Antonio Sanz de fontanero del Titanic en el SAS
Los días pasan, las semanas también —ya van cinco desde el nombramiento de Sanz—, y la marea no baja.
Apenas han pasado unas semanas desde que Antonio Sanz tomara posesión como nuevo consejero de Sanidad —ya no de Salud— y el cambio de nombre no es baladí. Por primera vez, la Junta elimina del rótulo el término “Salud”, palabra cálida, de bienestar, para abrazar el de “Sanidad”, más frío, burocrático y administrativo. Detrás hay algo más que un ajuste nominal: es la asunción de que lo que se tambalea no es el ánimo de los andaluces, sino el sistema sanitario en sí. Se pasa de hablar de hábitos saludables a gestionar un servicio público en crisis, con sus fallos, sus dimisiones y su rugido de fondo. A Antonio Sanz, en estos primeros compases de la crisis, se le nota más agobiado que el fontanero del Titanic.
Sanz aterrizó en el cargo el 15 de octubre, tras la caída de Rocío Hernández, fulminada -arrollada más exactamente- por el escándalo de los cribados del cáncer de mama. Aquello no fue un relevo ordenado, sino un salto a un trineo en plena cuesta abajo. Desde entonces, los días se suceden con la misma cadencia que los ceses y las protestas. A la semana siguiente de su nombramiento anunció un plan de choque, nuevos programas de detección de cáncer de colon y cuello de útero, y una contratación de más de setecientos profesionales sanitarios. Mucho anuncio y mucho dato redondo para la foto, pero el incendio seguía vivo. Oigo que en el Virgen del Rocío han logrado contratar solo a dos radiólogos.
El fallo en los cribados afecta ya a más de dos mil mujeres que se sepa, con epicentro en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. Se descubrió que el hospital había sufrido un recorte de personal del 7 % respecto al año anterior, y que los errores venían de atrás. Mientras la indignación crecía, Sanz trataba de ganar tiempo aplicando lo que en política llaman “la táctica del trineo”: soltar perros para distraer a los lobos. Desde mediados de octubre hasta la primera semana de noviembre han caído ya varios nombres: Rocío Hernández, exconsejera; Javier Castell Monsalve, jefe de Radiodiagnóstico del Virgen del Rocío; Manuel Molina, delegado de Salud en Sevilla; Ismael Muñoz Martínez, secretario general de Planificación Asistencial; y Ana María Reales Arroyo, directora general de Cuidados Sociosanitarios.
Con esta sucesión de ceses, el Gobierno andaluz intenta transmitir autoridad y control, pero la lectura política es otra: se sacrifican mandos intermedios – profesionales sanitarios- para salvar la cabeza de quienes mandan de verdad en las decisiones políticas. Los ceses alivian la presión mediática, pero no cambian el fondo. De hecho, el Parlamento rechazó gracias al rodillo popular la creación de una comisión de investigación y un fondo de indemnización para las afectadas. Es decir, las víctimas del fallo se quedan sin respuestas y los responsables políticos, sin rendir cuentas. A día de hoy , es opinión generalizada, no se sabe a ciencia cierta qué ha pasado realmente para que sucediese este gran desastre de salud. Parece que ni el gobierno andaluz lo sabe.
Sanz, que venía curtido de su larga experiencia, incluido Infoca, todavía no se le ve cómodo con la sanidad. Habla con oficio, pero sin convicción. Se le nota que quiere demostrar que controla, pero no es la realidad que proyecta su gestión. Y mientras él busca tono, la calle ruge. Lo que de verdad preocupa al PP no es la oposición, que apenas puede mover ficha con el rodillo parlamentario en contra, sino el descontento social creciente. Las manifestaciones se multiplican, y las asociaciones de pacientes y médicos no se callan. Las cocinas de los encuestadores deben de estar tan entretenidas como las de Masterchef.
En este contexto, el senador del PP por Huelva, Carmelo Romero, echó más leña al fuego al proclamar alto y claro que el problema no estaba en la Junta, sino en los médicos que “no hicieron bien su trabajo”. Una frase que provocó la indignación del colectivo sanitario y rompió en mil pedazos el encendido discurso de Moreno Bonilla en el Parlamento, cuando apenas unos días antes había presumido de “defender a los trabajadores del SAS ante los ataques injustos”. Dos discursos contradictorios en la misma semana: mientras uno acusa a los profesionales, el otro los reivindica. Y entre tanto, las mamografías, los cribados y los retrasos siguen acumulándose.
El presidente Moreno Bonilla, ocupado en presentar el libro que Planeta le ha editado —ese volumen a medio camino entre la crónica amable y la hagiografía política—, parece no haber entendido el momento. No se puede presumir de gestión mientras los telediarios, todos menos Canal Sur TV, abren cada noche con nuevas revelaciones del caos en la sanidad pública andaluza. Lo que debería ser una crisis sanitaria se ha convertido en una crisis de credibilidad. Y de paso cometen un grave error en el PP-A en su armamento defensivo. Echarle las culpas al PSOE-A y a su lideresa María Jesús Montero que fue consejera de Salud, del desastre sanitario. Ellos, la derecha, intentando demostrar que Montero le daba más pasta a la privada que ellos, como si al paciente que espera soluciones de salud le importase algo lo que sucedió hace década y pico. Error.
Los días pasan, las semanas también —ya van cinco desde el nombramiento de Sanz—, y la marea no baja. En San Telmo se amontonan los informes, las fotos de visitas institucionales y las notas de prensa que hablan de inversiones y reorganización, pero el ruido en la calle crece. Porque no son los partidos los que agitan el nogal, son los usuarios, los pacientes, los profesionales que ven cómo el sistema sanitario se desangra entre ceses, excusas y propaganda. Algo intentarán pillar los partidos, a los que se les sigue viendo en baja forma, especialmente a los socialistas.
Antonio Sanz gestiona hoy la consejería más difícil del Gobierno andaluz. Un amigo común me decía: a Antonio le han dado una bomba de relojería. Y aunque el nombre haya cambiado, lo que la gente sigue pidiendo es lo mismo: salud.
Por cierto, coincidiendo con este escenario tan complejo y tremendo en el seno de la derecha andaluza, entre las bambalinas de San Telmo, se empieza a detectar cierto mar de fondo con leve oleaje en el delfinario de Moreno Bonilla.
La lucha soterrada para la posible sucesión de Bonilla, vista la deriva de Feijóo a nivel estatal, ha empezado muy solapadamente. Spoiler: sigan las pantalla amiga de Canal Sur Tv y adivinarán entre qué dos titanes del PP andaluz empieza a rodar la peonza. Un día de esto les cuento mi impresión.