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La España que madruga mientras Garamendi bosteza

Señor Garamendi, ¿sabe qué falta en España? Cultura del respeto. Respeto al trabajador, al que madruga, al que dobla turnos...

Antonio Garamendi, presidente de la CEOE, está muy preocupado por la productividad… de los demás, ha dicho que en España no hay ganas de trabajar, que lo que falta es “cultura del esfuerzo” Es fascinante la soltura con la que algunos millonarios disfrazan su desprecio como diagnóstico social. Garamendi, que probablemente no haya hecho una cola del INEM en su vida, ni haya vivido jamás con 1.200 euros al mes en una ciudad donde el alquiler cuesta mínimo 900, diagnostica que el problema es que somos unos vagos.

La frase, por sí sola, ya es insultante. Pero además es mentira. En España no faltan ganas de trabajar; falta vergüenza por parte de quien sabe y no quiere tener en cuenta la precariedad en la que se mueven muchas personas que, a pesar de trabajar viven en la pobreza, muchas de ellas incluso  con jornada interminables y mal pagadas. La realidad que Garamendi no quiere ver —o finge no ver— es muy simple: en España se trabaja mucho y se cobra poco. Aquí tenemos camareros que hacen diez horas diarias con contratos de media jornada. Enfermeras que salen de una guardia y se van a otra. Profesores que corrigen exámenes y preparan clases los fines de semana, en su casa, sin que nadie les pague un euro por ello.

Según los últimos datos, una de cada cuatro horas extra no se paga. Se trabaja gratis, con miedo a quejarse y a perder el puesto. Es la economía del chantaje, esa que muchos empresarios defienden mientras nos hablan de meritocracia con la boca llena y la cuenta del banco aún más llena. Durante la pandemia, miles de personas trabajaron más allá de lo pactado, de lo permitido y de lo humano. Desde médicos hasta repartidores. Pero faltan ganas de trabajar, según Garamendi.

Pero lo mejor —o lo peor— viene cuando, para justificar su discurso, pone de ejemplo al tenista  murciao Carlos Alcaraz, un deportista de élite con patrocinadores desde la infancia, Ese es el espejo donde, según él, deberían mirarse los mileuristas? Lo que viene a decir es que si no eres capaz de correr como Nadal o facturar como Bezos, el problema es tuyo. Que no te esfuerzas lo suficiente. La receta neoliberal de siempre: culpabilizar al trabajador por un sistema que lo exprime.

Y como remate, remata con una perla que huele a paternalismo colonialista: “Los africanos e iberoamericanos mueren por venir aquí a trabajar”. Claro. Porque aquí, en el paraíso del mileurismo, saben que serán explotados como mano de obra barata sin derechos. No es que «mueran por trabajar». Es que huyen del hambre y se encuentran con un mercado laboral que los usa como carne de cañón.

Lo que realmente molesta a Garamendi no es que falte trabajo, sino que cada vez haya más personas que no quieren seguir trabajando en condiciones indignas. Gente que ya no traga con contratos basura, con horas extra sin pagar, con sueldos que no dan ni para alquilar una habitación.

La reducción de jornada a 37,5 horas le parece un escándalo. Pero en Francia ya tienen 35 desde hace años yno se ha hundido el país. Lo que pasa es que aquí, cuando se habla de derechos laborales, a algunos se les encoge la cartera y se les alborota el discurso.

El verdadero problema es que tenemos una élite empresarial que quiere trabajadores del siglo XIX con tecnología del siglo XXI. Que se escandaliza si pides conciliar, si exiges cobrar lo que trabajas, si dices que tu tiempo libre también vale.

Señor Garamendi, ¿sabe qué falta en España? Cultura del respeto. Respeto al trabajador, al que madruga, al que dobla turnos, al que saca adelante este país mientras usted da lecciones en los medios. Lo que sobran no son los vagos, sino los discursos vacíos, los insultos camuflados de análisis, y los presidentes que viven en un universo paralelo.

Y si quiere hablar de esfuerzo, empiece por mirar a los que levantan la persiana cada mañana, a pesar de todo.

Ahí está la España que trabaja.
Y que, a diferencia de usted, no bosteza mientras los demás sudan.