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La ilusión de 2022

Un año de ilusión en la esperanza de la recuperación nacional  en múltiples órdenes: político, económico, sanitario y social entre otros.

 

Ya con los fastos navideños a la espalda, 2022 aparece como un año especial. Un año de ilusión en la esperanza de la recuperación nacional  en múltiples órdenes: político, económico, sanitario y social entre otros. Un año en el que pueda invertirse esa perversa tendencia al desplome, que venimos sufriendo durante los tres anteriores y que sirva, asimismo, de firme base de partida hacia un futuro mejor para todos. 

 

El año, sin embargo, no ha comenzado bien. A las andanzas de ministros que nunca alcanzarían por sus méritos ni la categoría de bedeles de su ministerio, se ha añadido el escarnio que, para la sociedad en general y las víctimas del terrorismo en particular (muchas de ellas militares y guardias civiles), han supuesto las manifestaciones de apoyo y ensalzamiento de los asesinos etarras, de ayer sábado, en tierras vascas. Aquelarres que, con la complicidad pasiva del Gobierno y el apoyo explícito de parte de éste, evidencian una progresiva descomposición de los muros del Estado. Algo que ―a mi modesto entender―, bien poco se compagina con el llamado orden democrático. A la vista de ello, toma sentido la sorpresiva y singular apelación directa que Felipe VI avanzó a las víctimas del terrorismo en la pasada Pascua Militar, ante un presidente del Gobierno, impasible el ademán, en postura de pingüino desflorado.   

 

Hay que tener la piel muy dura para observar sin perturbarse los desafueros que se suceden, sin que nada ni nadie con poder los ataje. El entramado político de una gobernanza corrupta que parece cocerse en los hornos estatales está pulverizando instituciones y, lo que es peor, dinamitando la fe popular en el destino de España. Se comprende así la indignación que, en el mundo militar (que yo percibo), provocan los despropósitos que sufrimos. 

 

Todo ello demanda y obliga a un esfuerzo personal y colectivo para embridar la tentación de la íntima rebeldía, recordando que es en el servicio a España y los españoles donde las FAS encuentran su última razón de ser. Un esfuerzo razonado que nos aleje también de la complacencia por los frecuentes halagos a los militares (desde la edad de bronce se acaricia al caballo para que se deje montar). En definitiva, el esfuerzo que todo ello supone, junto con el trabajo bien hecho son la mejor vitola proclamadora de la utilidad de las FAS en beneficio de la Nación. Pues, como suele afirmar el JEME, general Enseñat, “los que hemos comprometido la sangre no podemos escatimar el sudor”. 

 

En ese orden de ideas, el año 2022 debería ser, asimismo, el de inicio de una verdadera transformación. Ésta no es una mera cuestión de método o procedimientos, sino de mentalidad. Comenzamos un año para trabajar mirando esperanzados hacia delante. Un año con la ilusión de resurgir nacional, rompiendo moldes allí donde fuera necesario. (“la Transformación del Ejército implica un cambio de mentalidad y una predisposición constante para incorporar nuevas tecnologías”. JEME, Ideal de Granada, Navidad de 2021).