El fin de una era
Atresmedia, a su vez, ha usado su potencia publicitaria para, de algún modo, colonizar el mercado editorial con auténtica basura literaria.
Decía David Jiménez, autor del exitoso libro El Director: Secretos e intrigas de la prensa narrados por el exdirector de El Mundo (Libros del K.O., 2019), que hay más corrupción en la prensa que en la política, y no parece que le falte razón, pero conviene tener muy en cuenta que ha sido desde la política desde donde se ha ‘fabricado’ el contexto para que esa corrupción sistémica de los medios de comunicación sea eso, sistémica y total. Por decirlo pronto y sin ninguna clase de rodeos, paráfrasis o circunloquios: todo, todo, todo es política.
Si el gobierno de Felipe González no hubiese sido tan cortito al no evaluar la debilidad estructural y económica del grupo Prisa de entonces, en manos de la familia Polanco, como garante que eran del tercero en discordia, con una línea socialdemócrata en lo social y liberal en lo económico, en su día en una posición de privilegio y liderazgo, y no hubiera tomado la desgraciada decisión de ‘cederle’ el lucrativo mercado publicitario, ya vetado a RTVE, a dos grupos mediáticos: Atresmedia y Mediaset, y con Prisa engolfado entonces con los derechos del fútbol, el pago por visión y los canales codificados y plataformas por suscripción, con un mercado editorial todavía vivo, sobre todo el de los libros de texto, y un El País y Cadena SER líderes y ahítos de publicidad, que ahora tanto escasea, otro gallo ‘kantaría’.
Atresmedia y Mediaset, unos más directamente politizados (con campañas muy directas en favor de, en su día, la invención de Ciudadanos, o el mantenimiento, la ocultación de la corrupción o la descarada apuesta electoral por el PP con el concurso de la falsamente izquierdista La Sexta), y otros más indirectamente politizados, pero enfangados en un contenido que, necesariamente, induce a la estupidización colectiva, han estado gozando de una posición de privilegio en audiencias y publicidad (en realidad los entremeses son los contenidos, el plato principal es la publicidad) durante ya décadas.
Atresmedia, a su vez, ha usado su potencia publicitaria para, de algún modo, colonizar el mercado editorial con auténtica basura literaria (y me refiero a las gamas media y alta del grupo Planeta, las que todavía mantienen lo que yo llamo ‘coartada cultural’, no a lo peor de lo peor, que eso ya…tal.). Si tienes a un público televisivo ‘ingenuo’ que en realidad no lee, pero le gusta tirarse el pisto hablando de libros y los compra, eso sí, siempre de ‘escritores’ que salen en la tele en programas de máxima audiencia, tienes medio camino recorrido. Aquello de las enciclopedias del salón hasta sin desprecintar, pero en versión formatos de diferente tamaño en las estanterías.
A la influencia excesiva, pero no del todo nociva de Prisa, en el último cuarto del siglo XX y poco más, le sucedió ‘la peste’ atresmediana en el primer cuarto del siglo XXI que, con la excusa de vencer al Goliat Amazon y a su más directo rival editorial multinacional: Random House, y con el apoyo de su grupo mediático, su cadena de librerías La Casa del Libro y la colonización de muchas ferias del libro de ‘pueblo’, algunas de ellas en ciudades de 100.000 habitantes donde copan hasta el 90% de los escritores presentes, algo que amplía el espectro de ganancias del circo que usa la literatura como excusa, como coartada, y que muchas veces encubre favores políticos locales a cambio de dinero público.
Ahora todos los indicios internacionales apuntan a que el fenómeno de suscripción por leer lo que te apetezca ‘alquilando’ los libros (al igual que Spotify con la música o Netflix y otras con el contenido audiovisual y las plataformas de videojuegos), se va a acabar de imponer, con lo cual el negocio editorial tal y como lo conocemos, muy probablemente, va a colapsar más pronto que tarde. Solo lo impide, de alguna forma, el control sobre los derechos de autor de autores importantes. Esto es algo que tampoco es que tenga por qué perjudicar gravemente a la mayoría de los escritores literarios, los ensayistas y pensadores y los creadores con algo que decir de verdad, porque todos sabemos que, salvo raras excepciones, en España la cosa no da para vivir de ese trabajo, con lo cual existe un excesivo sesgo funcionarial y en algunos casos académico en nuestra literatura ‘creativa’ que en cierto modo ‘la está matando’ porque no es suficientemente representativa.
Todo esto, traducido a la cuenta de resultados y a las expectativas bursátiles de, por ejemplo, Atresmedia, unido al ‘daño’ infligido por RTVE en su nueva etapa y su liderazgo de audiencias se puede resumir en una palabra: PÁNICO. Tal es así que se han empezado a difundir rumores contra la empresa (hasta hace no mucho amiga) Kantar Media, encargada de la medición imparcial de audiencias. Rumores muy del estilo de la mafia mediática de nuestras entretelas, muy burdos, pero voy con ello y tal.
No hace falta ser adivino para colegir que, si hay un cambio político, algo bastante probable, ‘el frotar se va acabar’ y todo el monto publicitario volverá masivamente a Atresmedia y Mediaset, que además se nutrirían del dinero institucional que ahora se desvía a medios buleros de extrema derecha, más de extrema derecha que La Razón que, quieras que no, tiene sus límites. Parte del dinero de la audiencia que ya no va a los dos turnistas, Atresmedia y Mediaset, vuela a otros canales publicitarios como los de Internet, ya que RTVE, por ley, no los puede absorber.
Los turnistas de nuestra época, los Cánovas y Sagasta de los medios, volverían a su época dorada, incluso con menos audiencia, sin una RTVE bajada a niveles ínfimos, como ya ha estado, y sin un medio audiovisual de Prisa como el que intentó inútilmente un José Miguel Contreras con unos propietarios de PRISA que estarían muy a gusto convirtiéndola en otro grupo de derechas más, que recogiera a los náufragos progresistas tras el virtual hundimiento de una RTVE en manos de PP/Vox.
¿Entendemos ahora que las luchas mediáticas son luchas políticas y que el periodismo es sólo un engranaje más, como lo es la Justicia o incluso los partidos políticos, de la gran maquinaria del poder ECONÓMICO, y que todo es y será política mientras el control —democrático o no—, de las masas sea esencial, y por tanto, queda claro que, contradiciendo a Jiménez, una parte, el periodismo, puede estar gangrenado, incluso en mayor proporción que otras partes o el todo, pero que ese ‘todo’, el corpus, se llamara política mientras no nos sustituyan por robots y/o nos refugiemos en nuestras selvas, mares, y desiertos distópicos y anárquicos, mientras los que controlan el cotarro están a lo suyo y usan la parte de la Humanidad que les conviene usar, cada día más personal de servicio, por cierto, y cada día menos inteligencias naturales y con conocimientos específicos?