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El cribado oncológico ¿los EREs del PP?

El caso de los cribados amenaza con convertirse en el primer gran escándalo sanitario y político del PP andaluz..

Los grandes escándalos políticos no solo se juzgan en los tribunales, también se pagan en las urnas y en la moral interna de los partidos. El PSOE andaluz lo aprendió a base de golpes con los ERE. Aquel caso no solo derribó a sus líderes históricos – dos expresidentes federales- sino que arrasó con la credibilidad de una organización que durante décadas se creyó invulnerable. Hoy, muchos en el PP andaluz empiezan a notar en la nuca el mismo aliento: el de un escándalo que no se apaga y que amenaza con marcar un antes y un después. El cribado oncológico puede ser, con todas sus letras, los ERE del PP.

El caso de los ERE fue mucho más que una causa judicial. Fue una autodestrucción política prolongada durante diez años. El PSOE cometió el peor error que puede cometer quien tiene poder: negar la evidencia y parapetarse detrás del “no hay lucro personal”. Como si eso lavara el descontrol, la arbitrariedad o los 680 millones de euros repartidos sin control. Cada auto judicial era una piedra más en la mochila y cada declaración, una nueva página de vergüenza. Cuando quisieron reaccionar, ya no quedaba crédito ni relato. Perdieron la Junta, la autoridad moral y buena parte del respeto interno. Hoy el PSOE-A sigue pagando esa factura.

Convendrá dejar sentado cómo arranca un caso y como ha empezado el otro. Lo de los EREs fue de la mano del PP, con Arenas y con Juan Ignacio Zoido  amigo y compañero de la jueza instructora Mercedes Alaya. El caso de los cribados no lo ha destapado ni el PSOE ni ningún partido, fue una periodista de Radio Sevilla de la SER la que levantó la noticia que daría pie a la primera gran crisis del gobierno del PP andaluz.

El PP de Moreno Bonilla debería tomar nota. Lo que estalló como un “incidente técnico” en los cribados de cáncer de mama —con miles de mujeres esperando una nueva mamografía— ha acabado siendo una crisis política de manual. Y no porque haya una trama de corrupción detrás – que se sepa- sino porque la gestión ha sido un calco de los peores tiempos del socialismo: negación, retrasos, falta de transparencia y, sobre todo, la torpeza de tratar a las víctimas como un problema de comunicación. Cuando un gobierno llega al punto de insinuar que las denunciantes exageran o que los medios amplifican por “intereses”, el daño ya está hecho. Ese fue, exactamente, el pecado original del PSOE con los ERE.

La consejera de Salud ha caído, sí, pero no por convicción del presidente, sino porque el escándalo le pasó por encima. Moreno la mantuvo hasta el último minuto, igual que Griñán aguantó a sus consejeros mientras podía. En ambos casos, el cálculo fue el mismo: resistir, minimizar y confiar en que el tiempo lo arreglaría todo. Solo que el tiempo, en política, no cura, sino que pudre.

Por eso Bonilla no ha encontrado mejor consejero de Salud que Antonio Sanz, que de sanidad sabe poco, pero mucho de manejar la opinión publica a través de los medios…y el dinero, Que 300 millones en publicidad salvan muchas cuentas de resultados.  Lo de Sanz, en pocas palabras, ha sido un nombramiento de contención de daños. Un ‘Virgencita que me quede como estoy’, con un escaño menos según el llamado CIS de San Telmo o probablemente en manos de Vox.

Y luego está el otro síntoma común: la persecución de los mensajeros. En el PSOE se llegó a señalar a quienes filtraban documentos de los ERE. En el PP, a quienes destapan los fallos en el sistema de cribado o denuncian contratos opacos en el SAS. La reacción es idéntica: antes de limpiar, se busca al traidor. Una forma de autodefensa que solo agrava la enfermedad. En lo de los cribados, por si faltaba colorido cloaquero, ya tenemos un asalto a la sede de AMAMA en Sevilla, la asociación de mujeres que vela por los intereses de las pacientes. Sería muy necesario y traquilizador que la policía llegase al fondo de este sabotaje, a sus autores materiales e intelectuales si los hay.

El PP no tiene todavía una sentencia ni una estructura corrupta como la que hundió al PSOE, pero sí un patrón: una gestión opaca, una comunicación soberbia, cara y un problema real de fondo. Tres exgerentes del SAS están ya imputados ante la Justicia por contratos irregulares y el caso sanitario amenaza con derivar en un proceso judicial más amplio, como en los Eres donde hasta los chóferes pueden acabar cayendo. Es el mismo guión, solo cambia el color de la corbata.

El PP aún está a tiempo de evitar el destino del PSOE. Pero si sigue confundiendo la responsabilidad con el silencio y la empatía con la debilidad, acabará escribiendo su propio capítulo del manual andaluz de la autodestrucción política. Los ERE enseñaron que no se pierde el poder por robar, sino por mentir. Y en eso, el PP empieza a parecerse demasiado a quienes juró no imitar.