo.

 

Entre alguna somnolencia tuve la sensación de asistir a uno sumarísimo al gobierno, más al observar ─sea reconocida mi subjetividad pecadora─  al juez don Ignacio Zoido, titubeante e insistente en desconocer aspectos ‘técnicos’.

Ya digo mi imparcialidad por los cansancios. Tal vez, no asimilaba a un juez, aunque fuese como testigo en presencia de un tribunal imponente. 

Los acusados independentistas tienen el arte de envolver sus argumentos en capas concéntricas de vistosos celofanes para enturbiar el contenido: la evidente violencia. Usan la técnica de Hitler: repetir, repetir y repetir para hacer un poso y, de ahí, influir en los demás.

 

Unos cualificados testigos serían los guardias civiles lesionados en su físico y más en su psiquismo

 

Víctimas propiciatorias en tantas situaciones crueles, pero imagino su ausencia. A un ciudadano del montón ─es mi caso─ no solo un analfabeto judicial sino provisto de una animadversión natural al entramado legalista, le viene muy bien enterarse de los vericuetos y estrategias sibilinas. Para llevar cada uno a la doncella a su particular huerto. 

En mi juventud leí ‘El Juicio Universal’ de Giovanni Papini y quedé noqueado. Con suma habilidad condena y absuelve a personajes históricos, dejándole al lector con una conclusión: la influencia decisiva de los fiscales y defensores con sus calculadas celadas. Siempre constituyen una sorpresa las situaciones obvias.  

Doña Soraya, toda una abogada del Estado y con larga trayectoria en situaciones difíciles, tuvo momentos complicados ante las largas andanadas de los acusadores. Dándome la impresión de verse turbada por efluvios salidos de unas largas y misteriosas rejillas en el suelo del salón. 

 

¿Indultar el gobierno a los golpistas?

 

Aparte la ironía conspiranoica, me ronda un gran asunto: la posibilidad de indultar el gobierno a los golpistas. Constituiría una gran pifia y de alto coste, hazmellorar del respetable contribuyente. Pero en absoluto imposible si el PSOE necesitase los votos de marras. Otra chocante visión la encuentro en el enlutado atuendo de casi todos: de luto riguroso.

Esta curiosa global uniformidad choca con la búsqueda de raíces identitarias, reacción concretada en la lengua… Tenía una curiosidad entre morbosa e hilarante por ver al señor Rufián. Llegó a terreno conquistado, saludando a los suyos menos a uno, Santi Vila, con un bamboleo de chulito de barrio. «Mire, aquel día estuve merendando tranquilamente; como comprenderá si la revolución hubiese sido violenta habría estado en pública actividad. Todo fue pacífico…». Lo considero un portador con causa de su pendenciero nombre.   

 

Apagué el juicio con olor a funeraria

 

Uno duda a veces de la igualdad de los españoles, de sus derechos. El peligro de los identitarios radica en sus creencias, difíciles de neutralizar. Las convicciones son otra cosa: pueden desactivarse con más fortuna.

Le deseo al señor juez Marchena mucho éxito. Si don Miguel de Cervantes viviese diría: «Catalanes, Barcelona ha sido la única ciudad presente en mi obra porque me encontré a gusto. Entonces no había rechazo a la patria común. ¿Os pasó algo?».